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Venezuela, entre la dictadura y el neocolonialismo
La llegada al poder en Venezuela en el 1998 del Grupo Político del Coronel Chávez Frías, representó la toma de un camino diferente al que caminaba Venezuela desde hacía muchos años. Un grupo de origen y tendencia popular asumía el poder en un momento en que los niveles de pobreza se estimaban en un 70% en una sociedad acostumbrada al dispendio de la riqueza petrolera.
El Coronel Chávez pudo haber escogido la Economía Social de Mercado como su plataforma de gobierno, o pudo haber proclamado la Revolución Democrática de Rómulo Betancourt, pero optó por seguir los pasos de Cuba, reeditando el Socialismo con el nombre Socialismo del Siglo XXI, algo que aún no entiendo porque nadie ha creado una base teórica ni ideológica que sustente ese modelo.
El Socialismo no es compatible con una economía de libre mercado, y por lo tanto para implementarlo hay que eliminar o excluir a la élite económica del país donde se quiera establecer ese sistema. Eliminar la élite económica en Venezuela era imposible, y por esa razón había entonces que excluirla.
Los comunistas hicieron guerrilla en Venezuela porque fueron excluidos en el acuerdo de Punto Fijo en el 1945, y esto nos dice que lo mismo haría la élite económica si se le excluía a ellos, con la diferencia de que sus métodos de guerrilla son diferentes a los usados por los políticos izquierdistas.
Entonces vinieron el boicot y la conspiración como respuesta a la exclusión y esto a su vez promovió la confrontación y la división en el escenario político de una de las democracias más estables de América Latina. El camino estaba ya trazado pero nadie podía advertir cuál sería el desenlace. Hoy todos sabemos lo que está pasando en Venezuela.
La élite económica y la oposición política buscaron apoyo en Estados Unidos y la Eurozona, debido a que América Latina estaba dominada por gobiernos de tendencia izquierdista que no les iban a ayudar para enfrentar a Chávez y su Polo Patriótico.
El escenario político en América Latina ha cambiado diametralmente, y países que antes eran gobernados por líderes de izquierda ahora son gobernados por líderes de la derecha conservadora; si a eso sumamos lo que ha pasado en USA y la Eurozona entonces podremos entender que Venezuela se ha quedado sin sus viejos socios y aliados de afuera.
Prácticamente los aliados de Venezuela en este momento son China, Rusia y Cuba, tres países con regímenes socialistas. El socialismo no puede promover la democracia, por tanto es fácil de entender que cada día que pasa Venezuela se acerca más a la Dictadura y se aleja más de la democracia.
Visto así el escenario, cualquiera se atrevería a decir que lo que más conviene a Venezuela es que el régimen de Maduro caiga para que regrese la libertad, la democracia y la economía de libre mercado; pero la cuestión es más compleja debido a que las potencias mundiales ahora se disputan a Venezuela como sucedió en la Primera Guerra Mundial.
Tanto USA, como China y Rusia, tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que de ahí no va a salir ninguna decisión para legalizar una intervención en Venezuela. Para Rusia , China y USA, es muy importante controlar a Venezuela como fuente de Petróleo, destino de armas y productos terminales, así como también préstamos millonarios.
Lo que veremos en lo adelante es que el territorio de Venezuela será el escenario de América Latina donde esos tres gigantes medirán sus fuerzas y explotarán muchos recursos bélicos y tecnológicos para hacer de aquel país una Neo Colonia al servicio de sus intereses.
Venezuela aportará los muertos y la sangre que correrá en sus calles, y al final quizás habrá un acuerdo negociado por las potencias que tendrá que ser aceptado por los líderes locales.
La pregunta que uno se hace es si el origen de este desastre estuvo en la victoria de Chávez en el 1998, o si lo fue el acuerdo de Punto Fijo entre Adecos y Copeyanos en el 1945. La lección tiene que ser aprendida por los líderes que han de gobernar Venezuela en lo adelante, que de seguro no serían ni Maduro ni Guaidó.
El Autor es Escritor y Reside en USA.