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Cristian Ramos, los niños escolares y las mochilas de Fernando Rosa.
La desagradable y bochornosa acción protagonizada en una escuela de Santiago por el profesor Cristian Ramos, director de un distrito educativo de esta comunidad, se convirtió en uno de los principales hechos noticiosos de la semana pasada.
Tal acción fue reseñada por los principales medios de información del país y comentada en casi todos los programas de opinión, tanto de radio como de televisión.
El periódico El Caribe, en su versión digital (17/9/2015), publicó al respecto lo siguiente:
«El Ministerio de Educación informó este jueves que suspendió al director del Distrito Escolar 08-03, Cristian Ramos, acusado de realizar actividades políticas en una escuela de Santiago. La institución dijo que Ramos será investigado en torno a un video que circula en las redes, donde aparece distribuyendo mochilas a nombre de un dirigente político de su comunidad, exhortando a estudiantes a promoverlo»
Con el reparto de mochilas a niños que según la imagen del video apenas quizás superen los siete años de edad, se afirma que el referido funcionario estaba promoviendo las aspiraciones políticas del excandidato a síndico, Lic. Fernando Rosa, quien es el director del Fondo Patrimonial de las Empresas Reformadas del Estado (FONPER). De manera insistente Ramos les decía a los inocentes e ingenuos infantes:
«Ustedes, cuando lleguen a sus casas, tienen que decirles a su papi y a su mami, mira lo que nos dio Fernando Rosa. Ese nombre no deben olvidarlo»
Al proceder de esa manera este director distrital y activo promotor político violó y mostró un desconocimiento imperdonable del Art. 17 de la Ley 66-97, cuyo contenido dice lo siguiente:
«En los centros docentes, públicos y privados, no se podrá llevar a cabo, ni promover ningún tipo de actividad político – partidista. Sus funcionarios, docentes o de cualquier tipo, no podrán ejercer el activismo político en los recintos escolares y, muchos menos, involucrar a los alumnos en este tipo de actividades»
Como podrá apreciarse, el preindicado artículo prohíbe todo lo contrario de lo que Cristian Ramos realizó en una de sus escuelas.
Pero no solo eso. El “profesor” y activo dirigente del PLD también demostró que desconoce, imperdonable igualmente en un docente de su rango educativo, el Art. 63, numeral 1, de nuestra Constitución, que establece: «La educación tiene por objeto la formación integral del ser humano a lo largo de toda su vida, y debe orientarse hacia el desarrollo de su potencial creativo y de sus valores éticos. Busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los demás bienes y valores de la cultura»
Para eso – afirmo yo- es que los padres envían sus niños a la escuela : para que los maestros los eduquen, los orienten, los formen integralmente y los guíen por el camino de la ciencia, la técnica y la cultura, no para que, explotando su ingenuidad e inocencia, los adoctrinen ideológicamente.
La escuela no es el mejor espacio para promover el clientelismo, el servilismo, el fanatismo y el abuso de poder, como absurdamente procedió el famoso director de distrito que nos ocupa.
Con la acción que ha merecido el repudio de todo el pueblo dominicano, el señor Cristian Ramos no solo puso de manifiesto su débil formación docente, sino también su ausencia de experiencia administrativa, tanto que al parecer ni siquiera tenía plena conciencia de la gravedad del hecho cometido.
Y tal incompetencia a nadie debe sorprender, por cuanto se trata de uno más de esos funcionarios que llegan a los puestos del sistema educativo, no por su alta competencia docente, sino por sus relaciones políticas. Funcionarios que piensan más como políticos que como maestros.
Adoctrinar las mentes infantiles o realizar actividades políticas en las aulas es, a mi juicio, una falta grave. Y más grave es la acción si quien la comete es uno de los dirigentes del sistema. Una falta que jamás se la hubiera perdonado a uno de mis maestros en la época en que ejercí como director de escuela pública en el municipio de Moca.
Merced a lo antes expresado, valdría entonces preguntar:
¿Puede producirse una verdadera revolución de la escuela dominicana con funcionarios de esa naturaleza?
Permítanme dudarlo…