Noah (El Arca de Noé)

Cuando veía la pelicula Noah, no pensaba si era una profecía bíblica o si era un capítulo perdido del “Señor de los Anillos”. Pensé que era un espectáculo del catálogo de Darren Aronofsky (Requiem for a Dream, Black Swan) que no tiene miedo en entretenernos con los elementos del cine épico. Desde muy niño Aronofsky añoraba realizarla. Por eso es tentadora. Va más allá. Al cielo. Y es que, la visión que tiene sobre el «Arca de Noé», con todo el derrame de efectos visuales, toca la sensibilidad -en un contexto humanista- con el propósito de crear escepticismo. Incluso, me veo en la necesidad de llamarla fantasía -al estilo J.R.R Tolkien- porque esto es una épica adaptada de las raíces de la ficción del antiguo testamento, pero siendo reescrita. No hay nada raro en este retrato. Todo el mundo lo conoce: en un pasado remoto, alejado del tiempo y plagado por alucinaciones, seguimos el camino de Noé (Russell Crowe). Quizás, no sea tan sabio, pero este viejo-semi-ermitaño vive con su esposa, Naameh (Jennifer Connelly), y sus hijos, en una tierra desolada donde los humanos se comen unos con otros. En ese entonces, cuando comienza a tener visiones apocalípticas sobre el fin del mundo, se da cuenta de que su «creador» le ha enviado señales para salvar a las especies agraciadas y así reconstruir todo desde cero. ¿Por qué? No sé. No hay lugar en el tiempo para ubicar el desenvolvimiento de esta historia. No sabemos donde están. ¿En qué planeta? Quizás este. Sin embargo, pienso que podría estar situada miles de años en el futuro o miles de años en el pasado; Aronofsky lo deja al acecho del espectador y recurre a la elipsis para fragmentar la cronología de las escenas. Las actuaciones en esos planos son magistrales; gracias a Jennifer Connelly y a un soberbio Russell Crowe. Oscurecen totalmente otras interpretaciones como la de Emma Watson o la del mismo Anthony Hopkins, el cual interpreta a Matusalén. Aronofsky no muestra a Noé como se describe en el texto bíblico, sino como un personaje de naturaleza complicada que se alimenta de la culpa de una fe bizarra para realizar cualquier cosa que su creador le dicte. Está lleno de dudas, pero su psicología compleja y su convicción le permiten avanzar a pasos sagaces como un antihéroe. Incluso la evolución de Darwin y el creacionismo son puestos a prueba en una secuencia espectacular que dice: «Dios creó al universo en siete días, pero quizás ese tiempo de creación de siete días, para nosotros puede significar millones de millones de años.»Para algunos será el beneficio de la duda, y aunque los temas están ahí -misoginia, ince sto, cólera, justicia, misericordia, gracia divina, familia, guerras, descontrol, amor, desastre- es una película con una alegoría política sobre el descontrol que ha causado la enfermedad humana en la sociedad contemporánea. El bien que deshacemos y el mal que hacemos, es culpa nuestra; y ya que Noah deja abierta muchas interrogantes, me conformo con decir que al final de la humanidad hay un arcoíris de esperanza – nunca es tarde para empezar de nuevo. Prepárate para el diluvio del blockbuster.

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