Jornadas de silencio

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EL AUTOR es médico y abogado. Reside en Santo Domingo

Sólo el silencio es grandioso; todo lo demás es debilidad.  Alfredo de Vigny                                              

 Se entiende que el hombre, como ente esencialmente sociable, se relaciona con los demás, básicamente, a través del lenguaje. Mediante la comunicación da a conocer sus pensamientos, sus inquietudes, sus propósitos, sus proyectos, sus ansiedades, sus temores, sus augurios, sus deseos, sus gustos, sus desagrados, etc

. Sin embargo, por locuaz que sea una persona, muy difícilmente externa todo cuanto tiene en su mente. Ya sea porque se le enseñara de niño que no se dice todo lo que se sabe o porque haya tenido experiencias desagradables por hablar de más.

        ¿Cabría, entonces, considerar normal que entre cónyuges o amigos íntimos se oculten ciertas cosas? A mí me parece que esa no es la esencia del planteamiento. Lo que es razonablemente aceptable que se oculte no es lo que se sabe, sino lo que se piensa de eso. La valoración íntima de algo no tiene que ser materia de divulgación. En todo caso, la idea es que la lengua no sea nunca más rápida que el pensamiento, que no constituya una fuente de escape constante, inevitable e incontrolable. Que sirva para expresar lo que se desee, como se desee y cuando se desee.

        Para muchos, la lengua es un órgano irrefrenable que vacía a su antojo cuanto pensamiento llegue al cerebro del individuo. Les resulta difícil permanecer callados; todo tienen que hablarlo. Son personas que prefieren rechazar una oferta de cualquier tipo para permanecer callados, simplemente porque no pueden hacerlo.

 El hablar todo cuanto piensan, sospechan, imaginan o se enteran es para ellos el mayor de los placeres. Naturalmente, este tipo de personas con frecuencia se encuentran envueltas en enredos y muchos los evitan por considerarlos chismosos.

        ¿Por qué surge el chisme, si hasta los chismosos pregonan que no les gusta? ¿Son chismosos los que cuentan o los que oyen? ¿Son ambos? ¿Quién lo es más?

        “A mí no me gusta el chisme –dicen algunos-, pero me entretiene”. Otros señalan que ante la presencia de chismosos hay que cerrar la boca, pero aguzar los oídos.

        Por fortuna, la labor del chismoso es solo contar lo que vio, lo que oyó, lo que presume, lo que a su vez le contaron, sin meditarlo, sin elaborar juicios, tan rústico como llegó a su conocimiento. Más peligrosos son los que toman la información, la depuran, la maquillan, la barnizan, la deforman, la lubrican y, finalmente, analizan de qué manera pueden sacar el mayor provecho a su uso.

        ¿Existe alguna forma de corregir la tendencia a la palabra impensada, a la repetición de noticias, de rumores, al juicio superficial, a la respuesta impulsiva, a la ofensa verbal, a la paranoia de las sombras?  Sí, existe.

        ¿Cuál es ese remedio corrector, efectivo, preventivo, aislante, defensivo, insulso talvez, pero genuino? Las jornadas de silencio.

        ¿Pero qué son concretamente las jornadas de silencio?

        No consisten en posiciones estáticas, pasivas, frías, sencillas, de apretar los dientes y cerrar la boca para aprisionar la lengua e inmovilizarla. Es mucho más que eso. Es una labor esencialmente dinámica, reflexiva, donde se depuran los pensamientos, se analizan, se trituran, se hierven, se enfrían, se cuelan y después se vierten, pero no hacia fuera, sino hacia el interior.

        ¿Por qué es importante su práctica?

        Por muchas razones a la vez. Si se calla cuando es preciso, se evitarán muchos conflictos. Al evitar conflictos se vive más tranquilo y en paz, con los demás y consigo mismo. Y son tantos los beneficios de vivir en paz, que vale la pena hacer cualquier sacrificio para lograrlo.

Con la labor reflexiva de las jornadas de silencio se aprende a usar la mente mucho antes que la lengua. El uso de la lengua se convierte, entonces, en el resultado de una acción voluntaria sosegada y pensada. Como consecuencia, se darán a conocer, únicamente y sin prisa, los pensamientos que se decidan y después de depurados. Los demás serán utilizados para el auto-consumo, y nada más.

                Acostúmbrate a realizar jornadas de silencio. El silencio es el único amigo que jamás traiciona» (Anónimo).

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Andres Herrera
Andres Herrera
9 meses hace

Un articulo sin desperdicio y muy oportuno.Todos deberiamos poner en practica esa valiosa arma,la jornada de silencio .
Gracias Doctor.