¿Hemos experimentado un cambio genuino?
No es posible bañarse dos veces en el mismo río, porque nuevas aguas corren siempre sobre ti, expresó el eminente filósofo Heráclito, padre de la dialéctica, aludiendo que en la naturaleza, lo único absoluto es el cambio, un principio con el cual muchos estamos de acuerdo. No obstante, existen ciertas características en la sociedad dominicana que parecen inmutables, intrínsecas a ellas mismas, expresado de otra manera, que solo se transforman, al igual que la materia o la energía.
Partiendo de los últimos resultados de la encuesta Gallup, algunos planteamos que en ella existen algunas discrepancias, aunque, debo aclarar, que no me inscribo dentro de los que desacreditan la encuesta, puesto que creo que se ha ganado la credibilidad de la que hoy goza, como fruto de los buenos resultados que ha mostrado a través de los años. Retornando a los números de la medición, donde expresa que la mayor parte de la población considera que sus mayores preocupaciones son el alto costo de la vida y la inseguridad ciudadana.
De igual forma, los encuestados dicen que su situación personal ha empeorado en los últimos 3 años, asimismo manifiestan, que el país va por mal camino. Sin embargo, cuando les preguntan sobre el presidente, ellos consideran que este debe continuar, y su aprobación se eleva a un 70%.
Pregunto: ¿acaso no es responsabilidad del gobierno la seguridad nacional y el control de precios? Hasta donde tenemos entendido, la respuesta es afirmativa.
Debo expresar que estos datos, dada su notable incoherencia, despertaron en mí (un joven estudiante de ciencias políticas, inquieto por autonomasia) el deseo de investigar si este comportamiento de la sociedad dominicana tiene antecedentes. Esto me llevó a analizar el fenómeno desde una perspectiva sociológica.
Tenemos necesariamente que ubicarnos en medio de la dictadura trujillista que se mantuvo durante 31 años. En aquella época histórica, Trujillo estuvo entre las principales 6 personas en el mundo con más dinero, lo cual era lógico, porque el país le pertenecía. Al momento de su muerte, existían 111 empresas de su propiedad. Como todo régimen, para perdurar en el tiempo, debía aplicar acciones autoritarias, como, por ejemplo, perseguir a quienes se oponían a esa forma de gobierno. De igual manera, se llevaban a cabo expropiaciones de las pertenencias de las personas si Trujillo lo consideraba necesario (entre otros elementos negativos que conocemos).
En 1991, Juan Bosch recordaba haber advertido a otros exiliados revolucionarios que se embarcaron en una invasión a la República Dominicana a finales de 1950 que estaban equivocados si pensaban que solo enfrentarían al ejército del sátrapa y a nadie más. En adición a los soldados, tendrían que combatir a los campesinos. El campesinado enfrentó a los patriotas que combatieron al déspota, y en muchos casos, fueron ellos quienes entregaban a los guerrilleros.
Paralelamente, debemos recordar que el 30 de mayo de 1961, cuando el pueblo se enteró de que le habían dado muerte al dictador, un segmento importante de la ciudadanía salió a las calles en una evidente actitud de lamento. Algunas expresiones fueron: «¡Ay, lo mataron! ¡Ay, lo mataron! ¡Mataron al jefe…! ¡Ay, qué será ahora del país! ¡Esto será una desgracia!»
Debo aclarar que no intento manifestar que estamos en una dictadura, no, esos tiempos pasaron. Ese respaldo del trujillismo en las capas bajas del país y parte de las clases medias y altas se debió a las medidas populistas que implementó el régimen, como también se hace en el presente, poniendo en marcha un sinnúmero de incentivos sociales en medio de la campaña para ganar el favor del votante. Lo lamentable es que esa asistencia es suficiente para que algunos olviden el tiempo previo de calamidad por el que atravesaron.
En síntesis, la dinámica de nuestra sociedad sugiere que no ha experimentado una transformación significativa; persistimos en la tendencia de abrazar a aquellos que, paradójicamente, representan nuestra opresión, en lugar de explorar vías alternativas que promuevan genuinamente nuestro avance colectivo.
Por último, planteo una interrogante que requiere una profunda reflexión: ¿Hemos experimentado un cambio genuino?