Eduardo Dauhajre: Los valientes andan solos

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EL AUTOR es escritor. Reside en Uruguay.

Un vaquero provoca una pelea en un bar para que lo lleven preso y así poder reunirse con su mejor amigo a quien le propone fugarse; rompe los barrotes de la cárcel con una sierra escondida en los talones del zapato y se escapa reiniciando su vida emancipado:  es un hombre que ama la libertad sobre todas las cosas, duerme sobre las arenas de los desiertos, se despreocupa del resto del mundo;  su existencia está  ajena al avance del progreso, al nacimiento de una nación que en las ciudades levantaba rascacielos. Así empieza la película “Los valientes andan solos”, del director David Miller, una joya cinematográfica con la que Salvador Marra estaba dando apertura al Cine Alba-Mirian, el que posteriormente sería adquirido por Eduardo Dauhajre,

Aquella noche, yo, un jovencito que no había cumplido los 12 años, fui al estreno de ese cine y disfruté un millón las aventuras del cowboy perseguido por el sheriff (Walter Matthau) en ese cine que también se convertiría en el ícono de mi barrio. Allí tuve mi primera experiencia en un cine-fórum, dirigido por José Danilo Domínguez y los liceales de la época, con la película “El Evangelio Según San Mateo”, de Pier Paolo Pasolini; quedé fascinado por las discusiones entre esos jóvenes  aristotélicos sobre temas que yo desconocía absolutamente.

Transcurría la década del 60. Los estadounidenses invadieron la República y tras su retirada dejaron una gran frustración entre la juventud  que se viò derrotada en el plano militar.

Al iniciarse el período de la post guerra, José Danilo Domínguez me presentó a Eduardo Dauhajre asignándome la tarea de llevarle el semanario El Popular y posteriormente el HLC, y recibir de sus manos las colaboraciones económicas que todos los meses le aportaba al movimiento revolucionario.

Hoy, al levantarme, me sorprende la noticia de que Dauhajre ha muerto.

¿Por qué sorprenderse uno cuando muere una persona? La muerte no debe ser sorpresa para nadie porque todos vamos a morir. Así ha sido desde que aparecieron los primates y los monos antropoides que luego se transformaron en hombre hace 70 millones de años. Lo aclara también la Ley de la negación de la negación: Todo nace, crece, se desarrolla y se transforma.

La vida y la muerte van pegadas. Es la lucha entre lo viejo y lo nuevo.  Che Guevara, símbolo del hombre valiente que no titubeó al dejar la comodidad de un Ministerio ni el respeto de un pueblo que lo amaba para ponerse la mochila al hombro e irse a cruzar ríos, caminando entre montañas y poblaciones, a reivindicar a los oprimidos que sufrían injusticias, escribió una vez: “En cualquier lugar y en cualquier momento que me sorprenda la muerte, bienvenida sea”.

Así ha sido y así será infinitamente. Hay un momento en la vida del ser humano en que la muerte se hace inevitable, sin importar que el sujeto sea creyente o ateo, honesto o malandrín, rico o pobre, hacendoso o vago, villano o patriota. La Ley de la naturaleza es la Ley y a todos alcanza por igual. Sin embargo, los hombres no abandonamos la costumbre de sorprendemos ante la presencia de la muerte.

Para la filosofía existencialista la vida es un absurdo. Y para Friedrich Nietzsche por boca de su personaje Zaratustra, el hombre es una cuerda tendida sobre un abismo

Desde que José Danilo me presentó a Eduardo Dauhajre aquella mañana del caluroso “invierno” sanjuanero, establecimos una cálida relación y lo distinguí como se distingue a un amigo. Y el también. No sé cuántos años tenía porque la edad es un tema que entre dominicanos nunca se toca; tampoco sé la enfermedad que padecía. Sé que sus ancestros eran libaneses de los que emigraron a la República Dominicana a principios del siglo XX.  Estaba considerado entre las 100 personalidades más influyentes de San Juan de la Maguana. También sé que era (como casi todo buen descendiente de libaneses, árabes, judíos o palestinos) comerciante: Desde joven tuvo una tienda de tejidos en la avenida principal de nuestro pueblo y fue dueño de las únicas tres salas de cine que había en la ciudad; llegó a ser gobernador cuando la República entró en democracia después de la dictadura de 12 años de Joaquín Balaguer. Fue diputado y cónsul en Miami. Colaboró con todas las causas progresistas, sociales y políticas; fue entusiasta promotor del deporte, comentarista radial y soñó la creación de un polo turístico que aún está esperando el valle de San Juan.

Asocio el recuerdo de Eduardo Dauhajre con aquel western de David Miller (Los valientes andan solos) protagonizado por Kirk Douglas y Michael Kane, que sirvió para inaugurar el cine Alba-Mirian porque durante años fue tema de conversación entre nosotros. Ocasionalmente colaboré con él en la selección de películas de autor para sus cines y me dio privilegio para organizar cines fórum en el Antonieta y en el Cinema-Purita, los otros teatros de su propiedad.

El amigo se va, como se han ido otros de su estirpe.  Deja los recuerdos de los buenos momentos compartidos y las huellas positivas en su paso por la vida.

 

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