Cavando su propia tumba

Hace ya muchos años que la prensa dominicana dejó de denunciar los abusos y crímenes de un gobierno, empresa o entidad y se convirtió en cómplice de estos por la vía de omisión, encubrimiento mutuo o franca desinformación. Igual aconteció en casi todas partes del mundo aunque no en igual medida.
Emisoras, periódicos y canales de TV por igual trivializan asuntos serios, distorsionan intencionalmente temas espinosos, fomentan la chercha interminable, la banalización erotizada y se congratulan entre sí de cuan astutos, sabios y aprovechados han sido.
Esta metamorfosis de la prensa es al cuerpo social moderno igual o muy parecida al efecto que produjo en nuestras generaciones la supresión del griego y del latín en la educación. Antes como ahora, están equivocados y no lo saben.
Casi lo único que no se ha globalizado en la economía dominicana es precisamente la propiedad de los medios de comunicación. ¿Por y para qué? Para ser usados como medio e instrumento de poder político y social. Nunca fue un asunto de rentabilidad económica sino de posicionamiento. Aparentemente ha funcionado muy bien. Pero están equivocados.
A medida que los dueños de medios empezaron a utilizarlos para los fines ya descritos, todo el ejercicio del periodismo sufrió una transformación profunda y fatal que privó a la sociedad de orientadores y comunicadores y la entregó a manos de charlatanes que se han enriquecido cobrando a manos llenas, a veces por decir lo que alguien quiere y con mayor frecuencia para callar lo que otro no quiere que se diga.
Toda la falta de contenido derivada de esta práctica fue llenada con basura, chismes, halagos y flatulencias literarias. Con esto, muchos se han enriquecido y muchísimos más se han embrutecido.
ENTRAMADO DE INTERESES
El sistema político que vivía su propia degeneración, en compleja sinergia con la situación de los medios, apuró el ritmo y a la vez se nutrió extensamente del proceso. Entre sistema político y prensa se ha tejido un entramado de intereses, complicidades bochornosas y ausencias que, a no dudarlo, precipitaron la bancarrota de la nación dominicana y no han dejado institución ni poder público a salvo. Iglesia, justicia, policía, prensa, familia, partidos, etc. todo está en crisis, todo sin credibilidad y casi todos pretendiendo que no es así.
Al abdicar su papel en busca de ventajas transitorias y coyunturales los dueños de medios y una legión de periodistas favorecieron y de hecho apresuraron el proceso de deconstrucción de la nación dominicana o lo que fuera que hubiera de esta. Ahora entre sicarios, locos, estúpidos, cobardes y charlatanes la situación es que todos, ricos y pobres, nos hemos quedado sin país. El que teníamos no existe.
Un hombre indignado, refiriéndose a la desastrosa situación en que se encuentra el país y comparándola con el desempeño de la prensa, le decía a un amigo el sábado 10 de may “este es un gobierno de periódicos”. Me pareció muy buena, acertada y justa la frase y me hizo recordar hace algunos años la expresión de un coronel que en mi presencia escuchaba impávido un informe del entonces secretario técnico de la presidencia consignando lo bien que, según él, estaban las cosas: “Será en su casa”, estalló aquel hombre.
Todos nos hemos quedado sin país y todos tenemos algo de culpa en ello; algunos por perversidad y otros por incompetencia o negligencia, pero no se crean los ricos que les irá mejor. Todo lo que no se ha hecho en este país se hará. Todo el orden y la justicia que no seamos capaces de instrumentar nosotros, vendrá de cualquier manera y habremos de someternos a ello. No es una amenaza y si lo fuera tampoco sería en vano.
FUNEBRE LABOR
Los dueños de medios de comunicación de este país cavan su propia tumba, aunque es justo decirl no están solos en tan fúnebre labor. Sus medios, y la independencia de la que habrán de presumir más adelante, es indefendible e insostenible. Por ahora, pueden aplastar nombres, reputaciones, verdades y hechos y lo hacen, pero, más adelante serán a su vez aplastados aunque no se lo crean ahora y eso, mucho antes que yo, ya lo había establecido J.K. Galbraith en su libro “La Cultura de la Satisfacción”.
Cabe empero recordarle a nuestros empresarios, sobre todo a los más exitosos: aquí y en el extranjero son millonarios pero solamente son don fulano. En cualquier otro país del mundo son solamente un millonario más y nadie le dispensará las cortesías y consideraciones especiales que en este, su antiguo país, todavía disfrutan. Cuando tengan que, por inseguridad personal, jurídica o financiera irse, también ellos habrán fracasado porque también ellos se quedaron sin país.
Esa prensa que, con el gobierno, los empresarios y la fauna política dice y proclama que todo está bien, ha llegado a creérselo. Las apariencias sustituyen la sustancia. Todo es forma y nada es contenido. Todos viven la misma mentira. Nadie le hará caso a esto que digo. Y lo sé, pero que nadie alegue después que no se lo dijeron.

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