¡Una nueva ley policial! ¿para qué? (1 de 3)
Pregunto ¿cómo saber si la ley institucional de la Policía Nacional 96-04 era buena o mala, si nunca se aplicó? ¿quién garantizará que se cumpla la nueva ley aprobada, si nunca se cumplió la anterior?
La moribunda ley, 96-04 es mejor y más garantista en derechos para policías y ciudadanos que la recién ley aprobada. Sin temor a dudas, afirmo que los legisladores y críticos no la estudiaron ni la compararon con la nueva ley propuesta y aprobada. Ciertamente pudo ser mejorada en una simple y sencilla modificación y no una sustitución por una nueva totalmente diferente y menos vanguardista; ignorando por completo todo lo trabajado en la anterior legislación.
Para nadie es un secreto que es incalculable lo que se ha gastado en viajes, dietas, debates, asesores y publicidad, como diría, De Buena Tinta “Bulto, allante y movimiento” para entretener a la población con esta sazonada ley; “considerada dizque una reforma policial” y como panacea para resolver el problema de la inseguridad y la violencia; recursos que bien habrían servido para equipar a la policía y mejorar su función.
Una nueva ley que solo toca dos instituciones, es parte de una reforma, pero para nada es garantía de reformar todo un sistema que compete al conjunto de las instituciones del Estado. Ya que, la responsabilidad de la seguridad pública o la seguridad humana, corresponde a todo el conglomerado social, instituciones públicas y privadas.
La función policial es muy compleja y difícil. Para el Zorro y más exitoso político dominicano y “Padre de la democracia moderna” Joaquín Balaguer, la función policial era la más complicada de la administración pública.
Todos opinan y critican en base a una u otra experiencia furtiva o embarazosa vivida con la policía. Algo que si se quiere podemos aprobar en razón y derecho a exponer sus puntos de vistas que pueden ser validos y ciertos. Pero de ahí a creerse expertos clarividentes en manejar el tema policial en esencia, hay una gran distancia y aun mayor distancia, de la solución al problema de la inseguridad y todo el fenómeno de la violencia.
Lo peor de toda esta controversia es que los medios y sus comunicadores en su gran mayoría son parte de ese juego desinformativo y de confusiones que hace más complejo el problema.
Con quejas y criticas muy bien podemos ayudar a hacer conciencia sobre un problema tan grave y tormentoso como este que intranquiliza el conjunto de la sociedad. Pero, eso para nada solucionará dicho conflicto. A excepción de la implementación del 911 las medidas o acciones tomadas para resolver este funesto panorama son repetitivas y fallidas, que bien podríamos compararlas con afanes de cada periodo de cualquier tradición anual; o sea, como una obra de temporada.
Hemos propuesto repetidas veces durante dos décadas (de lo que hay un libro, algunos ensayos y miles de artículos publicados, como ejemplo, de nuestra autoría) la necesidad urgente de una cumbre abierta con verdaderos expertos que puedan establecer soluciones, entre ellos: psicólogos, sociólogos, psiquiatras, criminalistas, criminólogos, antropólogos en las áreas forenses. Además ingenieros en tránsito y transporte, cartógrafos; juristas penalistas, civilistas y constitucionalistas; por últimos policiólogos, entre otros.
- Primero para estudiar dicha la problemática de cada conflicto social que consecuentemente produce la inseguridad, la violencia y los crímenes; es obligatoriedad dar un enfoque criminológico de manera transversal al tema en cuestión; (La Criminología es una ciencia empírica inter y multidisciplinar que tiene como objeto de estudio el delito, el delincuente, la víctima y el control social, con el objetivo de prevenir el delito e intervenir sobre todas sus dimensiones).
- Segundo, establecer las políticas públicas correspondientes.
- Tercero, clasificar las estrategias adecuadas.
- Cuarto, disponer los recursos económicos y materiales que respalden cada medida propuesta.
- Quinto, implantar los procesos de depuración, capacitación, clasificación de los recursos humanos por especialidad y no solo le compete a los policías, sino, a todos los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley; jueces, fiscales, policías, colaboradores, etc. (sistema de justicia completo). Todo ello, con estricto control de disciplina y doctrina ética, como camisa de fuerza para cumplir cada quien con su misión preventiva y de salvaguarda de la paz y tranquilidad social (seguridad humana).
La justicia en todo el conjunto como sistema judicial dominicano es la columna vertebral o el punto de partida, para dar respuestas ha esta crisis axiológica y de hechos punitivos impunes que vivimos. La corrupción y la impunidad son la principal amenaza para la gobernabilidad. La inseguridad y la violencia, sus mayores síntomas. Sin una justicia fuerte, eficiente e independiente es imposible establecer régimen de consecuencias para los violadores de la ley.
La policía será el brazo fuerte de la justicia y la principal garante de hacer cumplir la ley y las sanciones a los violadores. Pero, de ahí a tener la solución de las demandas a los poderes del Estado, nada que ver. Y el tema de la seguridad humana es un tema netamente de políticas públicas y no compete únicamente a la policía. La policía es la peor pagada de las instituciones públicas; es una cenicienta que vive marginada y la más estigmatizada, lo que la hace la más vulnerable, sin embargo, es a la que más se le exige y critica. Ninguna solución a los conflictos de la sociedad es fácil y el problema de la inseguridad y la violencia de por sí ya es complejo.
El articulista estadounidense, Andy Rooriey, cita en el libro “La Policía en las Relaciones Comunitarias”, lo que considera su utopía de un “Policía perfecto”. Describe las cualidades que considera esenciales en un agente de policía ideal, concluyendo que “si un ser humano tuviese los atributos necesarios para ser el policía perfecto y anhelado por toda sociedad, probablemente se dedicaría a otra cosa. Le sería más fácil ser presidente”.
Cuando observamos a lo interno de la Policía Nacional, pocas veces se ve más allá de los agentes que incurren en las malas actuaciones, sin tomar en cuenta que éstos sólo alcanzan un % mínimo de la totalidad del cuerpo policial, pero, realmente son la mayoría de los que dirigen, que son los más influyentes en el deterioro ético-moral que vivimos.
Tomado de una revista policial venezolana, y no precisa su autor. Cito versión aplatanada de: La realidad que vive el policía “El policía debe ser un sacerdote, un bombero, un trabajador social, un Félix Sánchez, un Marcos Díaz, un diplomático, un caballero, un médico, un psicólogo, un amigo, un abogado, un robot laborando 24/7 y sin derechos, es decir, debe ser un héroe, y por supuesto también tendrá que ser un genio porque debe alimentar a su familia y subsistir con el sueldo de un policía.” (US140 dólares, una cuarta parte del salario promedio en América Latina que son US550 dólares, y para colmo, también lo gana un policía haitiano del país más pobre del hemisferio).
Que vergüenza… Es obligado preguntarse ¿Y dónde está el orgullo de nuestros gobernantes progresistas que alardean tanto de crecimiento y mejoramiento?
Ojalá no esperemos el colapso para lograr resultados positivos, pues, decía Albert Einstein “Cuanto más grande es el caos, más cerca está la solución”.
JPM

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