Un merecido Premio Nacional de Literatura 2017
Federico Henríquez Gratereaux es, en mi humilde opinión, el mayor y mejor -¡libra por libra!, como se diría en el argot boxístico- ensayista vivo que tiene el país. La calidad y hondura de su producción ensayística, literaria, periodistica, histórica y cultural habla – ¡y se defiende!- por sí sola, pues se pasea por lo nacional, como fuente inagotable de nuestra idiosincrasia, que a la vez eleva a lo universal con impecable manejo lingüístico y solidez intelectual.
Y algo muy cierto en él: no es vitrina de saberes indemostrables –vale decir, que no pueda demostrar- ya en coloquio cotidiano, en artículos periodísticos o en la exquisita cátedra televisiva (¡aquellos Trialogos inolvidables!).
Leerlo, desde sus libros (la patria histórica-cultural, folklórica y sociológica), o más diariamente, desde sus artículos periodísticos, es una aventura maravillosa hacia un viaje infinito que nos convoca al deleite de la historia universal, la literatura, la filosofía y hasta lo esotérico, sin dejar de asomarse, por supuesto, a la política vernácula u universal desde la retina iluminada de un libre pensador que pinta, con genio sin igual, humor o sarcasmo, los derroteros de ese oficio, mitad cordura, mitad locura, que es la política y su ejercicio.
Y en ese terreno -o tierra movediza- es un acuarelista de primera, pues sabe dejar sus trazos de siluetas multicolores y fisonomías que se bifurcan en hazañas –por ejemplo, la de Danilo Medina que, en su decir “…prefirió [airoso] remar sobre una canoa en el Canal de la Mona” (Periódico Hoy, 5/5/2011, para radiografiar el recorrido histórico-político de su proyecto presidencial, con énfasis en el 2007- y piruetas de políticos inverosímiles o macondianos.
Hay, en su impecable prosa, la búsqueda constante del humor, la ironía y la historia, unas veces para hacer reír, y otras para edificar sobre el porvenir y sus desafíos en lontananza: por ejemplo, Haití y el trujillismo sutil, pero persistente, que aún, en algún recodo de nuestra realidad socio-política-cultural y periodistica actual, respira y aspira.
Se diría que don Federico quisiera que, como país, saltemos –no como “saltacocote”- a otro estadio de civilidad política-cultural, pero, al mismo tiempo -lo sabe e intuye-: el subdesarrollo nuestro no es solo material, si no, y más que todo, mental y politiquero (si no, cómo explicar el juego de Ping Pong –de nuestra clase política- con la ley de partidos políticos, la reforma a la ley electoral y la ley de Garantías Electorales).
Ese jueguito, de conveniencia reciproca entre esos “aparatos” y sus jerarquías o caciques, es demasiado ostensible. Es más, es pura burla (pues, de ellos –de esos partidos de dedocracia, nadie las quiere, quizás, por camisa de fuerza).
Y no hay argumento ético, válido o no, que roce, siquiera mínimamente, la justeza y la oportuna adjudicación del premio a un hombre público y escritor cuyas únicas herramientas -de sustento y presentación- han sido la palabra –bien escrita- y la dedicación a un oficio, el de escritor y periodista, que lo ha ejercido sin mácula y apegado a una ética ciudadana a toda prueba.
Entonces, ¿qué más que calidad ensayística, fino humor e ironía para desentrañar y exorcizar los demonios, los prejuicios, los complejos y el mosaico étnico-cultural de un ente social, folklórico y político –el dominicano- tan bellaco, indomesticable y bullanguero? ¿O acaso, su obra ensayística no es, en parte, un retrato fiel de esa mescolanza étnica-socio-cultural que nos define?
Yo no sé si exagero, pero don Federico Henríquez Gratereaux es referente intelectual doble: la que él mismo se ha labrado –sin amuleto de ningún ancestro, y por la calidad de su obra- y el legado biológico-cultural de su estirpe familiar que se esparce, desde donFrancisco Henríquez y Carvajal y su vástago Pedro Henrique Ureña– por todo el continente con prístina clarividencia, excelsa poética, filología, pedagogía y presencia histórica-nacional. Sin duda, una conjugación multifacética de difícil y escasísima coincidencia.
Por último, felicito al merecido escritor que acaba de recibir, en buena lid, el Premio Nacional de Literatura 2017, al jurado, por la justeza y justificación de su elección, al Ministerio de Cultura y de Educación; pero, sobre todo, al país por haber sido cuna y cobijo de un hombre universal que nos distingue y enorgullece a todos: Don Federico Henríquez Gratereaux. ¡Enhorabuena!
JPM
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 Comments
Nuevos

Trump elige a Susie Wiles como jefa del gabinete en Casa Blanca
Abinader entrega muelles en Río San Juan y Cabrera para la pesca
Primer Ministro Haití seguirá en Puerto Rico, su futuro es incierto
Denuncia falta transparencia en manejo de los recursos públicos
Empleo formal en RD: ¿contamos la historia completa? (OPINIÓN)
Leonel confía en un 2026 de progreso para la R. Dominicana
Centrales sindicales dicen hay intento desconocer la cesantía
Acuerdan «fortalecer la alianza» entre los EEUU y Honduras
SNS investiga colapso de techo hospital que construye en Azua
Framber Valdez entre agentes libres más cotizados sin firma
Una reflexión decembrina
EE.UU. empieza a tomar fotos y datos biométricos de pasajeros
Tormenta nieve afecta vuelos salen de RD a Estados Unidos















