Reciente Cumbre demuestra todavía se puede mantener la esperanza

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

Los problemas ancestrales de los países sub-desarrollados no se pueden solucionar con una cumbre de un par de días. Regularmente en estos encuentros se pasa revista a la situación general, se hacen recomendaciones y se dan seguridades de que todo va a mejorar.

La realidad es que después que termina una Cumbre, todo lo que se habla se convierte en papeles de biblioteca. Prácticamente ninguna cumbre ha logrado convertir en realidad los temas de su declaración final. Es que la crisis de latino-américa no es de soluciones teóricas, mientras se saborea  una taza de café.

Es común para todos los países del continente el hambre, la miseria, la explotación y la desesperación de los que en el pasado reciente tomaron   una lucha armada que sólo sirvió para abonar las montañas con  sacrificados sin nombres. Los cambios son necesarios, pero ya.

Lo primero que hay que cambiar es la mentalidad de la mujer y el hombre latinoamericano, para que esté consciente de sus necesidades y la forma de lucha que va a transitar para buscar soluciones. Debe rechazar a los encantadores de masas, que solo busca obtener su apoyo por un día electoral.

La constante en estos países, incluyendo a la República Dominicana, es que se ha vivido más bajo el signo opresor de la dictadura, que del respeto en   democracia. El llamado gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, no pasa de ser una frase histórica de un discurso en plena guerra civil norteamericana.

El sueño eterno de los dominicanos ha sido vivir en un país donde se respete el derecho a la vida, donde abunde la comida, que la educación llegue a toda la población y que se pueda controlar la carga pesarosa del analfabetismo. Sin una masiva creación de empleos, ningún país logra el desarrollo.

La gran brecha social se ahonda en el país. Hay más pobres y un puñado de ricos tradicionales, que en verdad son los que tienen mayor acceso al sistema productivo. La miseria rebota en un campo minado, de donde para un hijo de la calle, es difícil, por no decir imposible, dar el salto social.

La reciente Cumbre celebrada en Santo Domingo demuestra que todavía se puede mantener la esperanza. Hay gobiernos de nuevo pensamiento progresista, fuera de las ideologías de antaño, que plantean cambios sociales, con una simbiosis entre los poderosos y los desarrapados.

El desarrollo es una labor de todos, donde  cada cual hará su aporte de acuerdo a sus posibilidades y limitaciones. Lo importante es que  la educación, la comida, la salud, el derecho a la vida, se comiencen  a implementar desde ahora, por una vía civilizada  y democrática.

jpm-am

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