¿Por qué los intelectuales de RD odian a su nación?

Las
pruebas contundentes

El 3 de
marzo del 2007, las páginas del Listín
Diario publicaron un despacho en el cual el entonces embajador dominicano
en Haití, don José Serrulle anunciaba
que “en
un mediano plazo Haití y República Dominicana terminarán por ser dos Estados
federados debido a la creciente integración de los dos países».
Un vez más
el país era víctima de sus declaraciones extravagantes. En sus ocurrencias, presentaba la defensa de
los intereses dominicanos como un deseo de confrontación. No tenemos derecho a
defender nuestra independencia tildada de prejuicio por este señor.

El actual embajador Rubén Silié llegó aún más lejos, calificó a todo el pueblo
dominicano como una nación que vive “en
un estado de alienación psicótica”
. Según el flamante embajador andamos tan
mal de nuestras mentes colectivas que “no somos conscientes de que somos racistas”
(Véase Acento, 20/11/13). Luego se
despachó con una invención política. Se definió como “un ciudadano de la isla”; se trasladó doscientos años en el túnel
tiempo, a un período pre nacional, y se definió como un “cimarrón”.

En las consideraciones del diplomático,
plagadas de resentimiento, se echa de
ver la idea de que la propia existencia de la República Dominicana como país
diferenciado de Haití es fruto del prejuicio racial. Pero
en el África, donde todos son
negros hay naciones distintas y rivales, celosas de su identidad. La cultura
negra no existe. Existe la cultura ruandesa, senegalesa, camerunesa etcétera.
La raza no elimina las naciones. Y, desde luego, tampoco hay una cultura
blanca,

Martí decía que los negros habían vivido
demasiado tiempo en la esclavitud para entrar voluntariamente en la esclavitud del color. En
“la séptima conferencia para el estudio
de la diáspora africana”,
el embajador dominicano, se definió como “un negro de
la isla”.
Dicho esto, no resulta extraño que imagine una patria común para esa
diáspora africana. Que invoque una especie de sionismo negro. Una especie de
esencialismo racial que elimine quinientos años de historia, de hispanidad, de
socialización y de mestizaje.

Que conste: proclamo mi admiración por
muchas de las culturas africanas. En ese continente, hay más de tres mil lenguas distintas, y la mayor diversidad
de identidades del planeta. Admiro la extraordinaria arquitectura de Zanzíbar,
en Tanzania; las esculturas ifes de Nigeria; la refinadísima música de la Cora del Senegal; las
máscaras de África del sur que inspiraron a Braque, a Matisse y a Picasso, y trajeron el cubismo. Admiro, igualmente, a los grandes creadores de
la música en África. A Fela Kiti, a Papa Wemba, a Miriam Makeba, la
extraordinaria creadora del Pata Pata; todos artistas fuera de serie.

La admiración que profeso por las artes
africanas, no debe hacerme despreciar mi propia tradición ni ha de conducirme a
ignorar mi propia cultura. La identidad
dominicana no está basada en la raza. Dominicano
es más que blanco, más que negro y más que mulato. Sobre categoría superior
de la conciencia fundó su ideario el padre de la patria Juan Pablo Duarte.

El 5 de noviembre del 2013 un grupo de intelectuales encabezados por don Juan
Bolívar Díaz, Carmen Amelia Cedeño, el economista Miguel Ceara Hatton, monseñor
Julio César Holguín, la diputada Guadalupe Valdez y otros formaron un Comité
para luchar contra la Sentencia TC168/13. Dieron a conocer un amplio documento
firmado por políticos, empresarios, periodistas e intelectuales que han
decidido apoyar las imputaciones que nos hace el CIDH, las acusaciones de las
ONG y del Gobierno haitiano ante el CARICOM, la Unión Europea y ante los
organismos internacionales. Instrumentos del intervencionismo internacional.

El odio a lo dominicano ha llegado tan
lejos que para el martes 21 octubre la Universidad Autónoma de Santo Domingo y
sus altas autoridades promueven un homenaje a Jean Jacques Dessalines, el
verdugo haitiano que en 1805 ordenó el
degüello de Moca y Santiago. Su crueldad era legendaria, tanto, que Gaspar
Arredondo y Pichardo, uno de los supervivientes de esa matanza, llegó a decir
que aquel entonces “ser blanco era un
delito”. El propio historiador haitiano
Thomas Madiou, no escatima en detalle al presentarnos el espectáculo siniestro
de la primera limpieza étnica del continente. “ los pelotones de los saldados
guiados por hombres armados de puñales, que pertenecían a la marina o al
comercio o eran parte de la
administración, penetraban en las casas
de los blancos y los ahorcaban. Sus
lamentos horribles llenaban la ciudad. (…) . La matanza continuó hasta el alba.
Entonces los matarifes descansaron un rato. A eso de las ocho,
recomenzó la carnicería. Los blancos que aun no habían sucumbido esa noche
fueron apresados, llevados fuera de la ciudad y sacrificados en la Croix des
Martyrs (Thomas Madiou : Histoire
d´Haiti, t.III, pág. 166). No hablaremos aquí del degüello de Moca.
Porque la gloriosa Moca merece un artículo aparte. Los historiadores haitianos
lo tildan de criminal, y el propio Dessalines así lo reconoce en los pasajes de
su diario citado por Madiou. Una turba popular lo ajustició en la emboscada de
Pont Rouge en 1806, de su cuerpo nada quedó, sólo su cabeza, que, una loca
llamada Defilee, llevó al cementerio. ¿Cuáles méritos tendrá este hombre, el
haber asesinado dominicanos de piel blanca? ¿A quién rendirán homenaje, al
dictador que se llevó el tesoro público a su casa, que implanto el derecho de
pernada sobre las niñas núbiles, que suprimió todas las libertades?

Una
explicación

¿Cuáles razones han podido llevar al grupo de
dominicanos, organizados tras las falsas banderas de los derechos humanos, a
participar en la anulación de la obra de los Trinitarios, en el desprecio por
todas nuestras hazañas y nuestras grandezas?

· La primera de todas razones es la ignorancia. A muchos
se les ha hecho creer que importando las enfermedades del país más insalubre
del continente, que haciendo cargo del
territorio con más desempleados y más analfabetos, que incrustando en el torso de la nación las gravísimas
circunstancias que han llevado a esa nación a ser la más empobrecida del
hemisferio, seremos una nación más fuerte y desarrollada. ¿Podremos desarrollar
nuestro país, importando miseria del país vecino? ¿En nombre de qué principios
se atribuyen el derecho de anular el porvenir de tantos dominicanos, víctimas
de la suplantación laboral, sanitaria y educativa
en su propia tierra?

·La segunda
razón es la arrogancia.
Los
intelectuales suelen enamorarse de sus ciudades inventadas y de sus quimeras; no suelen sentir respeto por la Constitución
ni por las normas del Estado. A ese teatro de falsedades, llaman consenso. En
cada una de las grandes crisis, el pueblo dominicano ha dado lecciones de
grandezas, superando a sus políticos y a sus intelectuales. En 1805, se asoció al dominador galo para
hacer recular la soldadesca del emperador Jean Jacques Dessalines. En 1809,
le puso punto final, tras la cruenta batalla de Palo Hincado, a la
ocupación francesa. En 1844, proclamó su Independencia de Haití, que defendió
con la sangre en la cintura. Tras doce años de guerra plena con sus dictadores y emperadores sedientos de
sangre, padecimos un paréntesis de
pesimismo e incertidumbre. En 1865, enfrentó al imperio español, restaurando la
Independencia perdida. En 1916, en la Barranquita, en el glorioso Santiago,
Máximo Cabral, prefirió inmolarse ante que ver a patria hundida en la
dominación extranjera. Las muestras de desprendimiento y de heroísmo dominicano
son extraordinarias. En 1965, el
sentimiento nacional se mantuvo en la trinchera del honor, representando toda
la dignidad del pueblo dominicano.

·La tercera
razón es el resentimiento

Hay dos
tipos de resentimiento. El
resentimiento racial, que es moda e ideología en algunos intelectuales parte del principio falso que dos pueblos que
tienen población de origen africano se están obligados a tener una sola patria. Ni siquiera
en África la raza ha sido factor de unidad de los Estados. Si cada nación de África negra tiene derecho
a tener su Estado independiente, sin que se le acuse de racistas ni se le someta
a los tribunales internacionales, ¿por
qué a los dominicanos se les privaría de
ese derecho?

1.El
resentimiento social. Una falacia que consiste en decir que los pobres dominicanos y
los pobres haitianos pertenecen a una
misma nación. Es decir, que el hallarse en la misma condición social eliminaría
la cultura, la identidad nacional, los modos de vida y las diferencias
nacionales. Todavía hay gente que le hace caso a esas paparruchas. No se han
enterado de que la Unión Soviética nacida de un principio semejante desapareció
hace rato, y que, en su lugar, se han fundado veinte naciones.

Dolores
Ibárruri ha dicho que los intelectuales son personas distraídas,
despistadas, que a veces no aterrizan,
que son unos cabezas de chorlito.

La
Pasionaria no anda lejos de la verdad.

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
32 Comments
Nuevos
Viejos Mas votados
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios