Poner las “barbas en remojo”, ya llegó la hora de “tocar tambores de retirada”

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

Los viejos burócratas de la administración pública están a punto de ebullición. Se acerca su extinción como ente social. Le llegó su hora. Los avances tecnológicos y una hueste de chicas hermosas, algunas muy  talentosas, pero a veces también muy egocéntricas y encopetadas, están empujando la salida de los linderos del Estado a aquellos que por años se habían enseñoreados en los puestos públicos.

Antes no era nada atractivo trabajar en la administración pública para las personas de clase media y clase alta, éstos apetecían ingresar como servidores, en grandes empresas, bancos comerciales y una que otra multinacional. La excepción era el Banco Central y otras pocas instituciones oficiales. Las personas de estas clases se preparaban en universidades e institutos superiores de aquí o del extranjero para lograr  ese objetivo.

La meta del sector de clase alta, media y de uno que otro pobretón era entrar aunque fuese vía puestos intermedios o bajos (recepción, mensajería, etc.) a las empresas privadas para desde allí “escalar”. Ingresar a una de estas empresas era como iniciar un ascenso social, tener la oportunidad de trabajar duro y prepararse para lograr ser gerente. Algunos lo lograban, otros se frustraban en el intento. Iban, como era bien sabido, tras el “vellocino de oro” de los altos salarios y los privilegios (casas, apartamentos y buenos vehículos) que solo lo otorgaba el trabajo bien remunerado del sector privado.

Pero de un tiempo a esta parte se registra un cambio y el aludido panorama comenzó paulatinamente a variar. Los nuevos gestores de la administración pública comenzaron a valorizar los cargos en el Estado y se pusieron “sueldos decentes” que apuntaron a afianzar el manejo ético de la administración. Con ese enfoque se logró una alta valoración del puesto público por parte de la población que veía, de manera concomitante, el inicio de un proceso de modernización y eficientización de los servicios públicos, en términos de tiempo y de costos para la ciudadanía.

En tanto, en el sector privado el salario fue perdiendo valor y algunos incentivos disminuyeron. Esto se ha debido a mi juicio, a dos factores, uno de ellos ha sido el explosivo crecimiento de una clase profesional universitaria que restó valía a algunas gerencias, dándose un efecto de oferta y demanda.  Pero también porque la situación ha dado un giro de 360 grados en cuanto a apetencia o búsqueda de cargos en el país. La clase alta y media se ha volcado a ocupar puestos en el Estado atraídas por los altos sueldos y privilegios que se han creado en instituciones públicas, además de las facilidades que estas ofrecen.

Se percibió primero el interés por los cargos públicos entre funcionarios del partido y sus familiares. Luego vinieron más atrás técnicos y personalidades del sector privado. Es que son muchas las ventajas, tienen buenos sueldos y beneficios de todo tipo.

Visto el caso, ahora los funcionarios optan por captar recursos humanos que otrora ni lo pensarían. Antes esos talentos iban directo al sector privado, pero ahora tienen el atractivo de los buenos salarios de la administración pública. Ya lo había advertido el presidente Danilo Medina cuando dijo que muchos profesores de colegios privados atraídos por los buenos salarios buscaban ingresar a impartir docencia en escuelas públicas.

Para una persona de clase alta gerencial en el Estado no solo le representa buenos beneficios directos, sino que además, le permitiría dirigir sus propias iniciativas empresariales usando las facilidades que otorgan las plataformas tecnológicas.

En esta etapa, ahora, aterrizamos en el hecho práctico de algunos funcionarios públicos que se desplazan a los cargos donde han sido designados por el Poder Ejecutivo, acompañados de  sus equipos técnicos propios. La práctica valida y da garantía de éxitos. Asegura asimismo la  “fidelidad” de ese personal al incumbente, ya que muchas veces está integrado, además de técnicos, por un bien depurado séquito político. Casi siempre se trata de un pequeño grupo de chicas y chicos muy jóvenes, hermosos, pero también, algunas y algunos, muy preparados. Otros no tanto. Se encuentra uno en el aura de estos funcionarios con verdaderos maniquíes, modelos de pasarelas; pero no se equivoque, estas chicas muchas veces no solo pueden exhibir su belleza, sino que cuando uno se adentra en su trajinar, encuentra que han acumulado buenos conocimientos (especialidades, maestrías, doctorados, etc.) y son muy prácticas y eficaces. Los burócratas se apoyan en ella(o) s porque trabajan sin chistar. No tienen horario a la hora de cumplir sus labores y en ese ambiente se cuela, como es casi natural, chicos y chicas que solo son hermosos, pero con poco sentido común. Y se filtra igualmente, la ostentosidad porque, no sé por qué, casi siempre llegan al puesto junto con estos, -o adquieren cuando ya están en planillas- llamativos vehículos.

Las condiciones en que se reúne belleza, preparación y mucha astucia propia de la época, hace de este sector una fuerza imbatible y da lugar a que la otrora poderosa burocracia del sector público esté casi tocando retirada, con la agravante de que no lo hace por propia voluntad, ni protegido por el sistema de administración, sino abatido por la exclusión, no solo en lo que respecta a sus aportes históricos sino también, en su propia humanidad.

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