Abinader entrega muelles en Río San Juan y Cabrera para la pesca
Primer Ministro Haití seguirá en Puerto Rico, su futuro es incierto
Inflación interanual baja 3.29 por ciento en República Dominicana
Califica de «deshumanizantes» repatriaciones de haitianos en RD
ERD apresa dominicano y a un haitiano por tráfico de ilegales
EE.UU: Florida se prepara para la evacuación «más grande» en años
NEIBA: Ponen a circular “Cantos a media asta”, durante feria libro
Haitianos dejan RD de forma voluntaria por deportaciones
El dólar bajó un centavo y este lunes era vendido RD$60.18
Nobel Medicina y Fisiología 2024 para dos científicos de EEUU
Uso de canales alternos sube en 11% en último año en banca RD
Año escolar en marcha en Haití; 300 mil niños fuera de las aulas
María la madre de Jesús
La profecía de Isaías 7:14, “El Señor mismo les va a dar una señal: la joven está en cinta y va a tener un hijo, al que pondrán por nombre Emanuel”. Esta predicción se cumplió en María de Nazaret, la madre de Jesús el Cristo. Hay algunas particularidades de María que deben ser señaladas, entre estas esta el canto atribuido a ella, conocido como “El Magníficat”, (Lucas 1. 46-55), que es una porción del Nuevo Testamento en que se refleja el sentido de alegría de ser, “sierva de Dios”; y contiene un mensaje profético que reconoce que el Señor Dios: “deshace los planes de los orgullosos, derriba a los que se enaltecen, y pone en alto a los humildes. El canto tiene puntualización de valor social y solidaridad con los hambrientos, los pobres, de quienes se tendrá misericordia, y se les brindará ayuda”. Estos presagios pronunciados por María, deben ser tomados en consideración por nosotros, aquí y ahora. De manera innegable, las palabras de intimación de la madre de Jesús de Nazaret, concuerdan con él, y tienen la misma dimensión profética de las declaraciones de su hijo; pues, él fue un día a la sinagoga de su pueblo, Nazaret, y dij “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”. (Lucas 4: 18). Muchas personas invocan a María, la santa madre de Jesús, para que sirva de mediadora ante la Divinidad Celestial. Ella es coronada como Reyna de pueblos y naciones. Aveces es divinizada e invocada para hacer milagros, dar salud, buena suerte, para servir de protectora de pueblos, grupos, familias o individuos. El concepto y la tendencia de atribuir a María poder divino, no es lo que está consagrado en la Santa Biblia, ni practicado en el tiempo de la Iglesia Primitiva. Los evangelios señalan que la madre del Verbo Encarnado, Jesús el Cristo, es identificada “como la humilde sierva de Dios”, que canta llena de alegría, exalta su vocación, y hace votos de ver la mejoría de los más quebrantados de la sociedad; manifiesta que los enaltecidos, serán destronados, y promueve justicia social para los hambrientos, y para los sufrientes, como está plasmado en El Magnifica. Gabriel, el ángel mensajero de Dios, felicitó a María, y le hizo saber que era “favorecida del Señor Dios” (San Lucas 1:28); y de manera particular, su prima Isabel manifestó que Dios la ha “bendecido más que a todas la mujeres” (San Lucas 1:42); esto indica que las mujeres de todo el mundo son receptoras de bendiciones; más, el trato que se le da a ellas a través de toda la historia es inconcebible, e inconsecuente con la divina voluntad. Es innegable que en todas las esferas de las sociedades humanas, las mujeres son mancilladas, excluidas, maltratadas emocional y físicamente. Muchas veces son golpeadas, lapidadas. Y asesinadas por hombres desaprensivos, y de tradiciones culturales. Esto sucede en la relación de parejas, en las religiones, la política, las empresas, y otras entidades de estructuras humanas. Más que la característica divina, la Virgen Madre del Verbo Encarnado, se identifica como madre, que Simeón anunció en el templo cuando el niño Jesús fue presentad “Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten…; pero todo esto va a ser para ti como una espada que atraviese tu propia alma” (San Lucas: 2: 33 al 35). De hecho hay notables instantes de persecución, de dolor, exilio, cuestionamientos, y la punzante pena al pie de la cruz cuando fue crucificado Jesús. Las palabras proféticas de María en “El Magníficat” acerca de lo que el Señor Dios ha de hacer en beneficio de los menesterosos, y la declaración de Jesús su hijo, al comienzo de su ministerio, son dos manifestaciones que deben ser tomadas en conjunto, para la reflexión de toda persona en este tiempo, que tiene sensibilidad cristiana, y buena voluntad de ser solidarios con los que sufren, o están en necesidad.