Las primeras damas y doña Renée

Sabemos que en una
nación donde un hombre contrae matrimonio con una mujer y llega a ser
Presidente de la República, su esposa ocupa la posición de Primera Dama. Aquí,
hemos tenido varias.

En todos los países del
mundo, cada Primera Dama es tan diferente como diferencias puedan existir entre
los caracteres de la mujer misma. Como seres humanos proyectan su esencia, su
personalidad, sus intereses. Tienen actitudes y acciones distintas, acorde a su
formación, anhelos, vacíos y prioridades.

Sin embargo, llama la
atención de la población y la miran con respeto, cuando se comporta como
verdadera dama. Esto es, discreta, sencilla, juiciosa, con serena elegancia,
capaz de inspirar confianza y aprovechar su posición para apoyar causas nobles,
que combatan la raíz de los males sociales, no para promoverse en la palestra pública.

Este tipo de Primera
Dama, trata de dar los mejores ejemplos en su forma de comportarse, vestir, de actuar,
como quien cuida de engalanar pero no robarle el escenario a su esposo, como
quien le lanza un manto cálido a la población, invitándola a sentirse confiada
y tranquila con él, como quien evita esgrimir demagogia y prepotencia que
puedan hacerle daño. De esta manera y desarrollando programas sociales que de
manera efectiva resuelvan problemas neurálgicos del pueblo, es que ayuda a su
marido en su gestión.

Me ha surgido esta
reflexión tras el fallecimiento de Doña Renée Klang de Guzmán, viuda del
extinto Presidente Antonio Guzmán Fernández (1978-1982). Fue una Primera Dama
ejemplar. Puede servir de paradigma a las demás. Con sus acciones, les dio a
las familias dominicanas hermosas lecciones. Inspiraba confianza y respeto.
Nunca se percibió como una mujer con afán de sobresalir ni de estar entre ricos
y gente de poder y menos buscando publicidad. Nunca humilló los pobres.

Su manera discreta de
vestir, su porte sereno y elegante, su rostro dulce y generoso, su suave
sonrisa, su “don de gente”, proyectaban amor, paz, confianza. Esta forma
sencilla, pero elegante de comportarse, significaban que sabía ocupar su lugar
de Primera Dama con la dignidad que el cargo requería, sin actitudes
demagógicas que abofetearan la mísera del pueblo.

En todos sus roles, ya
como ama de casa, como Primera Dama y como ciudadana común, inspiraba
confianza. Sus obras sociales demostraban su sensibilidad humana y calaban en
las raíces de la sociedad. Un ejemplo de ello es el Consejo Nacional para la
Niñez (CONANI), que fundó en 1978, para ayudar a la niñez desamparada.

Recordamos a Doña Renée
como una dama muy especial, con una increíble capacidad de mantenerse firme,
serena, ejemplar, en medio de todas las tormentas y escenarios de la vida.

Comparto el sentir de
la actual Primera Dama, Doña Cándida Montilla de Medina, quien al enterarse de
su fallecimiento dijo “se hace necesario seguir el legado de la fenecida dama
de arduo trabajo social y humano”. Ojala que así sea. Fue una dama que supo
manejar con dignidad y elegancia, hasta los momentos más difíciles de su vida.

Que en paz descanse,
Doña Renée.

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