La trayectoria visionaria de Julio Postigo en la cultura 

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Julio Postigo, librero y pastor evangélico

Julio Postigo, un pastor evangélico con espíritu ecuménico, fue el fundador de las ferias del libro en República Dominicana.

De andar rápido, moviendo siempre los brazos como si estuviese remando, así le recuerdo, se movía con frecuencia por la ciudad intramuros de la cual era un habitante de honor. Solía frecuentar a los sacerdotes de la Catedral Primada y era amigo de los obispos de turno, con quienes se sentaba a charlar sobre temas teológicos, políticos o culturales. Casi una ficción en tiempos en que la iglesia Católica se batía en duelo con los «hermanos separados».

El autor es escritor. Reside en Santo Domingo

Creía en el ecumenismo promovido a partir del Concilio Vaticano II, y me parece que dio un paso hacia delante mucho antes que los propios católicos, con quienes, solía decir, le unían muchas coincidencias. Lamentablemente, las relaciones se agriaron durante la regencia episcopal de López Rodríguez.

Don Julio era un pastor-librero. En la misma edificación donde se fundó la primera iglesia evangélica dominicana fue gerente de la célebre librería Dominicana, que en sus años finales cambiaría el nombre por el de Hispaniola, y en esa instalación que debería ser patrimonio cultural de la nación, dio inicio su labor como editor del libro de autor criollo. De hecho, la librería Dominicana era una dependencia de la iglesia Evangélica y, algo que muchos a lo mejor desconozcan, en esa sede de la calle Mercedes se realizaban actividades culturales y literarias abiertas, poco común en las confesiones cristianas.

Esa librería Dominicana inició su labor editorial en 1943, hace justo por estos tiempos ochenta años. El primer libro publicado fue la «Antología Poética Dominicana» de Pedro René Contín Aybar, que era para la época el principal crítico literario del país.

Seis años más tarde, la iglesia Evangélica autoriza a don Julio a iniciar la colección Pensamiento Dominicano. Corría el año 1949. Fue el primer gran envión de la literatura dominicana. Un acontecimiento editorial que tenía antecedentes pálidos, de breve existencia, y con el cual se pudieron conocer obras fundamentales de nuestra sociedad de las letras.

Un total de cincuenta y cuatro títulos fueron publicados en esta colección de Postigo, que se inició con «Narraciones dominicanas» de Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, con prólogo de Ramón Emilio Jiménez, y concluyó treinta y un año después, en 1980, con «Frases dominicanas» de Emilio Rodríguez Demorizi. Tres décadas de un recorrido memorable por nuestra literatura, que abarcó todos los géneros: poesía, narrativa larga y corta, historia, filosofía, teatro, crítica literaria, entre otros.

Tres ideas

El librero-pastor no se quedó ahí. Fue, seguramente, uno de los primeros grandes gestores culturales que conoció la nación. Librero y editor, un año después de iniciar la colección Pensamiento Dominicano visitó a varios amigos de la Era -recurso imprescindible- y le vendió tres ideas que, con el correr del tiempo se asentaron en nuestra vida cultural: instituir el 23 de abril de cada año como día del libro, en honor a Cervantes; crear el premio Pedro Henríquez Ureña al libro del año y celebrar la feria del libro.

Salvo el premio -todas las loas debían ser para el Ilustre Jefe y el autor de «La utopía de América» se había marchado para siempre luego de haber sido ministro de Educación (intendente, le llamaban entonces)- las otras dos ideas fueron acogidas.

En 1951 se celebra pues, la primera feria del libro, en un país donde apenas existían unas cinco librerías. El parque Colón, hasta las arcadas del Palacio Consistorial, sirvió de escenario al propósito, que fue descontinuado en 1956, volvió a celebrarse en 1958, se volvió a suspender en 1959 y 1960, cuando la Era sufría sus estertores agónicos y el país comenzaba a conocer las gestas definitorias, y antes de que cerrara ese ciclo infame don Julio agregó valor a su encomienda y llevó de fiesta al libro de nuevo en aquel modestísimo emplazamiento.

Nunca cedió en su proyecto. Era tenaz y tenía que serlo para poder almacenar tantas ideas fértiles y precursoras para la cultura nacional. Siempre los escritores, y la propia ciudadanía, le respetaron y nunca se le tomó en cuenta haber sido miembro de la junta de gobierno de San Isidro durante la revolución de abril.

Volvió a su zona de combate cultural, la que sólo abandonó al final de sus días. La feria volvería en 1967, y volvería también su pausa. Entonces, el precursor buscó alianza para empujar el carretón. Don Rafael Herrera tomó su puesto, a instancias del propio Postigo, cansado ya de tanto ir y venir con su feria a cuestas.

Rafael Herrera Cabral

El director del Listín emprendió una cruzada para que la feria del libro se institucionalizara, aprovechando que el gobierno de Joaquín Balaguer había organizado una gran Exposición Mundial del Libro y Festival Internacional de la Cultura, que ocupó todos los niveles de un edificio nuevo, el que hoy ocupa la dirección de Impuestos Internos entre las avenidas México y Pedro Henríquez Ureña.

El director ejecutivo de ese evento fue don José Antonio Caro Álvarez, otro propulsor cultural que debe ser enaltecido, contratándose para esos fines a un experto ferial colombiano de apellido Jiménez Cohén, que fungió de coordinador operativo (Recuerdo haber venido desde Moca a ese festival, impulsado por don Julio Jaime Julia y don Ángel Miolán, con un grupo de teatro experimental que dirigíamos, a montar dos piezas: «La noche en que ladraron los perros» de Frank Rosario, cómplice de aquella experiencia, y «Yo acuso», de mi autoría, en una sala de teatro instalada en el segundo piso de esa edificación).

 

Herrera y Postigo lograron su objetivo, con Jorge Tena Reyes en los controles, y así nació la Feria Nacional del Libro en 1973, mediante el decreto No. 4331, del 11 de marzo de ese año, que creaba la Comisión Organizadora Permanente de dicho evento. Herrera presidiría y Postigo manejaría el presupuesto como tesorero, mientras Tena, como secretario, era el ejecutivo de planta. Acompañaron a estos precursores en su tarea Emilio Rodríguez Demorizi, Pedro Troncoso Sánchez, Julio Jaime Julia, Virgilio Hoepelman, Fabio A. Mota, Pedro René Contín Aybar y Anaiboní Guerrero Báez. La titular de Educación de entonces, Altagracia Bautista de Suárez, fungiría de asesora.

El año 1973, por tanto, es el punto de partida de nuestra Feria del Libro, que en esa nueva etapa tendría como sede a la recién estrenada Biblioteca Nacional. En ese mismo 1973, de hace cincuenta años, se crearon los Premios Nacionales de Literatura con el fin de reforzar el evento ferial. Son pues, dos acontecimientos con los que se abría una nueva dimensión en la cultura literaria dominicana.

Doce años después, en 1985, la antorcha la recoge el bien recordado Raymundo Amaro Guzmán, quien mantuvo, contra viento y marea, el evento. Y veinticinco años más tarde se iniciaría su proceso de internacionalización, o sea a partir de 1998. El proceso de las ferias exclusivamente nacionales cerraría un año antes, en 1997, invitando a ocho países como mecanismo de prueba, justo cuando se celebraban los veinticinco años de la primera.

50 aniversario

De modo pues, que en este 2023 no sólo se festeja el 25º aniversario de la Feria Internacional del Libro, sino, con una muy especial significación, el 50º aniversario del inicio de nuestras ferias nacionales. Pocos países del área exhiben estos logros. El gran precursor, ideólogo y propulsor de esta feria es don Julio Postigo, quien es merecedor de todos los homenajes, pues fue pionero de varias ideas centrales de nuestra cultura literaria. Y luego, don Rafael Herrera, quien dio impulso y sentido de permanencia al evento presidiendo su primera etapa.

El país cultural debe siempre estar de pie frente a estos dos titanes que lucharon para dejarnos un legado que contribuyese a crear una sociedad donde el libro sea siempre un arma cargada de presente y futuro, festival de las letras establecidas y en embrión, fiesta del placer de la lectura que sigue viva contra todo pronóstico.

Celebrar la Feria del Libro siempre será un motivo para crear ciudadanía cultural de primera clase. Además de ser una auténtica industria cultural por el movimiento económico que genera. Acojamos la edición número 50 y 25 bajo este ideal. Es una efeméride histórica de la cultura nacional.

jpm-am

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Andres Herrera
Andres Herrera
8 meses hace

Muy interesante cronica cultural.Algunos datos no lo sabia.Muchas gracias.

manuel escano
manuel escano
8 meses hace

Rafael, Don Julio Postigo tuvo estrechas relaciones con Mons, Hugo Eduardo Polanco Brito y con el Doctor Salvador Pittaluga Nivar. Ellos tres, junto a Don Rafael Herrera jugaron un papel estelar y que evitaron que jovenes perseguidos por los cuerpos represivos fueran eliminados. A Don Julio Postigo agradezco recibir de sus manos la primera Biblia la cual conservo. Gloria eterna para ese Grande Hombre.

Luisa
Luisa
8 meses hace

Bien dicho!