La mejor manera de defender la UASD

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EL AUTOR es catedrático universitario y dirigente del PTD. Reside en Santo Domingo.

Con suma preocupación observamos que en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, se ofrecen las mismas respuestas a situaciones que se presentan de manera reiteradas constituyendo un círculo vicioso, y como es de esperarse, obtenemos  los mismos resultados adversos.

Talvez ha llegado el momento de cambiar la manera de hacer las cosas, para tratar de obtener los resultados deseados por la mayoría de los uasdianos.

Ante lo  insuficiente que  resultan los fondos consignados generalmente en el presupuesto nacional para cubrir las necesidades acumuladas, necesitamos hacer uso de la autonomía  para generar  recursos por cuenta propia, al tiempo que hacemos un  mejor uso de lo que  recibimos por concepto del financiamiento estatal.

Nuestros problemas trascienden la falta de dinero, pues nada obliga a mantener  estructuras de gastos que resultan insostenibles en las condiciones en que nos desenvolvemos.  Hay que cambiar la manera de hacer algunas cosas que afectan la imagen de la institución, significan gastos evitables  y que para mejorarse solo requieren de voluntad, como por ejemplo:  ordenar el tránsito y las zonas de parqueos a lo interno del campus; planificar la docencia para satisfacer las demandas de los alumnos y no las de los profesores,  aplicar  la Ley de cuenta única para las dependencias institucionales, a fin reducir costos  por cargos bancarios en el manejo de las múltiples cuentas que ahora tenemos  o  simplemente reducir las puertas de entradas y salidas para vehículos al campus,  lo que  requeriría  menos personal.

El reclamo de más recursos económicos tiene que ir acompañado de  planes y proyectos de mejoras  con metas específicas, en el espacio y el tiempo, así como definiendo los resultados esperados, estamos compelidos  a convencer a la sociedad de nuestra pertinencia para  contribuir a su desarrollo con el producto que se espera de la Universidad expresado en la calidad de los egresados de grado y postgrado.

Las huelgas profesorales, los paros administrativos y las pedreas estudiantiles tienen hastiada a una sociedad,  cuyos hijos se quejan de las dificultades que les  imponemos, pues muchas de nuestras herramientas administrativas padecen de  obsolescencia y   les retrasan  el tiempo para completar sus estudios y en muchos casos  hasta para obtener la copia de un simple documento.

La UASD sigue siendo la principal institución  de educación superior del país, pero requiere que los actores que la dirigen y su personal docente se empoderen de la responsabilidad que pesa sobre sus hombros y sacudan las castas  que la mantienen secuestrada y castran su desarrollo institucional, haciendo el juego con su resistencia al cambio, a quienes desde siempre han pretendido desmembrarla.

Las paralizaciones de docencia y las pretensiones de meter la Universidad en un paro indefinido, constituyen un desatino que lo único que provocaría,  es aumentar el éxodo, la desmotivación de los alumnos y la repulsa de una franja importante de la sociedad dominicana.

Quienes llaman a cerrar la Universidad con huelgas inútiles, debieran preocuparse por saber cuál es la cantidad de alumnos que cada año se marcha hacia otras instituciones de educación superior a concluir sus estudios y titularse.

Los que bajo el manto del pugilismo irresponsable, ofrecen resistencia a la indexación de los aportes que deben realizar los alumnos, alegando el origen de pobreza de los mismos, mientras reclaman aumentos de salarios para sí, debieran ocuparse de estudiar  la condición  socioeconómica de nuestros estudiantes. Si lo hicieran, se darían cuenta  de que casi el 11%  (20,735) de los estudiantes actuales de la UASD, están cursando prácticamente gratis, una segunda o tercera carrera, cosa  que es injusta, pues esos ya fueron financiados por la sociedad con una primera carrera y si se deciden por cursar una segunda, deben retribuir a  la sociedad, por vía de la  Universidad el costo de la misma.

Si los que dicen defender la UASD, cerrando sus puertas a la juventud que habida de aprender y formarse  acude a sus aulas, se ocuparan en indagar  que el 14% (26,390) de los estudiantes de la Universidad proviene de colegios privados donde pagan mensualidades, algunos modestas y otros de lujo, se darían cuenta que si a esos alumnos se le exige un aporte  del equivalente a un mes de lo que pagaban en el colegio de origen por cada semestre universitarios,  entendieran que no se estaría  cometiendo ninguna injusticia, ni privatizando a la UASD, pues a ninguno se le pediría una aporte, siquiera cercano a lo que se paga en los centros privados por una año escolar , dando con ello a la universidad   la oportunidad de enfrentar una parte de sus carencias.

Lo propio podríamos decir de la cantidad que se luego de cursar el 85% de sus estudios en Universidades privadas se transfieren a la UASD, realizan dos semestres prácticamente gratis y se titulan beneficiándose de su prestigio.

La Universidad no tiene que pedir, ni pide permiso para crear estructuras administrativas, ni cargos, por lo tanto esta tiene la responsabilidad   de determinar y crear  las fuentes para financiar esos cargos y esas estructuras.

Definitivamente estamos obligados a buscar la manera de articular a la juventud para que se convierta en la fuerza social que exija a la clase política gobernante atender a la UASD con un mejor rasero, pero eso  se va a lograr si quienes dirigen la universidad, disponen un solo proceso de matriculación anual para estudiantes de nuevo ingreso en los meses de julio y agosto de cada ano, bajo la condición de que ingresarán al siguiente mes de enero, siempre que  la sociedad los financie,  vía el presupuesto nacional, cosa que de no ocurrir los colocaría en lista de espera, esa lista de espera pondría en la fila a los casi 800 mil estudiantes secundarios de todo el país, que encontrarían en su necesidad de cursar sus  estudios superiores la razón  para defender a la UASD, reclamando su derecho a la educación pública.

Mientras continuemos ingresando  nuevos alumnos dos veces por año,  continuaremos generando déficit  y acumulando deficiencias, con la desgracia de que no somos los únicos en servir  educación superior en el país  y de que no somos del interés de ningún poder fatico en la sociedad,  pues ni el sector financiero, si el clero, ni los guardias, nos necesitan para satisfacer sus necesidades de educación superior, ciencia y tecnología.

De nuestra actitud y aptitudes va a depender la preservación de una institución que como la UASD, está llamada a ser  faro de luz  de la sociedad dominicana.

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