La injerencia de Pompeo

La política exterior de los Estados Unidos no tiene amigos ni enemigos. Es pragmática. Los amigos son de circunstancias, y los enemigos son muestras de coyunturas. En consecuencia, nadie es bueno o malo para los Estados Unidos. Lo que importa es que se respeten sus intereses.

En la República Dominicana tenemos sobrados casos de aliados incondicionales de los Estados Unidos que posteriormente fueron  abandonados a su suerte. De hecho, fueron productos de dos intervenciones norteamericanas.

Trujillo fue un caudillo refinado por las tropas norteamericanos, que lo dejaron gobernando durante 31 años, hasta que los vientos  que emanaban  de la revolución cubana, les indicó que necesitaban un cambio en el  Caribe.

Todo siguió igual, pero se eliminó un hombre y se le echó la culpa de todos los males de esas tres décadas. Trujillo fue un asesino político, pero sus principales columnas de sustentación fueron la Iglesia Católica y la política exterior norteamericana.

Joaquín Balaguer fue la solución que encontraron los norteamericanos, para salvar lo que veían como el vacío dejado por la revolución de Abril. A pesar de cercenar libertades públicas, gobernó por doce años, y facilitaron su salida del poder cuando había el temor de pobladas y enfrentamientos por las continuas reelecciones.

La historia no tiene una sola letra de menos ni de más. Los norteamericanos establecen líneas intervencionistas y groseras cuando ven que el aire se enrarece y sus dominios pueden correr peligro. No es la primera vez que de lleno  toman una línea injerencista en Santo domingo.

Solo los días por venir dirán con claridad hacia donde se dirige la política exterior norteamericana en relación con la República Dominicana. La llamada de Mike Pompeo no es clara. Puede ser interpretada a la libre. De hecho los principales periódicos dominicanos titularon con su olfato periodístico, antes que siguiendo el espíritu de la declaración difundida por la embajada de EEUU.

Las cosas importantes de la vida tienen dos caras. Una se ve y la otra no. En ocasiones lo más importante y trascendental no es lo que se ve, sino lo que está a las sombras, lo que queda oculto. La intervención de Pompeo deja poca claridad y muchas sombras. Imposible determinar por las notas de esa llamada lo que quiere el imperio.

 La llamada injerencista de Pompeo será básica para los próximos movimientos. Se trata de un problema de intereses y  advertencias para todos los que accionan en la política. Del mensaje saldrá un ganador y los otros quedarán en la gatera. A esperar el próximo capítulo, que seguimos absortos en los fuegos fatuos. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

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