Juventud por una cultura de paz

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo.

La República Dominicana registra en los últimos 10 años un incremento en la violencia y controversias que tienen sus raíces en casos menores, y que debido al arraigo de la cultura del litigio, a la falta de acciones y espacios efectivos para la gestión y resolución de estas situaciones conflictivas, devienen en congestión de los tribunales, del sistema carcelario o en desgracias que pudieran haberse evitado mediante la implementación y abordaje de estrategias oportunas con resultados más satisfactorios a las partes envueltas.

Es en ese sentido que la sociedad dominicana demanda cada vez más de la promoción de una cultura de paz, como vía para arribar a soluciones que afiancen la convivencia armoniosa entre las personas.

Conscientes de esta realidad, diferentes organizaciones e instituciones sociales, comunitarias, eclesiales y gubernamentales, han definido e incorporado dentro de sus objetivos, el impulsar y favorecer la prevención y la gestión efectiva de los conflictivos en la ciudadanía, a través de la puesta en marcha de la resolución alternativa de conflictos y la promoción de una cultura de una paz.

En vista de lo señalado, se han habilitado y promovido espacios de discusión, análisis, debates y propuestas, con especial interés a uno de los sectores que resulta más vulnerable ante el ímpetu estrepitoso de toda manifestación de violencia: LA JUVENTUD.

Estos espacios consisten en la realización de congresos, foros, paneles, talleres; entre otras acciones o procesos formativos, dirigido a la construcción de un liderazgo joven comprometido, que se involucre proactivamente en la reducción de los niveles de violencia que tenemos en el país, a través de la implementación de una cultura de paz en todos los ámbitos de la sociedad.

Y es que cada día estamos expuestos a un bombardeo sistemático que induce a una cultura de violencia, caracterizado por actitudes que lejos de favorecer la civilidad, influye más bien, en la generación de una comunidad con patrones y comportamientos violentos.

Les remito que se detengan a examinar algunos contenidos que se publican en las redes sociales; en ciertas músicas con letras tóxicas; en la difusión abrumadora de las narconovelas; en videojuegos violentos; en la impunidad sin régimen de consecuencias; en las calles cargadas de expresiones agresivas y comportamientos emocionales, con carencias de respeto y cortesía.

Asimismo, en ciertos excesos de autoridad sin amparo; en hogares que lejos de ser escuela de valores, se han convertido en focos de violencia y cuyos resultados devienen en el grito tan desgarrador de tantos hijos huérfanos que ponen a llorar con desconsuelo el corazón de las piedras.

También, en tantos jóvenes que se han dejado deslumbrar por el ¨éxito¨ de la vida fácil pensando que ahí está el camino de la felicidad; se llenan del no importa nada, de un vivir la vida sin compromisos y sin límites, de un pensar sin mañana, entre otras realidades.

Pero tranquilos, entiendo que esto no es la generalidad ni lo más común; y que por lo tanto la esperanza del cambio no perecerá, ya que existe una cantera de líderes juveniles que con su vocación de servicio constituyen un ejemplo vigoroso de que habrá un mejor mañana, partiendo de un buen presente.

Y es que en sus ojos vemos el brillo de Duarte, Sánchez y Mella; de Gandhi y su estilo de paz; de un sueño que nunca deja de soñar Martín Luther King; de un Mandela que ni el cautiverio ni la tortura surtió el efecto de detener sus sueños de libertad y de romper las barreras segregacionistas.

De un San Juan Bosco quien ofrendó su vida en favor de tantos jóvenes desfavorecidos; de Jesús, quién con su infinita expresión de un amor hecho vida, nos enseña amar al prójimo como a ti mismo; y en Él, a tantos héroes anónimos que con su entrega y vocación siembran con su ejemplo las semillas del bien, la dignidad humana y la paz.

Y es que la paz no llega sola, hay que buscarla, hay que trabajarla, empezando por sí mismo, para así llevarla a los demás.

A lo que nos referimos es que debemos ser promotores de la paz, haciéndola fermentar en nuestros ambientes, espacios de diálogo o de prácticas restaurativas. Por lo que se hace necesario redoblar los esfuerzos para la construcción de una voluntad política y social de cara a estos propósitos.

Asumido el compromiso, entonces si empezaremos a romper los muros de las divisiones, del odio, del mal vivir, de la desigualdad, de los resentimientos, de las insensibilidades, logrando edificar puentes de diálogo y entendimiento, de perdón y amor, de justicia y solidaridad, de respeto y tolerancia.

De ahí es pues, que para alcanzar el sueño de una cultura de paz plena y saludable:

¡Queremos jóvenes con sueños de esperanzas! ¡Constructores del cambio y garantes del bien! ¡Jóvenes con aliento de paz que hagan revolucionar las ideas para edificar un presente y mañana vigoroso, de bienestar y de progreso en la República Dominicana!

Como dijo Antonio Machado “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. ¡Es tiempo de elegir el camino que nos conduce a la paz! ¡Seamos las luces valientes que señalen ese camino, sin vueltas atrás!

angelgomera@gmail.com

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