Irma, María y diáspora dominicana

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EL AUTOR es demógrafo. Reside en Santo Domingo.

 

Por JULIO CÉSAR MEJÍA SANTANA

Los destrozos y daños menores producidos por los poderosos embates de los huracanes Irma y María en su reciente tránsito por el Caribe insular pusieron al desnudo de nuevo la vulnerabilidad ante fenómenos naturales catastróficos y la pobreza de millones de dominicanos, no sólo entre los residentes acá, sino también entre aquellos que han emigrado y residen actualmente en otros países del Caribe insular.

Si bien la mayoría de los dominicanos saben que muchos de nuestros connacionales se han vistoobligados a abandonar el país en búsqueda de mejores horizontes de vida por diferentes vías y procedimientos legales e ilegales, la mayoría desconoce que son cerca de 2 millones los dominicanos que lo han hecho, una cifra muy superior al total de inmigrantes haitianos residentes en RD, contrario a la percepción predominante.

Somos en la región el país con mayor porcentaje de sus nacionales residiendo en el exterior (cerca de 20%) -un nivel similar al de Haití- y el quinto con mayor propensión, deseo o intensión de su población joven y adulta a emigrar, de acuerdo con la encuesta Barómetro de las Américas.

Sólo la población de origen dominicano censada como residente en Estados Unidos casi se duplicó en la década pasada, al pasar de 764,945 a 1,414,703, constituyendo el quinto grupo inmigrante mayoritario entre los latinoamericanos, sólo superado por los mexicanos, puertorriqueños, cubanos y salvadoreños, radicados sobre todo en la costa este de USA.

 

Otra tendencia en los flujos emigratorios de dominicanos ha sido su diversificación. Ha sido creciente apertura de nuevas rutas migratorias de otros destinos diferentes a E.E.U.U. y Puerto Rico, ya sea  con entrada legal debido a la demanda laboral de servicios domésticos y cuidado personal o servicios de trabajo sexual femenino (España, Italia, etc.), construcción y servicios (Antillas Menores), la eliminación de visados (Argentina, Chile, Costa Rica) o de nuevas vías de entrada irregular a EEUU (México, Guatemala, Canadá).

 

Un caso particular de interés son los flujos emigratorios de dominicanos nativos de San Pedro de Macorís a islas como Aruba, Curazao, San Martin, Tórtola, Saint Thomas y otras, muchos de ellos a trabajar en la construcción y servicios. Algunos, en una especie de retorno a las  tierras de sus ancestros, salen con su residencia o pasaporte de ciudadano, al ser descendientes de los inmigrantes cocolos que llegaron a la industria azucarera –en su mayoría como braceros- a fines del siglo XIX antes que los haitianos.

 

En el caso de la emigración de dominicanos al Caribe insular, se ha contabilizado en cerca de 100,000, sin embargo, dado que en su mayoría es irregular, se estima que los dominicanos radicados en PR al menos duplican dicha cifra. Se sabe que esos connacionales que residen en otras islas caribeñas son en general de menor calificación, y por tanto, de menores ingresos, con mayores niveles de pobreza y vulnerabilidad.

Los dominicanos son el primer grupo de inmigrantes en San Martín (17.9% del total), el tercer grupo en Islas Vírgenes de EEUU (13.1%), tercero en Antigua y Barbuda (11.1%), y representan el San Cristóbal y Nieves (18.3%), Dominica (14.4%). Sólo en Saint Thomas, con una población total de 51,637 personas, residían  en 2010 5,958 dominicanos.

 

Las salidas y radicación de dominicanos al exterior han tenido y sigue teniendo impactos significativos y muy variados en la sociedad dominicana. Entre los demográficos se destacan  los efectos en la reducción del crecimiento demográfico, en la estructura por edad y sexo de la población dominicana, y en la fecundidad.

 

Respecto de los impactos económicos y sociales, sobresalen las remesas que reciben centenares de miles de hogares dominicanos, que aportan el 7.5% del PIB, lo que sitúa al país como el tercer receptor más importante en el Caribe. Las remesas superan el valor agregado de las zonas francas. Por tanto, son un soporte importante del crecimiento del PIB, la estabilidad macroeconómica, y la sobrevivencia de millones de dominicanos.

 

Los efectos de las emigraciones de dominicanos en el mercado laboral, en su mayoría en edades productivas, son obvios. Una parte del dividendo o bono demográfico que ha disfrutado el país desde los años 80 se ha evaporado con la salida de centenares de miles de jóvenes y niños acompañantes. Pero al mismo tiempo ha facilitado  la movilidad social de sectores de estratos bajos y medio-bajos tradicionalmente excluidos del bienestar económico y social.

 

El stock de dominicanos residentes en el exterior y los continuos flujos de las últimas décadas de dominicanos hacia el exterior  han conformado  las llamadas comunidades transnacionales o diáspora dominicana a escala mundial, con tales nexos con la sociedad dominicana que obliga a un replanteo de la dominicanidad y el concepto mismo de población dominicana.

 

Ello ha provocado la irrupción del tema de “los dominicanos residentes en el exterior” en el debate y agenda nacional, cuyo vínculo con la sociedad dominicana vía remesas, participación política, legislativa y electoral han sido determinantes en las transformaciones de la sociedad dominicana de las últimas décadas y en algunas áreas decisivas en términos apoyo económico y de legitimidad política de la democracia dominicana.

 

Ahora bien, de qué manera el Estado dominicano ha manejado la temática de las emigraciones y de las comunidades de dominicanos en el exterior en términos de políticas públicas, y cómo hacer un mayor aprovechamiento de dichos flujos y de las relaciones  diaspóricas con esos connacionales es tema de un próximo artículo.

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