Historia para ser contada

Ese sábado de hace 40 años fuimos convocados por Antonio (Tonito) Abreu, secretario general del Partido a una reunión urgente en la casa del sindicalista Félix Alburquerque, en el barrio capitalino 24 de abril, donde también acudieron miembros del Comité Político y otros altos dirigentes. En  ese encuentro se selló división del PLD.

Tonito fue el último en hablar antes de que la improvisada asamblea votara a unanimidad por la renuncia del Partido bajo el alegato de que esa organización había extraviado su misión de completar la obra inconclusa de Duarte, porque Juan Bosch había permitido o tolerado que la derecha asumiera el control de la organización.

Me tocó  formar parte del grupo de dirigentes que  transmitiría la  penosa noticia a los miembros y circulistas del Comité Intermedio Rafael Fernández Domínguez, que cubría los barrios Capotillo y Simón Bolívar, que ya habían sido convocados de urgencia.

La asamblea del Intermedio también  acogió la moción de renuncia, a la que se agregó  asumir el control del local que estaba ubicado en el barrio Simón Bolívar, de la misma manera que lo habíamos hecho  seis años atrás  con otro inmueble  en el barrio Capotillo, cuando renunciamos del PRD.

El compañero Julio, pidió hablar para  señalar que la tenía a cargo la custodia de esa sede, como lo hacíamos todos de manera rotativa, por lo que no permitiría que los renunciantes ocuparan la sede del Intermedio.

Infructuosos fueron los esfuerzos  por convencer al compañero de que  abandonara  el lugar, ni aun cuando  le colocamos en la cabeza el revólver del  compañero Rafael Abreu,  por lo que fue necesario expulsarlo por la fuerza. Dondequiera que este, Julio merece reconocimiento por su valor y responsabilidad.

Incidentes similares ocurrieron en los locales de los comités intermedios Jose Martí (Cristo Rey), Francis Caamaño (Ensanche Espaillat), Cesar Augusto Sandino (Los Guandules),  en todos los cuales asumimos control sobre locales e inmobiliarios.

En mis poco más de 20 años, no había sentido tanta tristeza y frustración como  aquel día cuando le entregué al compañero Juan Bosch, de quien era su mandadero, las llaves de la “safari” que me había asignado con la advertencia de que  solo a él devolvería yo ese vehículo, lo  que cumplí a pie de letra.

Bosch hizo  todo lo que  pudo para evitar esa masiva renuncia, como lo demuestra la Conferencia Ho Chi Ming, que convocó para  abordar la crisis intrapartido, pero no tomó en cuenta que la pequeña burguesía es siempre  rio intespetuoso  que se sale de cauce.

Meses después fundamos  el Partido  de la Unidad Democrática (UD), disque para promover la unidad de la izquierda y otras fuerzas progresista, lo que terminó en hotelucho de alquiler, y  el final de una acción temeraria, en la que erróneamente todos calzamos zapatos de ciguapa.

Duele decirlo, pero 40 años después,  están dadas las condiciones para que el PLD sufra  otro  sincope histórico, sin que  nadie pueda garantizar su  sobrevivencia, por aquella fatídica sentencia de que la historia se repite como comedia, farsa o tragedia.

JPM

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