Hipólito, Leonel y los aires de la democracia

La mayor coincidencia entre César Medina y Juan Taveras Hernández está en que sus artículos reflejan las ideas de quienes ellos defienden. Es decir, si queremos saber qué piensa Leonel y qué pasa por la cabeza de Hipólito solo hay que estudiar los trabajos de estos dos periodistas cuyas frases desnudas lo enseñan todo sin disimular nada. Según Juan Taveras Hernández, “¡Si Hipólito va o no va, las circunstancias lo dirán! Ahora no están dadas las condiciones para que el ex presidente Mejía tome una decisión definitiva y definitoria sobre su porvenir político. Habrá que esperar”. Pues de este párrafo hay que deducir que si él no aspirara este artículo jamás se redacta, lo que significa que se puede apostar 100 a nada que Hipólito va. Así que al interior de su fuerza partidaria –si es que gana-, se escuchará de nuevo “llegó papá”. Por su parte, en un artículo publicado hace un mes, César Medina dice lo siguiente de Leonel: “Su deseo fuera dedicar el resto de su vida a las humanidades, a las relaciones internacionales, al fomento de la cultura y del conocimiento… Pero sabe que tiene compromisos políticos indelegables y que muy a su pesar no le ha llegado el momento del retiro de la vida pública”. Entonces ya el expresidente habló, él también va, se podría volver a escuchar en lo interno de su partido –si es que gana-, el clásico, “ruge y ruge el león”. Pero las preguntas son capicúas que tocan a César y a Juan TH: ¿La realidad de hoy es la misma del 2012, el liderazgo elevado de Danilo y de Abinader no tiene ninguna significación? ¿O por el contario esta sociedad está frisada como una computadora que tiene muchas ventanas abiertas? Deseo leer sus repuestas con el talento que uno y otro suelen hacerlo, y me dará mucha satisfacción escuchar esos pareceres, porque podré entrar al cuarto de las ideas de esos dos expresidentes. Lo que ha hecho Danilo en sentido positivo tiene un gran peso diferenciador y ahora los demonios se han desatado apuntando muchas críticas al estilo derrochador de Leonel. Es increíble el que los dos eternos aspirantes sean campeones en tasas de rechazo. Parece que la gente está cansada de los chistes de Hipólito y de los discursos de Leonel. Se respiran vientos de cambio en esas corrientes políticas, existe el temor de volver atrás, no se quiere ver películas repetidas porque eso aburre, y ya se dice en las esquinas “estamos jarto de lo mismo”. Muchos dominicanos se sienten frustrados con los mandatos de Leonel, pensaron que sus gobiernos estarían a la altura de su inteligencia y nada trascendente sucedió en esas administraciones. (Con excepción de los logros de su equipo económico). Existía la ilusión de que por lo menos se resolvería uno de los cinco problemas que durante cincuenta años abaten a los dominicanos: transporte, energía, educación, seguridad ciudadana y salud. Pero nada esencial aconteció que podamos decir, el país de mejor educación de la región, o el de mayor seguridad y salud, como expresar que Leonel solucionó el cáncer de los apagones. En fin, las cinco goteras citadas continuaron filtrando dificultades en los techos de la gente. Las expectativas creadas con la llegada de un intelectual de luces al poder se apagaron como las velas en los mortuorios de los pobres. Mientras los escándalos y la impunidad terminaron malogrando su prestigio, aunque él nunca haya reconocido ni un solo de sus errores, porque el éxito emborracha más que una botella de alcohol. Los doce años de este mandatario son ilusiones perdidas, pruebas inequívocas de cómo un ser humano se transforma en dos totalmente distintos: el real y el virtual, con la agravante de que ya es improbable un encuentro entre el de mentira y el de verdad. Solo la narrativa de un Gabriel García Márquez pudiera producir la magia de esta difícil fusión. De igual modo, Hipólito es también un sueño convertido en pesadilla, nunca ha podido apreciar que una cosa es la persona y otra el personaje. Me explico, confunde su persona, el caballero simpático y agradable que suele ser, con el personaje de presidente o candidato. Por eso sus humoradas siendo jefe del Poder Ejecutivo no tuvieron fronteras, “no se detuvieron ni en la puerta de su despacho”. Y como tampoco es fácil -igualmente que Leonel- fundir estas dos figuras, él siempre estará perdido en el bosque de sus propias palabrerías. Es lamentable, nunca aprendió a delimitar el Hipólito –persona- del Hipólito –personaje- presidente o aspirante. El personaje presidente es un papel cuya representación es por cuatro años y hay que ajustarse a un libreto protocolar, el cual no incluye muchas bromas, porque los asuntos de Estado tienen un fuerte rigor de seriedad. El personaje candidato tiene también su guion y por desconcierto Hipólito no ha podido aprenderse el parlamento, ha creído que su papel es para una comedia cuando en realidad es un drama. Siendo sincero, yo en lo particular no quisiera volver a oír “ruge y ruge el león”, como tampoco “llegó papá”. Ojalá se impongan otros candidatos para un cambio verdadero en la nación, porque al igual que Heráclito, también estoy cansado de bañarme cada cuatro años en las aguas del mismo río. El país merece algo nuev Temístocles, Abinader, Reynaldo, Guillermo Moreno, Radhamés, Fidel Santana, Francisco Javier, hay buenos para escoger y dar en el 2016 otros aires de mayor frescura a la democracia.

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