Fiesta de Cristo Rey

 

Hoy es día de fiesta.  Celebramos a Cristo Rey. La celebración de la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo, cierra un año litúrgico en el que se ha meditado sobre todo el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios.

Esta fiesta fue instituida por el papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925. El propósito: recordar la soberanía universal de Jesucristo.

Y es que Jesucristo es Rey del universo porque es Dios.

 A Él le debemos todo el honor y la gloria.

En Él vivimos, nos movemos y existimos. Todo fue creado para Él.

Recordemos aquel pasaje cuando Pilatos le preguntaba a Jesús si en verdad era rey de los judíos, y Él contestó: “Mi Reino no es de este mundo”.

Su reino será diferente a los reinos de la Tierra. Su reino será como es Dios: eterno e infinito, sin límite de tiempo ni de espacio. Su reino nunca se acabará ni será destruido porque Jesús no es Rey de un mundo de tinieblas y pecado, Él es Rey del reino de Dios. El reino al que nos invita y nos lleva de la mano si nos dejamos llevar por Él.

Aunque no veamos su reino aún, llegará el tiempo en que todo sea revelado y debemos colaborar con Su Espíritu y nuestra voluntad para que algún día, cuando nos llame,  lo veamos coronado de gloria y esplendor.

En esta fiesta, el pueblo de Dios manifiesta visiblemente con procesiones, adoraciones, y celebración eucarística la alegría de Cristo Rey.

A continuación, www.misiones.catholic.net/proccrey.htm nos presenta algunas ideas que explican la modalidad de esta celebración:

Vamos a caminar por las calles de nuestro pueblo acompañando a Jesucristo, Rey del Mundo y Rey de nuestras vidas. ¿Por qué Jesucristo?, porque Él es nuestro Dios, el único salvador de la humanidad.

¿Por qué una procesión siguiendo a Jesucristo?, porque este caminar simboliza nuestro peregrinar por esta vida en la compañía de Jesucristo, nuestro Señor.

¿Por qué llevamos una imagen?, porque la imagen nos ayuda a tener más presente a quien ella representa, así como la fotografía de un ser querido nos ayuda a recordarlo en su ausencia. Ahora, vamos a preguntarnos a nosotros mismos:

¿Es Cristo el Rey de nuestras vidas? Le preguntamos qué quiere que hagamos por su Reino.

Al escuchar su voz en nuestro interior, ¿acaso somos fieles a ese llamado?

Es tiempo de reconocer lo que realmente vale.

El reino de este mundo es basura comparado al Reino de Cristo.

Desde hoy podemos vivir en el Reino de Cristo si lo dejamos reinar en nuestras vidas.

¡Que viva Cristo Rey!

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