El crimen organizado

El discurso contra el crimen ha tomado un giro lamentable.La declaración
del jefe de la Policía Nacional, Manuel Castro Castillo, acerca de
la superioridad del crimen organizado con respecto de las autoridades, se torna
necesariamente en un elemento perturbador. Es la forma de admitir algo que se
ve: estamos en manos del enemigo.

El abogado José Jordi Veras, sobreviviente de un atentado criminal, ha
dicho que aunque los autores del hecho estén condenados y en prisión no se
siente seguro. Fue desde una cárcel de Santiago que el sujeto diabólico que
quiso eliminar al hijo del doctor Negro Veras perpetró sus
gestiones macabras.

Francisco Domínguez Brito, procurador general de la República, reveló la
tenebrosa estadística según la cual 576 personas fueron asesinadas con armas de
fuego durante la primera mitad de 2014. ¿Será, como dice Castro
Catillo, que esto ocurre por falta de visión, diseño de estrategia y
estructura especializada?

El control, si no erradicación, de la criminalidad es una necesidad urgente
que bien cabe en el capítulo “corregir lo que está mal”, proclamado y
prometido por el presidente Danilo Medina durante la campaña
electoral. El creciente desarrollo del crimen como oficio
entra en lo que está mal y tiene en zozobra la conciencia nacional.

Siempre habrá homicidios, siempre habrá riñas. De vez en cuando un
hombre de bien se indignará y se verá precisado a incurrir en una acción
impropia de su perfil. Ese hombre mata a alguien en defensa propia o de
su familia, por la preservación de su patrimonio o por la salvaguarda de su
honor. Y por las libertades públicas también.

El sujeto involucrado con el crimen organizado mata por
la espalda a una persona porque por ello recibirá una paga. El matón
contratado no da la cara ni se enfrenta a nadie de igual a igual. El de sicario
es, sin duda, el quehacer más degradante en que puede incurrir un
individuo. Ni siquiera la venta de sexo le es comparable.

Quien mata por paga, como quien manda a matar, son espíritus dañados que a
lo sumo podrían ser útiles para las prácticas de los estudiantes de medicina en
las universidades. Según el caso, los ejercicios de
aprendizaje pueden ser en psiquiatría, pero más provechoso será
usarlos en anatomía descriptiva.

Hay que persistir en el propósito de cambiar esta situación. Y cuando
se modifique el Código Procesal, igualar las penas del que manda a matar
con las del ejecutante. Vale parafrasear los versos de sor Juana Inés:
“Cuál es más de culpar / aunque cualquiera mal haga/ el que mata por
la paga / o el que paga por matar”.

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