Dios ve que esto no es bueno

A propósito del recién pasado Día Mundial de la Tierra, he recordado una interpretación escuchada en un curso de espiritualidad acerca de la advertencia evangélica de que todo pecado será perdonado menos la blasfemia contra el Espíritu Santo. Lo novedoso para mí ha sido que eso se entiende como pecado contra la naturaleza.
Jesús lo declara: “Por eso os dig todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y a cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero. (Mateo 12: 31).
Me parece atinada y útil la versión de que esta sentencia hace alusión a los atentados contra la naturaleza. La religión juega un papel determinante sobre la conducta humana. Bien que le vendría a la humanidad asumir como una cuestión moral el respeto y conservación de los bienes naturales.
Dios entregó a los humanos un mundo hermoso y limpio. Y vio como bueno que el hombre usara la tierra para cultivar los frutos con que habría de alimentarse, y que reprodujera las especies animales para sacar provecho. Pero el hombre se apartó de los planes de Dios y comenzó a dañar la tierra. Dios ve que esto no es bueno.
Se daña la naturaleza cuando ignoramos que se trata de un bien común y emprendemos el corte despiadado de los árboles y contaminamos las aguas. Ninguna riqueza material es más importante que el agua, pero muchos seres humanos no lo entienden todavía. Lanzar basura y heces fecales a ríos y arroyos es criminal.
Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente figura entre los ocho objetivos acordados en la Cumbre del Milenio por 191 jefes de Estado y de Gobierno, reunidos en septiembre del año 2000. Estos objetivos tienen como fin esencial combatir la pobreza extrema, una de cuyas variantes es un medio ambiente inadecuado.
Es necesario que todos entendamos nuestra responsabilidad frente a la naturaleza, que respetemos el equilibrio medioambiental, que mostremos amor por la preservación de los recursos naturales y procuremos un desarrollo sostenible del país sin perjuicio para el entorno natural.
Mi padre –un agricultor de Miches- solía decir que quien defeca en el río no le verá la cara a Dios. Y creo que es profunda lección de ecología, amparada en la moralidad. Por eso creo que toda falta puede serle perdonada a los seres humanos, con excepción de los daños a la naturaleza. Sin medio ambiente, no puede haber un mundo sano.

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