De policías y de aberraciones
Las voces que gritan, que claman, que vocean en el desierto podrían de repente cansarse, jartarse de criticar a una Policía atroz, abusiva, que no escarmienta, que no escucha, que no ceja en su práctica de agredir de colocar narcóticos a los muchachos de los barrios marginados y hasta de ejecutarlos .
Es paradójico que la inmensa mayoría de sus agentes venga de lugares estragados por la pobreza y en muchos casos, esa es la razón que los lleva a “engancharse” y que amparados en un uniforme, una macana y una pistola vayan a los sectores paupérrimos a maltratar a gente que ha sufrido los embates de la miseria más punzante, sí, como ellos.
Ya no están solas las denuncias de que matan a mansalva y de que al revisar los bolsillos de los muchachos aparecen de forma ¿milagrosa? sustancias controladas.
Las gráficas sirven de sostén a esos testimonios, registran casos como el ocurrido el martes en La Joya, Santiago, hacen viral la forma en la que una patrulla embiste a dos jóvenes y ya reducidos a la obediencia los agentes los balean reiteradas veces y los abofetean, sí, en ese orden.
Esas pruebas están ahí para que las autoridades entiendan que no es pura defensa a delincuentes, que no importa el delito cometido, la labor de la Policía es hacer respetar la ley y el orden y como las reglas empiezan por casa…
Aunque en los casos en los que no ha sido posible tomar imágenes surge la duda y el descrédito les cae, los denunciantes de esas tropelías tienen la gallardía de hablar, a riesgo de llevar las de perder.
of-am