De las campañas sucias

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EL AUTOR es educador. Reside en Villa Vásquez.

Resulta notoria, al observarse y analizarse, la similitud del matonesco camino que hemos tomado, con otras sociedades que sucumbieron ante el descredito de la clase partidaria y el accionar político como único método de movilidad social y económica. Se ha convertido el puesto público (electivo o decretado) en la forma favorita de los exponentes para conseguir la riqueza suficiente que les solucione sus dificultades materiales a costilla del empobrecimiento colectivo.

En pleno siglo XXI el método por excelencia para doblegar la opinión pública frente a los excesos éticos e ilícitos que cometen los que manejan la cosa pública, es el soborno para retorcer la verdad. De ahí el amplio festín de ¿inversiones? o pagos en medios de comunicación para que se coloquen al servicio de las peores causas.

La recurrencia a este tipo de tácticas es la de mayor nivel de perversidad. La falta de sacrificios por los que manejan la información y la poca rentabilidad del periodismo decente e independiente, coloca entre la espada y la pared a los que no tiene la entereza suficiente de rechazar ofertas bochornosas desde el ángulo ético, pero suculentas desde el punto de vista económico.

Todo este maderamen es parte de la nomenclatura que colabora con, el único propósito de, llenar el ego de los que no tienen más nada que hacer fuera de la política y convierten el dinero en su único recurso que exhibir, en mayoría de casos al grado de enrostrar a las clases más desposeídas sus adquisiciones económicas.

Legitimidad

La legitimidad política y social en tiempos de antaño se adquiría mediante las obras de bien general y la hoja en blanco se llenaba de las acciones abastecidas de humildad, rectitud y pulcritud.

En los espacios radiales y televisivos se comenzó a confundir la palabrería llena de lisonja con reconocimiento colectivo. De ahí que hoy en día se efectúa una cuantiosa inversión en dos direcciones:

a) Avalar falsamente una imagen desprovista de ideas e intelectualidad y con déficit de argumentos correctos o la descalificación real o b) falsa con el propósito de convertir al financiador de las campañas sucias en el referente de ética y moral.

Abulia por corregir

Si existiese la intención de corregir el desdén por las ideas y la fascinación por tomar como referente para difamar las palabras desprovistas de realidad, se iniciara un proceso donde solo se debatiera por el bienestar de la nación.

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