¿Cuál es la resistencia de los pobres?

Las medidas de ayuda económica y alimentaria deben estar acompañadas de una fuerte ofensiva para reducir los infectados y las muertes, a fin de iniciar cuanto antes el retorno a la normalidad

El gobierno dominicano hace bien en salir en auxilio de las pequeñas y medianas empresas agropecuarias, las cuales corren el riesgo de pérdidas millonarias ante la reducción de la demanda de sus productos, todos perecederos, debido principalmente al cierre de las actividades turísticas.

El ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, quien preside la Comisión Nacional de Emergencia, informó que se adquirirán grandes cantidades de quesos y demás productos lácteos, así como de pollos, huevos, tomates y otros vegetales, para evitar la pérdida de esos alimentos.

Y hace bien, en disponer su distribución entre casi un millón de las familias más pobres y vulnerables, cuyo nivel de ingreso es tan bajo, inestable y ocasional, que estas circunstancias las han sumido en la pobreza e indigencia extremas.

Pero, conociendo la golosidad política que las autoridades tradicionalmente han exhibido, siempre es necesario insistir en lo impropio e ilegal que es sobrevalorar la compra de esos productos esenciales del campo, como politizar su distribución, capitalizando la desesperación y la inseguridad social.

Desde el inicio de esta emergencia nacional, un sector amplio de la esfera gubernamental, se ha dedicado a hacer “negocio y política” con esta desgracia universal, sin que las autoridades competentes hayan actuado, salvo en los casos en que los partidos políticos de la oposición y/o la opinión pública los han denunciado.

Las víctimas principales

En todas las crisis y desgracias naturales hay ganadores y perdedores. Los altos funcionarios continúan disfrutando de todos sus privilegios, sin renunciar ni reducir a ninguno. La gran mayoría de los empleados públicos están en sus casas con la absoluta seguridad de que a fin de mes recibirán el 100 x 100 de sus salarios.

No se conoce de ninguna reducción de la nómina oficial, ni siguiera de una parte de las decenas de miles de asesorías, consultorías y otras denominaciones modernas de lo que el pueblo conoce como botellas.

La mayoría de los empleados privados, o reciben parte de sus salarios, o han sido reportados como cesantes temporales, recibiendo una compensación proporcional, gracias a los 16,000 millones de pesos, transferidos del fondo del Seguro de Riesgos Laborales (SRL). La clase media tiene ingresos regulares y ahorros para enfrentar esta situación con suficiente holgura.

Pero, como siempre, los que están pasando las de Caín, son más de dos millones de trabajadores por cuenta propia, prácticamente impedidos de salir a las calles a prestar servicios para sostener a sus familias. Esos son los casos de los motoconchistas, taxistas, buhoneros, etc., etc.

Todos los días pienso en Tomás, un esforzado, honrado y dedicado barbero que hace apenas un año tomó prestado para hacerse cargo de una pequeña barbería. Y también en José, vendedor de la lotto de Miami, una gran persona, como la mayoría de los pobres, que depende del chiripeo para alimentar y educar a sus hijos.

¿Cuál es el límite de resistencia de estos trabajadores marginados? ¿cuál sería su reacción si esta emergencia si prolonga por ineficiencia oficial, falta de autoridad e irresponsabilidad colectiva? ¿Quiénes serían los ganadores y los perdedores? Mientras no se aumenten las pruebas de PCR seguiremos patinando, sin reducir los casos y su propagación.

Un merecido reconocimiento al personal de salud por su dedicación, compromiso y desempeño, a pesar de los altos riesgos y de las limitaciones con que han tenido que trabajar por más de cinco semanas continuas, sin tregua y todavía sin ver la luz al final del túnel.

JPM

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