Copartícipes en un acto criminal

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

La distinción de los actos criminales fundada sobre el número de participantes al acto descansa sobre la idea de que ni la naturaleza del acto, ni su estructura, ni su modo de ejecución, no se presentan de la misma manera según el número de personas que participan en el acto criminal. En esta perspectiva, se puede distinguir entre tres tipos de crímenes: el crimen cometido aisladamente, el crimen cometido en asociación y el crimen de las multitudes.

Se trata del crimen cuyo nombre no solamente la ejecución, sino la preparación eventual y la idea inicial son obra de una sola persona. Es el delito del que no sólo la ejecución, sino la eventual preparación y la idea inicial son obra de una sola persona.

Debido a que el criminal está limitado a sus propios recursos materiales e intelectuales, su actividad está necesariamente limitada a ciertos tipos de delitos y ciertos modos de ejecución. Su habilidad personal sólo puede compensar en parte esta limitación.

Eso dicho, los crímenes cometidos aisladamente son de una gran variedad. Eso va del homicidio pasional hasta el robo profesional, pasando por toda una serie de actividades criminales ocasionales o repetidas, como el caso del “matón en serie”.

La noción criminológica de crímenes cometidos en asociación comprende evidentemente todos los casos en que el derecho penal retiene la existencia de una coactividad o complicidad. Pero ella desborda estas últimas dos maneras: aguas abajo porque también incluye la pareja autor-receptor; aguas arriba porque incluye también al conjunto autor-instigador, aun cuando este último no pueda entrar en la figura jurídica de la complicidad por provocación o por instrucciones dadas.

En el marco de esta definición, el crimen cometido en asociación cubre una variedad de suposiciones. La criminología se ha interesado desde sus inicios por los delitos bipersonales, es decir a los crímenes en los cuales la participación no consiste en la ejecución material y conjunta, sino en el hecho que uno de los dos socios comete el crimen como resultado de una instigación del otro. Se ha así distinguido la pareja la pareja principal-agente, acusador-acusado, amante-amante-amante, esposo-esposa, padre-hijo. 

Otra categoría que merece ser aislada es la del crimen cometido por una banda de adolescentes. Se ha señalado que la pandilla de mentirosos no tiene la estructura compacta y eficiente de la pandilla de delincuentes adultos. El acuerdo no es tan estrecho como está centrado hacia el objetivo delictivo a alcanzar.

En fin, conviene distinguir entre las bandas de malhechores adultos entre las “bandas aisladas” y las que se bañan en el “entorno criminal”. Las primeras son a menudo efímeras y se dislocan bastante rápido.

Las segundas poseen en cambio una permanencia que no es en general rota, independientemente de la acción de la policía, que por los arreglos de cuenta entre bandas rivales para la dominación del “mercado” del crimen profesional.

El crimen organizado entendido como el conjunto de las actividades criminales ejercidas por organizaciones criminales, tal como la mafia siciliana,  se ha convertido en una de las principales preocupaciones de las autoridades públicas contemporáneas.

No es nuevo: la expresión “Organized crime” ha sido utilizada en los Estados Unidos a fines del año 1920 para caracterizar las “pandillas” de malhechores que atacaban especialmente en la ciudad de Chicago.

Pero hoy, esta forma de criminalidad ha tomado una tal amplitud que ha movilizado las políticas criminales, no solamente desde los principales países desarrollados, sino también las instituciones internacionales: Consejo de la Europa, Unión Europea y en último lugar Organización de las Naciones Unidas.

Sin duda el conocimiento empírico del crimen organizado no es fácil porque la existencia de estructuras mafiosas y la pertenencia de individuos a esas organizaciones criminales no son por hipótesis un dato visible y fácilmente cuantificable, a diferencia de la delincuencia tradicional.

 Pero de ahí a decir que se trata de un “mito”, de una construcción fantasiosa salida de la imaginación de algún criminólogo no bien sabido, habría que ser muy ingenuo si no se cultiva sistemáticamente la contradicción.

 Así, según Europol, el número de organizaciones mafiosas en Europa pasó de 3.000 a 4.000 entre 2001 y 2002, es decir, más de 40.000 personas, y, según el FMI, la las cantidades blanqueadas y los beneficios obtenidos por el crimen organizado representan del 2 al 5 % del PIB europeo.

jpm-am

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