Cielos entornados

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EL AUTOR es escritor. Reside en Uruguay.

MONTEVIDEO, Uruguay- Ricardo Pallares es uno de los hombres de letras por los que profeso admiración; lo conocí en Punta del Este donde pronunció una conferencia magistral sobre Felisberto Hernández: Quedé maravillado, lo felicité y desde ese día iniciamos una amistad que perdura y se fortalece con el paso de los años.  Desde entonces voy a todas sus conferencias, lo considero uno de los mejores conferencistas que he escuchado; su hablar sereno, el dominio de las técnicas de la oratorio y  de los temas relacionados, sus argumentos didácticos para transmitir las ideas, hacen a quien lo escucha asimilar sin esfuerzo todo lo enseñado.

Esta vez fui convocado por el profesor Pallares no para escucharlo a él, sino para él escuchar otras voces (entre las que me incluía)  que iban a exponer opiniones sobre su último libro publicado. Era un encuentro poco común, es verdad,  un convite rarísimos al que, dada la tremenda admiración que le tengo desde que lo conocí, no podía faltar.

Para concurrir entusiasmado a la cita era suficiente el llamado del profesor. Pero por si fuera poco había unos componentes adicionales de mucha fuerza y es que también fueron convocados varios de los intelectuales (a los que guardo alto respeto) representativos de la presente generación.

En efecto, a la hora acordada llegué a la calle Colonia 245 esquina Gaboto  y cuando entré a un apartamento común donde está instalada la Fundación Vivian Trías estaban ya instalados en sus respectivos asientos Marcia Collazo, autora de novelas históricas, poeta,  profesora de historia de las ideas y columnista semanal de la revista Caras y Caretas;  Hebert Benítez, mi editor, catedrático del área de letras, presidente de Antítesis Editorial, poeta y conferencista; Marcos Ibarra, artista plástico y visual, docente de plástica;  Eduardo Nogareda, poeta, corrector de estilo jubilado de El País, de Madrid,  productor del icónico programa cultural “El truco de la serpiente”, premio Bartolomé Hidalgo, ex presidente de la Casa del Escritor; Tatiana Oroño, poeta, critica y profesora de lenguas y literatura española, autora de, entre otros libros, El alfabeto verde, La piedra nada sabe, Morada inmóvil; Gabriel Peluffo, médico, profesor, cantante y miembro de la banda Buitres Después de la Una; Leticia Soler, destacada educadora actualmente jubilada del Consejo de Educación Secundaria.  Y yo, inmerecidamente sumado a ese selecto grupo de notables figuras del mundo de las letras y las artes.

¿Qué haríamos? ¿Por qué se nos había convocado?

Pallares es profesor de letras, académico, crítico literario, ensayista y una de las voces poéticas del Uruguay de hoy. Allí estaba sentado al lado de la pintora Raquel Barbosa, docente de historia, pintora e ilustradora de libros (Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga)

El motivo de la cita era analizar el libro Cielos entornados (Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2018), donde Ricardo Pallares poetiza con las motivaciones que recibe de los dibujos previamente concebidos por Raquel Barbosa.

Es un libro raro donde Pallares reescribe en verso  los objetos creados o sugeridos por la pintora Barbosa).

Pallares no es un poeta que necesita de la divina inspiración; es un creador auténtico, capaz de sentarse y elaborar una síntesis del desarrollo humano en cualquier género y  momento.

Los dos artistas han unificado sus criterios de trabajo en dos libros de poesía anteriores: Antárticos (2014); Memorias e invenciones (2017); ambos con textos de Pallares e ilustraciones de Barboza.

En el presente caso se trata de un experimento poco común: Un poeta y una pintora se unen para trabajar sobre la percepción  que tienen de la vida, de la sociedad y de la naturaleza.

Pallares, el poeta;  Raquel Barbosa, la dibujante, provocan el gusto de todo lector con capacidad de amar las cosas simples y con buen olfato para acercarse a contenidos y valores concebidos en formato diferente.  De manera diestra y  firme, ambos creadores disparan la crítica en lo político y en el extenso ámbito de lo social.

Como lector que gusta del arte y de la buena poesía, opino con la espontaneidad y el criterio que me provoca lo leído.

Desde los primeros versos de Cielos entornados escucho un grito, el del pájaro que presagia y denuncia los oscuros horizontes donde acechan los perdigones que les harán estallar el pico.

Como a los niños en la guerra.  No es un delirio. Es el drama del mundo.

En los 18 poemas de Pallares sobre los 18 dibujos de Barboza, veo preocupación por el acto de preservación de la naturaleza. La flora o la fauna.

Escribiéndole a uno de los dibujos donde vemos la alegoría de un camello, de un burro o de una bestia salvaje humanizándose, el poeta observa la política como si fuera el carnavalito nacional, aquel que habla del poder donde los ricos disfrazados tienen  “a los cielos entornados”.

¿Qué es “entornados”?  ¿Se refiere el poeta a los entrecerrados o a los entreabiertos? ¿A los adosados, a los trastornados o a los inclinados?

La palabra “cielo”, como una flor que se lleva en el corazón, está citada en 7 ocasiones y en otra como sinónimo de Edén,  sobre un dibujo donde aparecen tres muchachas:

“en la miga del sueño/se alzan vivas y frescas/tres niñas y un edén/ un salto y una risa/juegos sin entornar/esteras y persianas/no hay celo a celebrar/ni guerra en la simiente”.  “abrirse quiere el cielo”.  Lo repite: “abrirse quiere el cielo”. Insiste: “hasta en el cielo hay parcelas”.

El Edén fuera un lugar a donde todo espécimen quisiera ir aunque fuera por un día si no estuviera desplazado por el cielo, aunque en ocasiones aparece en el bello texto desde la interpretación de los dibujos como “…un cielo desflorado y violento”.  Quizás, el mismo ataque de la globalización contra la naturaleza nos haga, o les haga a los artistas que nos convocan, a sentirlo de esa manera.

Me gusta ese verso que deleita aunque a veces parece sombrío y otras veces pica en las zonas eróticas del pensamiento. Dice en el poema de la página 35: “un raro pubis delmiralizado”.

¿delmiralizado? Sí, “delmiralizado.  Aunque también puede en sus versos tener “un raro y pulposo latido/leo “Borges y yo” en El Hacedor/todo lo pierdo y todo es del olvido”.

Ya Saúl Ibargoyen una de las voces fuertes de la poesía uruguaya de estos días, hace la advertencia en La Sagrada Unidad (texto de presentación), al decir: Por eso, tal vez, los insólitos neologismos derivados de los nombres de dos poetas uruguayas esenciales: Delmira Agustini y Marosa di Giorgio.

Así, sobre ese dibujo perfecto de una flor que representa un rosal, una mujer, o muchos rosales y muchas mujeres, el poeta canta con la más expresiva ternura: “marosina está/

es una María/sobre pétalos de olvido/espirales susurradas”.

Y como  “el mundo inquisidor siempre nos mira”, según Pallares,  el observador Ibargoyen que hace unos meses partió a otro ámbito de la existencia material, adelantó:   “Cada uno ve lo que ve, cada uno oye lo que oye…”

En Cielos entornados estoy leyendo un hermoso libro y un testimonio del ser.

El encuentro de los intelectuales y artistas con Pallares y Barbosa, en el pequeño salón de la Fundación Vivian Trías, situada en el centro de Montevideo,  terminó cercano a la medianoche con estas palabras del poeta anfitrión: Fue una fiesta para la inteligencia sensible y todo un honor y disfrute.

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