Che Guevara: el guerrillero universal

 

 

 

“Un recuerdo más perdurable que mi nombre es luchar, morir luchando”. Ernesto Che Guevara

 

Son pocos, no son muchos. Ellos con su estatura de héroe y sus épicas hazañas dan brillantez a la historia. En la galería de seres humanos extraordinarios está el busto de un gigante que crece en la sombra del tiempo. Su arma de guerra tuvo un único enemigo: la injusticia social que sufren millones en América Latina y en otros lugares del planeta. Contra ella luchó con firmeza hasta que cobardemente lo ejecutaron, a los 39 años de edad. Probablemente su imagen, después de la de Cristo, sea la de mayor difusión en el mundo. Él es Ernesto Che Guevara: el guerrillero universal.

 

El Che era como el título del libro de Friedrich Nietzsche, “Humano, demasiado humano”. Para algunos el Che es tan solo “un mito de la humanidad, un ídolo de una época”. Sí, es verdad, lo es. Pero de una fuerza moral infinitamente indestructible. El presidente chileno Salvador Allende dijo en un momento: “En escasas ocasiones he visto un hombre más humano y más profundo que el Che. Una persona tan consecuente con sus ideas y con su propia vida. Creo que muy pocas veces se ha visto en la historia una consecuencia similar: entre un hombre que dice lo que siente y hace lo que dice”.

 

 

O como expresara Fidel Castro: “Pocas veces en la historia, o tal vez nunca, una figura, un nombre, un ejemplo, se han universalizado con tal celeridad y apasionante fuerza. Es que el Che encarna en su forma más pura y desinteresada, el espíritu internacionalista que caracteriza al mundo de hoy y cada vez más al de mañana”.

 

 

Al inicio de la década de los sesenta, el entonces embajador de la Unión Soviética en Cuba, lo recuerda de este modo: “Era un personaje altamente organizado; no tenía en ese sentido nada de latinoamericano, era más bien alemán. Puntual y exacto. Constituía una persona asombrosa para todos los que hemos conocido América Latina”.

 

Para esa misma fecha, tras haberlo tratado en la Habana, Cuba, el Premio Nobel de Literatura, el francés Jean Paul Sartre, escribió: “El Che es el ser humano más completo de nuestra época”. Asimismo lo entendió su discípulo de lucha, Benigno, uno de los combatientes que le acompaña en las guerrillas del Congo y de Bolivia, testimonia:

 

“Yo creo que el Che Guevara no estaba hecho de fibras de carne. Yo creo que estaba hecho de otros nervios, porque tanto su cuerpo como su mente eran de acero”. De igual modo, un humilde campesino boliviano que colaboró con su guerrilla, al escuchar que fusilaron al Che, expresó entre lágrimas disimuladas y con palabras quebradas por el dolor, “un hombre como este no volverá a nacer”.

 

En la vida todos tenemos sueños. El sueño del Che fue ponerle fin a la injusticia social en América, África, Asia y en cualquier lugar del mundo. En ese contexto, con su visión continental, el Che sería un nuevo Simón Bolívar, pero elevado a la máxima potencia. Él resume la Ilíada y la Odisea del mundo moderno. El Che es algo más que historia, es acción al nivel de la leyenda. Y parece que este hombre – leyenda, ya entró alámbito de los mitos celestiales que cohabitan en la eternidad. Por eso se proclamó una vez: “más que dioses, lo que queremos es que sean como el Che”.

 

UN HOMBRE DE SUPERIOR CORAJE

 

Es imposible medir el valor de un hombre en un combate. Lo que se puede es expresar la prueba del arrojo, la gallardía o la temeridad de un soldado, en momento de superior riesgo para su vida. Quienes pelearon junto al Che, no han logrado salir del asombro ni borrar de su reminiscencia, el extremo valor de este hombre en el campo de batalla.

 

Aquellos que lo vieron caminar con increíble y pasmosa tranquilidad, al tiempo de que una lluvia de tiros eran lanzados desde un avión, dicen henchidos de emoción, “se crecía en situaciones de peligro. Daba una muestra de valor nunca más vista por mí. Parecía despreciar su vida. Mientras todos estábamos muertos de miedo, el Che, con el pecho erguido, combatía como una fiera rabiosa. Lo digo hoy, y todavía se me engrifan los vellos”.

 

Sin miedo a equivocarme debo expresar que, de tú a tú, de cuerpo a cuerpo, de gladiador a gladiador, entre campeones y entre generales cinco estrellas,  todos deben ponerse de pie al escuchar el nombre del Che. No, no, no. No estoy exagerando: Leónidas, Alejandro Magno, Ciro el Grande, Julio César, Espartaco, Napoleón Bonaparte,  Rodrigo Díaz del Vivar (El Cid Campeador) y hasta el mariscal alemán de la Segunda Guerra Mundial  Erwin Rommel (Zorro del Desierto); todos, repito, están obligados a ponerse en atención al escuchar las botas de Ernesto Che Guevara.

 

Porque colocados en la balanza justiciera, ninguno arriesgó tanto su vida en combate como el Che, ni necesitó de la preparación física para desde el corazón de la montaña y de la selva, dirigir un pequeño ejército de hombres valientes hasta los dientes. Ninguna otra figura de la historia contemporánea tiene la proyección del Che. Él es la leyenda que sus ejecutores jamás imaginaron. ¡Qué gran error! Creer que con tiros se matan las ideas, sin pensar que el sol mental que la genera no es de este mundo.

 

 

 

ERNESTITO, “UN NIÑO FUERA DE SERIE”

 

 

En cualquier lugar, pero sobre todo en Argentina,  cuando el amor es a primera vista quien mira es el corazón. El joven de 27 años de edad, Ernesto Rafael Guevara Lynch, desde el instante en que conoce a Celia de la Serna y Llosa, de 21 años, sintió maripositas volar en su sangre y comenzó a deshojar margaritas en su alma. De su pensamiento salieron palabras en verso. Se sintió Rubén Darío y Gustavo Adolfo Bécquer.

 

El poeta Guevara, porque todo hombre enamorado es poeta, logró conquistar a la bella Celia. En realidad, más que conquista, hubo una entrega. Ella estaba igualmente enamorada de él. Antes del matrimonio (10 dic. 1927) ya crecía el fruto de ese intenso amor. Nació el 14 de mayo de 1928 y se le puso el nombre de Ernesto Guevara de la Serna. De esta unión nacerán luego:     Celia (31-12- 1929). Roberto (18-5-1932). Ana María (28-1-1934). Juan Martín (1942).

 

 

La familia Guevara contrató como niñera y cocinera a la señora Rosario Amanda González, con quien Ernesto desarrolló una estrecha y respetuosa relación. Ella recuerda: “Ernestito me llamó mucha la curiosidad, porque lo veía leer de corrido. Eso fue el primer impacto, porque me decía, ¿cómo un niño de cuatro años podía ser así? Para mí resultaba imposible. Era un chico grande, la forma como él hablaba, conversaba o pronosticaba. Solo una persona mayor lo podía hacer”.

 

La señora Rosario cuenta: “Un día llegó Ernestito de la escuela sin su mochila y cuando le pregunté qué pasó, me dijo que se la regaló a un niño que no tenía. En otro aspecto, Ernestito le preguntó a la señora, -¿por qué tiene que ser tan dividida la gente?, pobres y ricos. Bueno, -respondió ella-, Ernestito porque el mundo es así. Él insistió, -Si al nacer y morir somos iguales, ¿por qué tiene que haber tantas diferencias? ¿Por qué vos tenéis que ganar $20 pesos y yo tengo que ganar $100?  ¡Eso es maldad! -Concluyó Ernestito. “Para mí era un niño grande que te hacía pensar. Era un niño fuera de serie. Yo lo he entendido así”.

 

Al joven Ernesto su sensibilidad extrema lo llevó, siendo un adolescente, a romper todas las bombillas de la calle, pues la compañía de electricidad de su pueblo había abusivamente aumentado el precio del servicio. En respuesta a ese hecho, Ernesto formó una pandilla que cometió la acción descrita. La rebeldía pareció encontrar un corazón como depósito y una mente como guía: Ernesto Guevara de la Serna, el asmático de 19 años de edad, estudiante Medicina de la universidad de Buenos Aires.

 

 

LA ESTATUA DE ACERO

 

 

Rompiendo el cristal del tiempo, traigo a esta era al célebre pintor y escultor italiano Miguel Ángel, artista de la Edad Media, considerado el mejor entre muchas épocas. Él tiene la tarea de escupir una estatua en bronce del Che. También dentro de mi intemporalidad, invito a tres grandes poetas para que ambienten con sus versos a Miguel Ángel: Charles Baudelaire, Pablo Neruda y Pedro Mir. Además, en ese taller de trabajo deberá escucharse música sublime. Esa misión la dejo en las manos de Amadeus Mozart.

 

 

La boina debe expresar el espíritu rebelde del Che y su integridad como revolucionario ejemplar. Hay que esculpirla pensando en Lenín y como cubre parte de su cabeza y la frente, debe parecer que protege el tesoro de las ideas de Karl Marx. Siendo el Che un hombre de coraje, se debe poner una proporción en cada pelo de su barba.

 

 

Figurarán como vellos de sus bigotes, luchadores o luchadoras jóvenes caídos, o guerrilleros mártires, que van camino a la eternidad: Camilo Cienfuegos, Manolo Tavárez Justo, Amín Abel Hasbún, Orlando Martínez, Amaury Germán Aristy, Maximiliano Gómez (El Moreno y Chichí Polanco. En sus tiernas mejillas -casi femeninas-, estarán estampadas las hermanas Mirabal.

 

 

 

Sus labios simulan barricadas y sus pómulos firmes trincheras. Su nariz refleja el valor del guerrillero, porque es como la canción de Silvio Rodríguez, “Fusil contra fusil”. Ojos, cejas y pestañas, representan la claridad perenne de su pensamiento insurrecto.

 

 

El cuerpo prefiero que sea como el unicornio: un caballo con un cuerno en su frente, pero el cuerno es su ametralladora. Olvidaba decirle a Miguel Ángel, que en vez de una estrella en el centro de la boina, le ponga el más potente sol del universo. De esta manera, todo el que esté de frente a la estatua, se verá obligado a ponerse en atención y a expresar con disposición de lucha, la frase: “A sus órdenes comandante Che Guevara”.

 

 

POR LOS CAMINOS DE AMÉRICA

 

El Che definió temprano su destino. Buscó en los libros de aventura (En las obras de Emilio Salgari y Julio Verne) la inspiración para empujar su marcha por los pueblos y caminos de América. Magallanes quiso darle la vuelta al mundo en su gran aventura. Su único empuje era el viento.

 

Mientras que el Che necesitaba conocer la realidad del continente, a los 21 años, la fuerza misteriosa que daba energía a su motocicleta, además de la gasolina, era su fe.  La esperanza de poder apreciar las entrañas de una realidad social oculta a los ojos de turistas, o camuflada por la propaganda oficialista. Y lo logró, pudo ver casi todos los países de América Latina y descubrió las raíces del mal común que caracterizaba a la mayoría de los pueblos. Al concluir el largo viaje, su sensibilidad se expresó en cuatro palabras: “No soy el mismo”.

 

Los viajes probaron sus fuerzas para derrotar las adversidades y sus condiciones para subsistir en las peores condiciones. El Che se estaba preparando para los duros combates del futuro. No sabía si su lucha sería como guerrillero, pero tenía claro que el método de Gandhi no era el camino, porque Estados Unidos no era Inglaterra, ni América había logrado su independencia con la palabra.

 

En el año de 1955, cuando el destino lo lleva a conocer en México al exiliado joven cubano Raúl Castro y luego a su hermano Fidel,  ambos protagonista del frustrado asalto del cuartel Moncada en Cuba en 1953, ya su barca navegaba por los mismos mares que deseaban los Castro llegar al poder. Ellos no tuvieron que invitarlo, subió al yate Granma con los 82 valientes cumanos como si la dictadura de Fulgencio Batista a él también le afectaba.

 

Su presencia en las montañas cubanas es parte de su agenda personal. Allí probó su valor y dio muestra de su coraje. Pero para un trotamundos de la revolución como él, Cuba liberada era una batalla ganada. El adiós a Fidel fue una despedida esperada. Su otra marcha apenas se iniciaba. De aquella lucha, vale recordar como ganada medalla de su bravura, lo siguiente:

 

 

En su película sobre Ernesto Che Guevara (1997), Miguel Torres, narra: “Fidel redactaba una carta de condolencia a Frank País por la muerte de su hermano Josué, ocurrida el 30 de junio del 1957, estaba firmada por los oficiales del Ejército Rebelde, Cuando estaban poniendo los grados de los oficiales, Fidel ordenó ponerle al Che «comandante», al lado de su firma. El Che escribiría: “La dosis de vanidad que todos llevamos dentro, hizo que me sintiera ese día,  el hombre más orgulloso de la Tierra,”.

 

 

FICHA DE FAMILIA

 

 

Ernesto Guevara de la Serna, apodado por los cubanos el Che, por su marcado acento argentino, se casó el 18 de agosto de 1955 en México, con la peruana Hilda Gadea (economista que conoció en Guatemala). El 15 de febrero de 1956 nació su primera hija,  Hilda Beatriz Guevara Gadea. Después del triunfo de la revolución,  se casa  el 19 de junio de 1959 con la cubana  Aleida March, con quien tiene cuatro hijos: Aleida Guevara March (17-11-1960), Camilo (20-5 -1962), Celia (14-6-1963) y  Ernesto (24-2-1965).

 

 

EL PARAÍSO Y EL INFIERNO EN LA SELVA

 

 

 

Para apreciar la grandeza de este hombre hay que situarse en el último extremo de Sudamérica, y desde allí (Tierra de Fuego), iniciar la marcha: cruzar caudalosos ríos, escalar altas y empinadas montañas, enfrentar las dificultades y sorpresas de la selva (mordeduras de reptiles, picaduras de incestos y roces con plantas que irritan la piel). También los sinsabores de las interminables llanuras y los ásperos caminos.

 

 

Así como humano, al estar en contacto con la desafiante naturaleza, surge la idea proporcional de la dimensión del guerrillero Ernesto Che Guevara. Todos estos sacrificios resultan más riesgosos por los reducidos  recursos económicos  que suelen agotarse durante el recorrido. El Che se hizo un maestro interpretando la selva. Su apreciación pudiera ser descifrada:

 

 

“La naturaleza salvaje muchas veces es tu mejor aliado, parece apoyar la lucha. Suele aportar refugio seguro, alimentos y hasta la medicina. Sin embargo, otras veces juzgaría estar con el contrario: castiga incesantemente con los aguaceros (La lluvia siguió toda la mañana, 18 horas de lluvia. Todo está mojado y el río muy crecido. *Diario del Che, 2-16-1967, Bolivia).

 

 

La naturaleza te vulnera con el frío o el calor, actúa con  inexplicable encono y no aporta la comida y cuando la otorga causa males intestinales. Pudiera ser inconcebible pensar que aun viéndonos sedientos, no deja desplomar del cielo una gota de agua, de la que antes caía en abundancia. ¿Mala suerte o dicha? Las dos cosas forman parte de la lucha, el guerrillero debe aprender el doble lenguaje de su amiga afable y rencorosa, la naturaleza.”

 

 

A esta odisea, sumemos ahora la significación del peligro de vida que equivale luchar contra el ejército de una nación. El Che debió prepararse como guerrillero, ser para sus seguidores o acompañantes, un combatiente modelo en lo mental y en lo físico.  Ser en la guerra un “soldado de soldado”, el ejemplo de los ejemplos. Disimular -hasta lo imperceptible- el humano “miedo”. Vestir el ánimo con traje de valiente y desafiar la muerte con temeridad entre fingidas carcajadas.

 

¡

¡Ah!, está demás añadir que el héroe, “ni se cansa ni se fatiga”, como tampoco se enferma. Se cuenta que en una ocasión el Che le dice a uno de sus guerrilleros que saltara un precipicio para penetrar de una montaña a otra, pero el soldado se negó al considerar la acción imposible y mortal. Ante esa actitud el Che lo recriminó, “nada es imposible”, manifestó y de inmediato dio el salto. Cuando el joven combatiente apreció a su comandante del otro lado, expresó lleno de admiración:”Tú lo puedes hacer porque eres el Che”. Hoy, quién dudaría en exclamar?: ¡Grande, demasiado grande es el Che! Su hazaña a simple vista puede parecer una galaxia, pero su gesta en verdad es un universo.

 

 

 

UN REVOLUCIONARIO AUTÉNTICO

 

 

El Che era el genio de la aptitud revolucionaria, del extremo sacrificio por los pobres. El genio de la humildad. Esto lo demuestra el hecho de que cualquier ser humano se hubiera elevado al último peldaño de la vanidad y la pedantería, porque este hombre estuvo de frente, en persona con los líderes de mayor prestigio del mundo socialista y fue recibido en una decena de países con los honores de jefe de Estado.

 

Sin embargo, no cambió en ser sencillo, continuó siendo el mismo Che. Él estaba en la cumbre del poder y  a sus treinta años de edad ya era un personaje universal. Sin ninguna vanagloria, era uno de la leyenda de los tres principales protagonistas de la epopeya cubana del 1959. Pero no, nada de eso modificó su carácter ni su voluntad revolucionaria. Se sembró de nuevo en el terreno de su compromiso de liberar al mundo oprimido. El Che, contrario a todos los hombres que alcanzan el poder político, se despojó del poderío del Estado y comenzó de cero. De cero poder, de cero prestigio, de cero fama.

 

Ernesto Guevara, como un rayo de pureza, dejó estampada la idea de que, el hombre que no es capaz de dar una vuelta y ser otro ser humano, no puede decir que es revolucionario. La primera condición de un rebelde es tener la fuerza de voluntad para combatir sus propias debilidades y enfrentarse con su propia miseria espiritual. Su rebeldía reside en no aceptarse mientras persistan sus defectos. Eso que él desea hacer con la sociedad debe iniciarse en su esqueleto, en su carne y en su piel. La verdadera revolución empieza en los fueros de su conciencia.

 

La primera guerrilla, el Che se la ganó al Che. Dos personas combatieron en lo interno de su alma, el triunfador emergió de sus cenizas. Hizo como el polluelo que rompe el cascarón del huevo con su pico para echarse andar. Eso es un revolucionario, un ser con condiciones supremas, que en la fragua de su militancia se destruye y se construye al mismo tiempo, guiado por la poderosa energía de sus principios filosóficos, morales y políticos.

 

El Che, mirándose en el espejo de los intereses del pueblo, se renueva, se revuelve sobre su propio yo en un eterno perfeccionamiento de su condición humana. Así surge un nuevo ser, un hombre sin aristas de egoísmo, abundante en solidaridad y dispuesto a darse por entero a los demás. Este hombre se llama: REVOLUCIONARIO. Escrito con letras mayúsculas.

 

Su participación en las guerrillas del Congo (1965) y de Bolivia (1967), muestran que el héroe de la revolución cubana murió con su partida de la isla. La lucha en la Sierra Maestra es su escuela y su universidad. Allí se graduó, con altas calificaciones, de combatiente. Ahora necesitaba ejercer, además de Médico, su segunda profesión, la de guerrillero.

 

Bolivia era para el Che otro nacimiento, otro parto para la historia. Un Che desnudo, sin atributos ni abolengos de grandeza, vestía nuevamente, como en la escuela primaria, su uniforme de guerrilla. Este Che, era una persona distinta al mundialmente conocido. Este soldado, lo único que tenía del viejo Che, eran sus sólidas ideas redentoras.

 

Si esa guerrilla triunfaba moriría ahí mismo el héroe y nacería el otro Che, el de la nueva misión en Argentina, Colombia, Nigeria, o donde fuera. Esta virtud, esta potencia, esta fuerza,  ningún otro luchador de la humanidad la había tenido antes. Un hombre que muere al cumplir su responsabilidad y que nace con una nueva tarea. Por eso no comprendía ni a los rusos ni a los chinos. “El mundo lleno de miseria y ellos dizque son revolucionarios”. Guevara entendió que él debía enseñarles a los llamados “comunistas”, lo que debía ser el verdadero revolucionario.

 

Lenín pareció reencarnado en este apasionado de la lucha permanente, considerado en ese momento por la CIA (para los intereses gringos), “como un peligro mayor que una bomba atómica”. El Che con su peculiar coraje se lo advirtió: “Le voy a crear al imperialismo norteamericano en Latinoamérica muchos Vietnam”. La guerrilla de Bolivia constituía el primer desafío de David contra Goliat. El desafío fue enfrentado con toda la fuerza y asesoría de los dólares. ”Valgo más vivo que muerto”. Dijo el Che cuando fue apresado por el Ejército de Bolivia. Ignoraba que para Goliat, era todo lo contrario: “Vale más muerto que vivo”.  https://www.youtube.com/watch?v=0jy2sHwakLY

 

El Che es razón para recordar que el sol que muere en las montañas del deber cumplido, renace en el mar de un horizonte que emerge del otro deber. Por eso, el Che es único y a la vez casi irrepetible. Él es alfa y omega, crepúsculo y aurora, nacimiento y desembocadura de un río de sueños permanentes de libertad.

 

SAN GUEVARA

 

 

Los humanos como el Che, ¡perdón!, a veces uno como que se confunde: ¿humano? Una persona que pone el sacrificio por los demás por encima de su propio derecho a existir, ¿es un humano? Debo sacudirme o despertar mirando al Che, porque si sobre su fotografía hubieran círculos o discos de luz como les ponen a las imágenes sagradas (aureolas), pensaría que fuese un santo, “San Guevara”.

 

 

Me gustaría que lo canonizaran, porque este sería para mí, el santo de mi devoción. Y en su altar no faltarían velas negras y velones rojos. Tampoco harían falta aromas exóticos para perfumar su eterna memoria. Plegaria para ti mi santo adorado: ¡Oh! San Guevara, que los miserables del mundo cambien de vida y que los explotadores devuelvan las plusvalías sustraídas a los trabajadores.  -¡Oh! San Guevara, la guerrilla ahora incluye la defensa del medio ambiente, los depredadores no respetan los ríos ni los árboles. -¡Oh! San Guevara, si usted apreciara los barrios de miseria de América Latina orara y volviera a pelear por nosotros los pecadores.

 

 

ENTRE SUEÑOS Y UTOPÍAS

 

 

En el ámbito intelectual muchos consideran que no ha muerto el marxismo como método de interpretación de la historia ni como pensamiento liberador de los pobres, porque los sueños no mueren. El Che está sembrado como un ídolo de acero entre los sueños del porvenir de América Latina y de todos los lugares del mundo donde la hierba de la injusticia continúa creciendo. Entienden que Marx no ha muerto, que lo han matado y lo matarán los que odian sus ideas de futuro. De la misma manera, el Che ni ha fallecido ni expirará,  porque el pensamiento y el sol corren con la misma energía. No hay mausoleo para los pensamientos revolucionarios ni habrá sarcófago para el marxismo.

 

 

Son variados los “que” contra el socialismo: Que se cayó el muro. Que los rusos pasan de la izquierda a la derecha. Que la China cada día sabe más a capitalismo. Que se fue Fidel. ¡Bueno!, en cierta forma son realidades difíciles de negar. Mas, prefiero situarme en la cima de una montaña de optimismo.

 

 

Toda es utopía, lo sabemos. Pedro Henríquez Ureña nos habló del tema en su opúsculo “Utopía de América”: “Esforcémonos por acercarnos a la justicia social y a la libertad verdadera; avancemos, en fin, hacia nuestra utopía. ¿Hacia la utopía? Sí: hay que ennoblecer nuevamente la idea clásica. La utopía no es vano juego de imaginaciones pueriles: es una de las magnas creaciones espirituales…, el hombre puede individualmente ser mejor  de lo que es y socialmente vivir mejor de como vive… Dentro de nuestra utopía, el hombre llegará a ser plenamente humano, dejando atrás los estorbos de la absurda organización económica en que estamos prisioneros”.

 

 

En ese mismo contexto, el Che es utopía auténtica, de la que está llena de resurgimiento y renacimiento. ¿O acaso no fue Jesús la utopía de su época y fue crucificado aunque resucitó? Entonces, siendo el Che un humano, no el enviado de Dios, si apenas han pasado 50 años de su crucifixión en las montañas de Bolivia, ¿por qué debemos estar tan impacientes?

 

 

Reconozco que como Cristo, el Che viene. ¿Qué cuándo? No lo sé. Prefiero responder como el poeta norteamericano Walt Whitman, “…que pasarán 100 años, no importa esperaré”. Parece que Whitman estaba consciente de que la vida es una eterna espera, y que hasta la misma muerte es parte de esa espera. ¿Qué sería de la existencia si la estrella de la espera se extinguiera al interior de cada voluntad?

 

 

La estrella del Che no se apagará. Muchas generaciones futuras apreciarán su luz y de algunos de esos corazones se separarán las lápidas de la historia para la resurrección. Y el nuevo Che se echará a andar, ahora reencarnado en otros cuerpos, que aprenderán a separar las aguas de los mares para continuar la lucha definitiva en contra de la injusticia: “Valió la pena esperar y soñar”. Gritarán voces con la imagen del Che levantada en sus gargantas.

 

 

 

LA OTRA CARA DEL GUERRILLERO

 

 

A los ojos de muchos cubanos en el exilio y de enemigos de las ideas marxistas, la cara que se exhibe del Che no es la verdadera. Algunos dan testimonio de que su actuación en la Sierra Maestra es desdeñable, pues centenares de humildes campesinos fueron ejecutados de las manos del guerrillero argentino. A quien consideran un farsante. Entre los calificativos más comunes para referirse al Che, están: traidor, cobarde, intruso, cínico, rencoroso, hipócrita, asesino. Además de ser una persona frustrada y lleno de odio. Lo consideran irresponsable porque abandonó su primera mujer y nunca les dio amor de padre a los hijos de su segundo matrimonio.

 

 

 

UN FINAL QUE ES UN COMIENZO

 

La Higuera, Valle Grande, Bolivia, 9 de octubre de 1967. Aquel cuerpo acribillado y colocado sobre la pileta del hospital tenía los ojos abiertos y una sonrisa encubierta. “Caminaba y me miraba. El corazón se me quería salir porque a quien yo veía era la misma imagen de Jesús cuando fue bajado de la cruz. Jamás me he convencido de que no fuera Jesucristo. Era la misma imagen. Solo faltó la corona de espinas”. Expresa una testigo de la ejecución del Che, todavía con humedad en su voz.

 

Desde entonces, en Valle Grande, celebran misas a la memoria del Che. Y algunos dejan la suerte de sus cosechas a las oraciones y rezos de esa especie de santo que para ellos es el Che. Después de 30 años de la ejecución, los restos del guerrillero fueron desenterrados en 1997 para ser llevados a Cuba. En el proceso de exhumación, hubo ancianos, adultos y niños de Valle Grande, conmovidos y tristes porque para ellos ya el Che le pertenecía.

 

Muchos gritaban como si fueran a enterrar a uno de sus familiares más queridos. La gente salió a las calles detrás de la caravana con las exequias venerables del Che. Una sola exclamación con tono victorioso se escuchaba. Su eco se multiplicaba en las mismas montañas que fueron escenario de las luchas del guerrillero universal: ¡Vive el Cheeeeeee! ¡Vive el Cheeeeeee! ¡Vive el Cheeeeee! Y este es el final de una historia que comienza…, porque es la única verdad: el Che vive.

jpm

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