Antonio Duvergé y Pedro Santana – El Número y Las Carreras (2 y 3)

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Pedro Santana y Antonio Duvergé

El licenciado Nasarquín Santana, tras protestar porque en la reseña relativa a Las Carreras, que aparece en el portal de la CPEP, figura una foto del general Antonio Duvergé, se despacha con este comentario: “pese a ser un hecho suficientemente demostrado que el general Antonio Duvergé fue precisamente el jefe del ejército del Sur responsable del desastre militar que estuvo a punto de hundir la dominicanidad, de no haber sido por la intervención oportuna del general Santana en aquel momento de tanto peligro para la nación”. Reitero: no es cierto que hayamos pretendido presentar a Duvergé como vencedor en Las Carreras, simplemente porque su foto haya aparecido en el apartado dedicado a comentar esa batalla, pues como señalé anteriormente se trató de un involuntario desliz al momento de diseñar la página web. Se comprende, sin embargo, que, como fiel militante de la secta que idolatra al general Pedro Santana, el licenciado Santana se muestre implacable detractor del general Antonio Duvergé, quien, a lo largo de la guerra dominico-haitiana, resultó ser el más eficaz y celoso centinela de la frontera, como acertadamente lo llamó Joaquín Balaguer.

Sobre Antonio Duvergé

¿Quién fue Antonio Duvergé?  A continuación, transcribo una síntesis de su hoja de vida militar que debemos al historiador Alcides García Lluberes: “La actividad revolucionaria desplegada por Antonio Duvergé en 1844 fue grande. Él vino de Azua a esta ciudad en busca de informes, tan oportunamente que se halló en la capitulación de Desgrottes. Con la noticia de ésta salió para la Ribereña del Vía, en donde a la sazón estaba avecindado. Llegó junto con Joaquín Objío a Baní y no tardó este pueblo en sublevarse. Una vez de retorno en Azua, hizo lo mismo levantar la población ayudado por Francisco Soñé, Valentín Alcántara y otros valientes azuanos. Don Isaías Batista, testigo presencial de aquellos acontecimientos, le contaba en San Juan a Don Cástulo Valdés: “Que el General Duvergé recorrió toda la población en una mula, con una valija muy grande, estimulando a los vecinos para que empuñaran las armas, haciendo algunos disparos al aire y denostando a los haitianos con aquel acento nacional francés que le era característico. Haitianes del diable, le oyó decir más de una vez don Isaías”.

“Cuando Santana atravesó con su ejército el río Ocoa, lo encontró ya como jefe natural del extenso territorio que iba a constituir la provincia de Azua de la nueva República de tal manera que en la Batalla del 19 de Marzo fue su eficaz y gallardo lugarteniente…”

Se sabe que después del triunfo dominicano en Azua el día 19, el general Santana dispuso que las tropas nacionales se retiraran primero a Sabana Buey y luego a Baní, en donde esperaron por el movimiento de las tropas invasoras, que al día siguiente ocuparon Azua y se mantuvieron en dicho pueblo a la espera de la columna del general Souffront, por un lado, y del desenlace de la ofensiva que debía acometer el general Pierrot por el norte, específicamente en Santiago. Pero la retirada de Santana no hizo más que sembrar inseguridad e incertidumbre entre la población, lo mismo en la capital que en la región del Cibao, a tal punto que, desde Santiago, Ramón Matías Mella comenzó a organizar una expedición armada para trasladarse al Sur, por el camino de Constanza, y así poder atacar a las tropas de Herard, entonces acantonadas en Azua, pueblo que no tardó en ser reducido a cenizas por el ocupante haitiano antes de emprender la retirada hacia finales de abril.

La reacción de los sureños

¿Cómo reaccionaron los sureños frente a esa situación de incertidumbre? De acuerdo con García Lluberes, fue precisamente Duvergé quien, “como otro Enrique de Baoruco rechaza el 30 de abril, desde las alturas del Memiso, al enemigo que porfiado ascendía arrojando sobre él hasta mortíferos pedrejones. Cuando Riviere abandona a Azua, Duvergé es quien dirige las tropas que ocupan esta plaza. Luego lleva la Bandera de la Cruz Dominicana hasta los mismos límites de la nación adversaria, es entonces ascendido a General de Brigada y nombrado Gobernador de la Provincia de Azua y Comandante en Jefe de las Fronteras del Sud, importantes cargos que ocupó, después como General de División, hasta el año 1849. En el desempeño de tan elevadas funciones, Duvergé fue quien organizó la línea de defensa que detuvo por ese frente el empuje de las crecidas huestes de Haití: escogió a Las Matas de Farfán como el sitio adecuado para Cuartel General y estableció la serie de puestos avanzadas que se conservaron hasta el fin de la Guerra”.

Duvergé y la invasión de Soulouque

Conviene subrayar que entre 1845 y 1849 “el general Duvergé realizó muchas otras operaciones de guerra” entre las que descuellan con singular brillo las victorias de Cachimán, El Memiso y El Número. Cuando se produjo la invasión de Soulouque, Duvergé y sus fuerzas le opusieron resistencia desde el mismo sur profundo, pero debido a la superioridad numérica del enemigo, el experimentado soldado juzgó prudente y oportuno batirse en retirada hasta llegar a un lugar mucho más seguro para oponer resistencia. Fue entonces cuando se produjo el revés de Azua, que el licenciado Santana llama despectivamente “desastre militar”. Invito al lector a deleitarse con el párrafo siguiente, extraído de la obra Duarte y otros temas (1971), del historiador Alcides García Lluberes:

“El 23 de febrero de 1849 el General Duvergé fue atacado en su Cuartel General de las Matas por el ejército haitiano al cual rechazó después de un día entero de combate. En marzo de este mismo año sí hubo de abandonar Las Matas a un enemigo muy superior en número; más en Cañada Honda hace pie firme y lo rechaza y conquista de ese gallardo modo el derecho de seguir retirándose libremente; aunque en Sabana Pajonal vuelve a alcanzarlo su aplastante adversario, el cual lo persigue pisándole la retaguardia hasta las riberas del Yaque. La Historia Patria ha dado ya su veredicto, minorativo en gran parte de la responsabilidad del General Duvergé, con respecto a su fracaso en Azua el 5 y 6 de abril de 1849. El genio militar de nuestro Héroe lo ayudó a detener y rechazar en El Barro, el día 6, una poderosa columna enemiga que intentaba cortarnos la retirada; pero no pudo librarlo del maremágnum de intrigas políticas que lo empujó hasta el estrecho desfiladero de El Número, en donde al disponer ya de combatientes no maleados por los susodichos enredos partidaristas, sí logró reaccionar, y sorprendernos al volver con su acostumbrado e irresistible brío a la conquista de la victoria. El combate empeñado el 17 en aquellas soleadas alturas fue el broche de oro con que cerró el General Antonio Duvergé su brillante carrera militar, empezada el legendario 19 de marzo de 1844; en la Provincia de Azua comenzó y en la Provincia de Azua terminó la más larga y resplandeciente hoja de servicios del Ejército Nacional en nuestra gloriosa Guerra de la Independencia”.

La negativa de Duvergé

Poco después del triunfo dominicano, primero en El Número e inmediatamente después en Las Carreras, es fama que el general Pedro Santana quiso obtener el concurso del general Antonio Duvergé para derrocar al presidente Manuel Jiménes. La negativa de Duvergé fue tajante, acompañada de esta contundente revelación: “Mi espada no se desenvaina sino para pelear contra los haitianos”, cosa que evidentemente disgustó sobremanera al general Pedro Santana, quien, desde entonces, obnubilado por la indomable personalidad y el prestigio militar que había conquistado Duvergé, se dedicó a hostigarlo y no descansó hasta que le fabricó a sendos expedientes acusatorios, logrando someterlo a dos procesos judiciales en 1849 y 1855, respectivamente. Del primer juicio, Antonio Duvergé (cuyo fiscal acusador fue nadie menos que Francisco del Rosario Sánchez) salió absuelto gracias a la brillante defensa de Félix María del Monte. Sin embargo, del segundo proceso judicial, el general Antonio Duvergé, “Centauro del Sur” -lo llamó atinadamente el periodista Julio César Martínez- no pudo escapar a la saña y sevicia del general Pedro Santana, toda vez que una Comisión Militar que lo juzgó en El Seybo lo condenó a la pena capital. Así las cosas, el 11 de abril de 1855, debido a intrigas políticas, varios ciudadanos fueron pasados por las armas, entre ellos el general Antonio Duvergé, quien fue fusilado junto con su hijo mayor, Alcides, de 23 años de edad. Su hijo menor, Daniel, también fue sentenciado a muerte, a condición de que tan severa pena se cumpliera cuando cumpliera la mayoría de edad.

Antonio Duvergé y Pedro Santana – El Número y Las Carreras (y 3)

Por Juan Daniel Balcácer (*)

EL AUTOR es presidente de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias

En su artículo sobre las supuestas “proezas” del general Pedro Santana en la batalla de Las Carreras, Nasarquín Santana reproduce un testimonio de Francisco del Rosario Sánchez en el que este se refiere a la batalla de Las Carreras y “narra los aciertos del general Pedro Santana y el don de mando que le permitió no solo revertir la desbandada de nuestro ejército, dirigido entonces por el general Duvergé, sino reunificarlo, levantarle la moral y conducirlo personalmente a una victoria segura”.

El testimonio

Es evidente que el testimonio de Sánchez sobre Las Carreras es un documento que tiene categoría de “fuente primaria” debido, fundamentalmente, a que ofrece una versión de su participación directa, aunque no de primera magnitud, en un acontecimiento bélico de cierta trascendencia para la historia militar dominicana. Independientemente de que el narrador de un episodio haya sido “testigo presencial de incuestionable reputación”, el historiador o analista del pasado debe tomar en consideración el hecho de que no todo el contenido de determinada versión es necesariamente verosímil ni siempre está en consonancia con cuanto verdaderamente ocurrió. El licenciado Santana soslaya que la ciencia de la historia requiere del historiador que los documentos o fuentes que utiliza al momento de reconstruir un acontecimiento del pasado, sean previamente sometidos a un análisis interno y externo, al tiempo de contrastar con otras fuentes igualmente fehacientes las evidencias que ha seleccionado, porque, solo así, estará en condiciones de aproximarse a la verdad de los hechos de manera mucho más objetiva. Nasarquín Santana no orienta al lector y le dice de dónde extrajo el testimonio de Sánchez que, dicho sea de paso, es fidedigno en cuanto a que es auténtico, mas no respecto de todo cuanto expresa. Parecería que el licenciado Santana desconoce cuándo y por qué Sánchez escribió dicho testimonio, pues se atreve a afirmar, sin el menor rubor, que dicho texto es un “espontáneo relato testimonial”. Conviene recordar que nada es espontáneo en la vida; que todo fenómeno de la naturaleza acaece en virtud de causas específicas; y que, sobre todo en el caso de los seres humanos, toda acción en el espacio y en el tiempo es consecuencia de causas que generan otras acciones y reacciones, en un constante devenir dialéctico.

¿Por qué Francisco del Rosario Sánchez escribió ese relato? Cualquier lector no familiarizado con la historia patria, pensaría que tal y como presenta Nasarquín Santana se trata de un documento escrito en 1849 con el fin de elogiar la participación del general Pedro Santana en ese hecho de armas. Pero sucede que no fue ése el motivo principal del referido escrito, que data de 1854, esto es, cinco años después de Las Carreras. Es bueno que se sepa que Sánchez lo escribió, no para destacar el papel de Santana en Las Carreras, sino, más bien, para defenderse de pérfidas intrigas políticas y partidistas, así como de una acusación pública que le hizo el señor José Moreno del Cristo según la cual, en abril de 1849, Sánchez se hallaba huyendo mientras sus compatriotas se batían en Las Carreras. El señor Moreno del Cristo también acusó a Sánchez de haberse enterado de las interioridades de una trama criminal -la cual no denunció a las autoridades- con el fin de eliminar físicamente al general Santana; de manera, pues, que fue por tal razón que, el 22 de abril de 1854, Sánchez publicó un artículo en el periódico El Orden, que tituló “Respuesta al señor José María Moreno”. (Los interesados en conocer este testimonio in extenso pueden consultar la documentada obra del licenciado Ramón Lugo Lovatón, titulada Sánchez, dos tomos, Editora Montalvo, Ciudad Trujillo, 1947 y 1948, respectivamente.)

Contradicciones en la esfera política

¿Cuál era la coyuntura política en 1849 y que indujo a Sánchez, que momentáneamente colaboró con el jimenismo, se adhiriera a quienes proferían ditirambos a favor de Santana, a despecho de todos los sufrimientos que el dictador le infligió tanto a él como a su familia? El gobierno de Manuel Jiménes se tambaleaba debido a la presión que, en su contra, ejercían tanto los seguidores de Pedro Santana como los de Buenaventura Báez. En realidad, la de Jiménes fue una administración con una base de sustentación sobremanera endeble, que muy pronto cayó en agudas contradicciones con santanistas y baecistas. Uno de los motivos de esas contradicciones con el sector santanista, además de la fragilidad institucional de su gobierno, lo fue el Decreto de amnistía promulgado en septiembre de 1848 que favoreció a los trinitarios en el exilio, y por virtud del cual, en noviembre de ese mismo año, Francisco del Rosario Sánchez -al igual que otros patriotas- pudo regresar al país. Sánchez, quien no era santo de devoción de Santana y su claque, fue nombrado por el presidente Jiménes -cuya firma también figura en la nefasta Resolución, del 22 de agosto de 1844, mediante la cual se declaró a los trinitarios traidores a la Patria y se los deportó a perpetuidad-, nada menos que Comandante de Armas de la ciudad de Santo Domingo, cargo que ostentaba cuando la invasión de Soulouque. Para ese entonces, ni Sánchez, ni Duarte, ni Mella, ni ninguno de los trinitarios eran considerados próceres de la Patria y fundadores de la República. El historiador Lugo Lovatón explica esa situación de la siguiente manera: “Sánchez acababa de llegar, pero nadie podía ponderarlo en su justo valor… No podían ver sino a un hombre… Se necesitaba el transcurso de los años y con ellos, que cayera en la huesa común el polvo de varias generaciones, y con él la disgregación de las pasiones personales, para que surgiera entre la muchedumbre, como nieve que corona el alto pico, su nombre inmortal”.

Lo cierto es, sin embargo, que tan pronto Sánchez se enteró de la invasión de Soulouque solicitó permiso al general Román Franco Bidó, entonces Ministro de Guerra, para trasladarse con sus tropas al teatro de lo acontecimientos; pero como Sánchez demoró más de lo previsto para llegar a Baní, tal circunstancia fue el motivo de la errada percepción de algunos en el sentido de que eludió su deber y compromiso de defender la patria en la acción de Las Carreras, que tuvo lugar el 21 de abril, dos días después del resonante triunfo en desfiladero de El Número. Ahora bien, ¿por qué los santanistas ignoraban el triunfo de El Número, que contribuyó a dispersar las fuerzas invasoras y a debilitar la moral de la soldadesca haitiana? Sencillamente porque reconocer ese triunfo no favorecía sus aviesos propósitos consistentes en desacreditar la bien ganada fama del general Antonio Duvergé, para de esa forma construir el mito de que solo con la victoria de Las Carreras se había salvado la naciente dominicanidad.  Se trató, desde un principio, de una burda deformación y manipulación de la historia, toda vez que la aplastante victoria de los dominicanos en El Número, el día 17 de abril, detuvo el avance del grueso del ejército haitiano hacia Santo Domingo. Incluso, es un hecho comprobado que a raíz de esa vergonzante derrota los haitianos ni siquiera tuvieron tiempo de recoger sus muertos, “los cuales [dejaron] abandonados en el campo de batalla, retirándose en desorden”, según consignó el historiador nacional José Gabriel García. Pero ocurrió que, luego de ese esplendoroso triunfo, Duvergé entregó el mando de sus tropas al coronel Francisco Domínguez, leal santanista, y decidió trasladarse a Baní en donde ya se encontraba el general Santana. ¿Por qué Duvergé obró de esa forma?  El historiador García refiere que Duvergé quiso vindicar su nombre de la derrota de Azua, ocurrida a principios de abril, y la “que no había acertado a explicarse”, por lo que entonces declinó en el general Santana “a la par que la dirección de las operaciones subsecuentes, la ocasión de recoger los laureles del último triunfo, proceder más hijo del cansancio, desconocido por el infatigable soldado que desde 1844 venía siendo el alma de la guerra, que del disgusto que le había causado la presencia de su futuro perseguidor en las filas del ejercito, y la necesidad de tener que obrar de acuerdo con él en circunstancias en que la política los tenía completamente divididos”.

Un enfoque más realista sobre Las Carreras

Justo es consignar que no solo Pedro Santana tuvo participación destacada en Las Carreras; también descollaron el coronel Francisco Domínguez, Blas Maldonado, Marcos Evangelista y Antonio Sosa, que comandaron las principales columnas dominicanas; e igualmente los generales Antonio Abad Alfau, Bernardino Pérez y Merced Marcano, quienes actuaron, claro está, bajo las órdenes del jefe superior, que fue Pedro Santana. Sin embargo, tal y como se rumoreaba en esos días, y algunos años después, los santanistas le atribuyeron toda la gloria del triunfo a su caudillo en desmedro del triunfo de El Número, sobre todo porque Santana sentía profunda animadversión por la figura de Antonio Duvergé. De ahí, la necesidad imperiosa de construir la imagen de un Santana militar invencible, de quien bastaba su sola presencia para avivar el fervor de sus áulicos, y que la sola mención de su nombre era suficiente para ahuyentar a los invasores haitianos. Pero no todos los dominicanos contemporáneos de Santana abrevaron en la fuente de la lisonja y del ditirambo desmesurados, pues hubo ciudadanos conscientes de ese fraude histórico que no tardaron en denunciar a tiempo tan deleznable farsa. Véase un artículo referente a Pedro Santana, publicado hacia 1858, en el Boletín Oficial de Santo Domingo, con el título “El general de Rompe y Raja”, en cuyo contenido se decía lo siguiente: “La vida militar de este hombre es bien conocida. Azua y Las Carreras son sus únicas campañas, y si en la primera sabe todo el mundo que él no vio siquiera al enemigo, vivos está aun los coroneles Maldonado y Sosa que decidieron la batalla de Las Carreras y que se saben que él se hallaba refugiado en el Hato del Dr. Caminero debajo de un guayacán”. “Aquí conocemos muy bien al general Santana -continuó el articulista-, y sabemos que ese hombre no tiene del tigre más que la figura y las mañas”.

Para algunos estudiosos del fenómeno Pedro Santana, como Joaquín Balaguer, “Las Carreras no fue una batalla campal sino una serie de tres escaramuzas cuya importancia, desde el punto de vista militar, fue evidentemente secundaria”. El ejército de Soulouque, cuando se posesionó de los cerros que rodean las llanuras inmediatas al río Ocoa, se hallaba semidestruido por los golpes que recibió en El Número, y se batía en plena retirada”. Se trató, pues de un mito fabricado “con fines exclusivamente políticos, para glorificar a Santana y ofrecerle, bajo la impresión de un triunfo espectacular, el premio que siempre persiguió en sus campañas militares: poder, riqueza y honores” (El centinela de la frontera, 1970).

Para concluir, permítaseme traer a colación una cita de un profundo conocedor de nuestra historia, la cual contiene una precisa e irrefutable síntesis del Santana militar, al tiempo que pone de manifiesto la falsedad de la obstinada campaña de denuestos e infundios que fabricó la escuela santanista en contra del general Antonio Duvergé:

“El general Santana -escribió Tejera- falta a la verdad en todo lo que dice del General Duvergé. Este, en unión del Coronel Francisco Domínguez, peleó heroicamente en El Número y quizá esta resistencia fue la causa de la orden de retroceso del ejército haitiano. El General Duvergé desde el 44 hasta el 49 peleó infinidad de veces contra los haitianos, y casi siempre triunfó. Puso su pie victorioso en donde nunca lo puso Santana: en el territorio que Haití retuvo después de la proclamación de la independencia dominicana. Al contrario, Santana, en los 13 años de guerra activa contra Haití, solo oyó los tiros del enemigo dos veces: en Azua, de donde se derrotó después de haber vencido, exponiendo con esto la independencia de la República, y en Las Carreras, en donde peleó con la retaguardia de un ejército que se retiraba”.

(*) Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia

 

Antonio Duvergé y Pedro Santana, El Número y Las Carreras

 

 

 

 

 

 

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