De la ley a la Gracia
Como “regla social obligatoria” es el concepto más breve que se tiene de Ley. Su transgresión conlleva sanciones previamente establecidas, de acuerdo a la gravedad de la infracción.
Cuando el hombre en su estado natural, comienza a enterarse de que en su entorno existían riesgos que amenazaban su propia supervivencia, decide (según nos narra Jacobo Rousseau en el Contrato Social) conformar acuerdos voluntarios, que le dieran garantías de una sana y pacífica convivencia, resultando más tarde, en lo que se conoce como “Estado de derecho”, que es en definitiva la forma de organización política, que regula la vida social de todos los ciudadanos de una nación determinada.
Todo esto ha sido así, desde tiempos inmemoriales.
Antes de nuestra era, se registra en el Antiguo Testamento un ordenamiento legal, que fue dada a la nación de Israel, con el objetivo específico de establecer las normas que regularan a un pueblo convulso, para lograran encausarlos a vivir en paz y armonía, además de orientarle de cómo obedecer y agradar a Dios.
Los Diez Mandamientos es la evidencia palpable de lo antes señalado.
Con el cumplimiento de este ordenamiento, que le fue entregado a Moisés, no era en forma alguna el requisito para el pueblo de Israel alcanzar la salvación. La salvación no era una recompensa por las obras de la ley.
Siempre se ha debatido en el pueblo cristiano si la salvación se alcanza por medio del cumplimiento de la Ley o por medio de la Gracia.
Así fue por mucho tiempo, hasta la llegada del Mesías
Con el nuevo pacto, que llega por medio de Jesús, y que marca nuestra era, nos indica que él es el camino de la salvación, que nos fue otorga por medio de su Gracia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. (Juan 3:16)
No obstante esto, hay principios y normas que marcan la vida del verdadero cristiano.
Es, el amor y la ley de Cristo que debe regular nuestro mundo actual.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es, el primer y gran mandamiento, entrelazado con el segundo que ordena “Amar al prójimo como a ti mismo”.
Aquí, en estos dos mandamientos, está sustentada la ley, y también la fe.
Es urgente y necesario hacer nuestro lo contenido en el evangelio que nos dice:“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12)
La fe en Cristo, cristaliza el objetivo o propósito de la ley, que en definitiva es lo que nos permite, lograr el indulto por medio de su Gracia, que empezó con el sacrificio de la sangre por él derramada, hará más de dos mil años, en la cruz del calvario.

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