Luis Abinader entre Jorge Ramos y César Medina
No creo que haya que defender a César Medina; el país entero sabe que él se basta por sí mismo. Todo el mundo conoce a César y reconoce su capacidad periodística. Lo que si debo hacer, es poner en el contexto de esta discusión el punto de vista de muchas personas que como yo, miramos la política con cierto recelo y esperamos que haya siempre una explicación a los acontecimientos, por mas inverosímiles que parezcan.
El porqué Luis Abinader, candidato puntero (dentro de la oposición) se presenta a una entrevista para la que evidentemente no estaba preparado, es algo que alguien habrá de explicar algún día. Pero que a seguidas de ese papelazo público, arremeta contra un periodista local porque planteó la posibilidad de su retiro de la contienda, es un hecho que no puede esperar el paso del tiempo para dilucidarlo.
En esta cuartilla trataré de establecer que ciertamente, hay algún elemento íntimo, personal y hasta muy bien encubierto, en ese destape sorpresivo del candidato del PRM contra el diplomático y muy acucioso periodista, Cesar Medina. Y en el fondo puede que yo hasta “entienda” el desparpajo del primero, al llamar al segundo: “vago que está vendido al Gobierno por un alto precio”, que es mas o menos lo que se infiere de lo dicho por Abinader.
Los que vimos la entrevista del candidato con Jorge Ramos, notamos que él no es un tipo levantisco sino, mas bien dócil y hasta sumiso. Fue tan cauteloso que en ocasiones lució dubitante e inseguro; como si no supiera que solo faltan seis semanas para el evento cumbre de su vida política. Para ciertos analistas de mucho mas fuste que yo, la entrevista resultó todo un fiasco. Ellos sostienen que Luis no tuvo claro el mensaje y por ello Ramos pudo imponerse (como casi siempre, diría yo), que no pudo posicionar su imagen personal, que no se vendió, y se enredó con lo de Hipólito y la corrupción.
En conclusión -y siempre según los analistas- Abinader nunca debió ir a ese encuentro con Jorge Ramos. Y esto parece tan cierto, como que su equipo de campaña entiende que esa fue una entrevista desafortunada y no la han publicitado como se esperaba. Después de ese mal round con la prensa, Luis sintió que debía lucir mas agresivo y se fue al otro extremo, se pasó de la raya con Cesar Medina, algo que lamentará en los restantes cuarenta días de campaña.
Pero yo no voy a sumarme al pelotón de fusilamiento, de manera pura y simple. Yo quiero ver la arista que muestra a un candidato escurridizo y evidentemente asustado ante un extranjero, y extremadamente agresivo ante su connacional. Un candidato que huye despavorido de un enemigo que él considera “muy grande”, como lo es Jorge Ramos, pero que persigue y apedrea a quien él entiende es “muy pequeño”, en este caso César Medina. Descubrir ese sentimiento guacanagarixiano del candidato es muy perturbador; pero que bueno, aun estamos a tiempo.
No pretendo entrar en detalles sobre la profesionalidad de Ramos y Medina, pues como ya dije al inicio, el criollo se basta por sí mismo. Ha llegado a un lugar de principalía nacional en una disciplina bastante compleja, como lo es el periodismo; y lo ha hecho sin tener un apellido sonoro o el apoyo de la oligarquía. César solo le debe algo a César, que desde los predios de La Gallera, un barrio muy pobre de San Cristóbal, ha alcanzado prestancia y reconocimiento profesional y humano. Si tuviera que definir sus condiciones en el campo del debate público diría con el pueblo que: “César es tres quince, de La Gallera y sin medida de espuelas”
Jorge Ramos por su parte, está considerado como uno de los mas aguerridos reporteros hispanos del Caribe, quizás el de mayor rating, con razón o sin ella. Para mi gusto, es un periodista de derechas que piensa que el irrespeto es un plus al momento de la entrevista. Su comportamiento frente a personalidades como Fidel Castro, Hugo Chávez y Eduardo Correa, entre otros, así lo atestiguan. Ramos es simplemente una figura del Departamento de Estado. César Medina al contrario, tiene brújula propia.
De este acontecimiento, lo mas significativo es haber descubierto en el candidato en cuestión, esa vena de intolerancia, que lo empuja a descargar su ira contra el adversario mas pequeño, mientras se amilana y reduce ante el grande; esa inusitada tendencia a “coger piedras para los mas chiquitos”; esa terquedad con los disidentes criollos y esa genuflexión ante los foráneos, no son signos alentadores. Me preocupa que una vez en la Presidencia, se despierten esos demonios que han estado escondidos por casi medio siglo en la mente del hombre que pudiéramos escoger como guía.
Por suerte, ese producto oligárquico y extranjerizante que hoy se nos quiere hacer pasar por progresista y promotor del cambio, tiene fecha de expiración y es en mayo próximo.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
jpm