Agradecemos las virtudes de los haitianos, pero con orden y reglas
Apreciamos infinitamente la laboriosidad, dedicación y responsabilidad de los ciudadanos haitianos que vienen a República Dominicana a prestar sus servicios.
Reconocemos el esfuerzo, honradez y empeño que muchos de ellos ponen en las áreas de la construcción, agrícola, hotelería, el servicio doméstico y seguridad (vigilantes, serenos, etc.), pero ello no justifica que vengan de manera ilegal, sin vacunas ni referencias sobre su conducta. Somos un país en vías de desarrollo, que hace esfuerzos por salir del analfabetismo, mejorar la salud pública, erradicar enfermedades, conservar nuestros ríos y bosques, disminuir la violencia y la delincuencia y aumentar el turismo, y no nos podemos dar el lujo de tener extranjeros de ninguna nacionalidad en condiciones de ilegalidad.
Agradecemos mucho que nos visiten, disfruten de nuestras playas y montañas así como de la calidez y hospitalidad de nuestra gente, PERO ELLO DEBE SER CON ORDEN Y REGLAS.
Vimos con tristeza cómo Estados Unidos repatrió niños centroamericanos. Admitimos, sin embargo, pero ese país está en todo su derecho de mantener el orden e imponer las reglas que considere dentro de su territorio (precisamente, ese orden y reglas es lo que más apreciamos cuando visitamos allí y hasta queremos imitar esta virtud, pues para una sociedad desarrollarse armónicamente necesita seguridad y que las leyes sean cumplidas tanto por sus ciudadanos como por los visitantes).
Exhorto a todas las organizaciones que con ligereza (a veces por desconocimiento y otras malintencionadamente) hablan mal sobre el trato que reciben los haitianos en República Dominicana, a que visiten nuestros hospitales, donde diariamente son atendidos miles de estos extranjeros sin COBRARLES NADA. A que revisen los hoteles y las construcciones, donde muchos de ellos son empleados, y también las universidades donde jóvenes oriundos del vecino país cursan, algunos becados por el gobierno dominicano, carreras tales como medicina, ingeniería, contabilidad, etc., para luego ir a enriquecer a la nación haitiana con los conocimientos adquiridos aquí. Precisamente, el único país que ha regalado una universidad al pueblo haitiano es República Dominicana, para que jóvenes del vecino país hagan sus carreras, puedan cumplir sus sueños y den buenos frutos a su patria.
Les recomiendo también observar nuestros mercados y calles, donde los haitianos venden obras de compatriotas suyos, así como frutas y otros productos sin pagar impuestos al Estado Dominicano.
A raíz del terremoto del 2010 la comunidad internacional prometió construir seis hospitales en la zona fronteriza para asistencia del »sufrido pueblo haitiano», pero en el 2015 esto no se ha materializado.
Vemos con beneplácito y entusiasmo la iniciativa de empresarios dominicanos que, junto a homólogos haitianos, tienen como meta desarrollar la agroindustria y manufactura en la frontera para el beneficio de ambos países.
«OBRAS SON AMORES Y NO BUENAS RAZONES».
Los hechos demuestran el aprecio, la comprensión, la benignidad de los sentimientos y acciones del pueblo dominicano hacia el haitiano; miremos el futuro con optimismo,
Haiti puede levantarse, reforestar, crear empleos para sus ciudadanos, documentar a sus ciudadanos, organizar sus instituciones, progresar, controlar la natalidad, mejorar la educación y la salubridad. SOLO NECESITA QUE NO LO MIREN CON PENA, que la comunidad internacional los mire con solidaridad, dignidad y amor; que se emprendan acciones no palabras para favorecerlos.
Sus ciudadanos tienen muchas virtudes y valores que bien encauzadas pueden desarrollar una sociedad mejor.