San José: humildad, obediencia y santidad

Desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia, inspirándose en el
Evangelio, han subrayado que San José, al igual que cuidó amorosamente de María
y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y
protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y
modelo. El Papa Francisco tambien lo ha puesto de moda. Ha dedicado su Pontificado
a su Patrocinio. Vayamos adentrandonos a la persona de José de Nazaret. El,
quien tenía condiciones maravillosas para ser escogido por Dios a ser Padre adoptivo
de su Hijo Jesus. Y diria que una de sus mayores virtudes fue su gran humildad. San José
nació para ser sombra: la sombra del Padre. Fue escogido para ocultar el
misterio de la encarnación. De ahí su silencio. Sin embargo, es un silencio con
sonido, un silencio profundo porque ante el misterio en el que estaba inserto
fue colocado en una situación privilegiada. A San José lo recordamos como descendiente del linaje de David (Mt 1,20
y Mt 13,55), la estirpe humana de la que nació Jesús. Pero por encima de todo
lo tenemos en el recuerdo por su fe, por su fidelidad y por el deseo de querer
seguir los deseos de Dios por muy difíciles e increíbles que parecieran. Hay que tener fe, para asumir la misión que tuvo que cumplir. Empezando
por decir que según las leyes de aquella época, si una mujer quedaba embarazada
de otra persona que no era su novio, podía morir apedreada si éste la
denunciaba. José se convierte en un hombre justo y fiel a Dios, creyendo y
cumpliendo los designios divinos. Tras asumir la paternidad de Jesús con todas sus consecuencias, enseguida
se encuentra frente a otra decisión, igualmente difícil: marcharse de Belén
para salvar a Jesús ante la ira de Herodes que ordena matar a todos los niños
cuando él cree que el niño que ha nacido (Jesús) le va a tomar el trono (Mt
2,13). Una vez fallecido Herodes, un ángel del Señor se apareció de nuevo a José
y le invitó a regresar a su Tierra, más concretamente en Nazaret para iniciar
allí la historia de su hijo, la del Hijo de Dios. A partir de entonces, José
sale muy poco en los evangelios, el caso más relevante es el de la
peregrinación a Jerusalén, donde va acompañado de su esposa y de Jesús. En aquellos momentos, Jesús solo tenía 12 años y se le pierde de vista a
sus padres. ¡Cuánta angustia debieron sufrir ante la tremenda responsabilidad
de su custodia! Pero cuanta alegría debieron sentir al descubrirle en su faceta
de mensajero de Dios discutiendo con los doctores de la ley. (Lc 2,41-59). San José es por excelencia el patrón de los carpinteros, y por extensión,
lo es también de todas aquellas personas que trabajan en oficios manuales. Así
mismo, el Papa Pío IX lo declaró en 1870, patrón de la Iglesia Católica
universal. También es el patrón de los seminarios católicos, de ahí que la
Iglesia Católica celebre el domingo después a esta festividad el Día del
Seminario. En 1955 el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero el día primero
de mayo para cristianizar la Fiesta del Trabajo, es por tanto, el patrón de
todos los trabajadores. La devoción popular ha creído que San José murió en
brazos de Jesús y de María, motivo por el cual se le pide auxilio para tener
una buena muerte. También, se le otorga la protección de los padres de familia y de las personas
indecisas. Finalmente, nos hacemos eco de una bella oración a su patrocinio en
su día especial, 19 de marzo que se celebra su fiesta: San José, tú has sido el
árbol bendito por Dios, no para dar fruto, sino para dar sombra; sombra
protectora de María, tu esposa; sombra de Jesús, que te llamó padre y al que te
entregasteis del todo. Tu vida, tejida de trabajo y de silencio, me enseña a
ser eficaz en todas las situaciones; me enseña sobre todo, a esperar en la oscuridad, firme en la
fe. Siete dolores y siete gozos resumen tu existencia: fueron los gozos de
Jesús y de María, expresión de tu donación sin límites. Que tu ejemplo me
acompañe en todo moment florecer donde la voluntad del Padre me ha plantado…
saber esperar, entregarme sin reservas hasta que la tristeza y el gozo de los
demás sean mi tristeza y mi gozo. Amén. leonor.asilis@gmail.com

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