La ruleta rusa

Hace tiempo que República Dominicana superó la condición de traspatio bananero, para convertirse hoy en una  economía de crecimiento sostenido por encima de su potencial, con un Producto Interno Bruto (PIB) cercano a los 80 mil millones de dólares, ingresos anuales de casi US$30 mil millones y un Presupuesto General del Estado para 2019 que ronda el  billón de pesos.

Aunque todavía las exportaciones de comodities como azúcar, café, cacao, oro, plata y ferroníquel son grandes aportantes al PIB dominicano, prevalece una economía de servicios sostenida en el turismo, telecomunicaciones, banca, e inversiones, apalancada también por las remesas.

El tabaco en rama, que formaba parte de una mentada economía de postre,  se ha transformado en una pujante agroindustria de cigarro  con rango de líder mundial en exportaciones, acompaña por el auge de las industrias  de ron y cerveza, colocadas también  en roles de novedades de la oferta exportable nacional.

Esta es una economía encaminada  a un crecimiento este año cercano a un 6%, el más alto de América Latina, que  además se caracteriza por control de inflación y estabilidad monetaria, a pesar de los vientos externos en contra como son  el alza del petróleo y de la tasa de interés de referencia en Estados Unidos.

Dos indicadores  económicos que sirven como botón de alarma ante cualquier percance  en la macroeconomía, como son  el déficit fiscal (relación negativa entre ingreso tributario y el Gasto Publico) y el déficit  en la Cuenta  Corriente de la Balanza de Pagos (relación negativa entre de exportaciones e importaciones de bienes y servicios), mantienen sostenida tendencia a la baja.

Queda claro que sin la implementación de una reforma  fiscal integral, no sería posible alcanzar superávit presupuestal, como también  hay que decir que  si el PIB crece, crece el consumo de bienes y servicios, y por consiguiente las importaciones, lo que se refleja en el déficit  de  cuenta corriente. Es decir que  es mal lo origina  una situación positiva.

Lo más importante en el descrito escenario de crecimiento económico, acompañado de control de inflación y  estabilidad monetaria, es lo referido a la redistribución del ingreso, que se consigna en el Presupuesto de 2019 con la destinación del 45.6 de su monto a servicios sociales (RD$348,666 millones).

Se entiende que una economía marcha bien  cuando crece de manera sostenida y estable, con adecuado ingreso de monedas fuertes, elevadas reservas monetarias, solido valor agregado y amplio demanda interna, generación de empleo, crecimiento y consolidación del sector de intermediación financiera y garantía de producción y abasto de alimentos a precios relativamente estables.

Los temas relacionados con Pactos Fiscal, Laboral y Eléctrico son aun materia pendiente que Gobierno, partidos y liderazgo empresarial  tendrán que afrontar, aun en medio de la previsible tormenta electoral que se avecina, porque  cada quien tendrá que cargar y acarrear los beneficios o danos políticos colaterales.

Todo lo que  acabo de escribir tiene el único propósito de advertir a Gobierno, oposición, sector corporativo y mentada sociedad civil, sobre el peligro que representa jugar a la ruleta rusa, como ha ocurrido con el último escarceo del sector eléctrico. Conviene que todos  se reflejen hoy en el espejo de Argentina.

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