OPINIÓN: El fin de una era en Haití

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Para la mayoría de los haitianos, la muerte del dictador Jean-Claude Duvalier revive penosos recuerdos de la era de angustia y miedo en que él y su padre, también brutal, gobernaron la empobrecida nación caribeña. “Baby Doc” le robó al pueblo haitiano su dignidad y su patrimonio nacional. Al morir, burló a la justicia al evitar un juicio por corrupción y abusos de derechos humanos. A los 19 años, Duvalier heredó un régimen corrupto de su padre y asumió arrogantemente el título de “presidente vitalicio”. El odiado escuadrón de matones conocido como los Tonton Macoutes se convirtió en la figura más emblemática de la era duvalierista. Para los que querían un país libre, había tres opciones: el exilio, la cárcel o la muerte. Mientras las prisiones y las morgues se llenaban —algunos activistas calculan que 30,000 personas fueron asesinadas durante su reinado y el de su padre, Francois “Papá Doc” Duvalier— otros se unieron a la vasta diáspora haitiana. Muchos se exiliaron en el Sur de la Florida, enriqueciendo nuestra diversidad cultural y social. Algunos afirman que Haití era mejor cuando Baby Doc gobernaba. Eso es absurdo. Solo los cínicos y los beneficiarios del régimen lloran su muerte. Un ex Tonton Macoute dijo que en la época de Duvalier no había robos de autos ni vandalismo. Quizá, pero solo porque el régimen tenía el monopolio de la violencia. Si hay algo que llorar, es la oportunidad perdida para la democracia con que los haitianos soñaron cuando Duvalier se exilió hace casi 30 años. En ese memorable día de febrero de 1986, nadie puede olvidar el espontáneo estallido de júbilo cuando cientos de miles de haitianos se lanzaron a la calle para celebrar su liberación. Su alegría duró poco. Primero ocurrieron varios golpes de Estado y gobiernos militares tomaron el poder. Después vinieron políticos ambiciosos de poder y riqueza. Ese es el legado del duvalierismo. Puede verse en la arrogante actitud de los políticos, incapaces de trabajar juntos para resolver los problemas del país. Aun hoy, el presidente haitiano Michel Martelly y sus oponentes políticos no han podido acordar las reglas electorales, lo que pronto significará que Martelly podrá gobernar por decreto ante la ausencia de un parlamento constitucional. Duvalier estará muerto, pero el duvalierismo no. En el 2011, Duvalier regresó a Haití, donde murió el sábado pasado. Dijo que era un gesto de solidaridad con su pueblo tras el terremoto. Lo arrestaron por desfalco, pero tras una breve detención quedó en libertad y vivió en un lujo relativo. Es escandaloso que muriera sin ir ante la justicia. Pero su muerte no debe ser el fin. Los haitianos deben conocer todos sus crímenes. Debe crearse una comisión que investigue los abusos de la era de Duvalier, acuse a sus secuaces y determine si se pueden buscar y repatriar las riquezas que robó al país. Los haitianos deben conocer los hechos para aprender del terror del pasado. FENTE: nuevo herald

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