¡No al muro!

 

Por principios no estoy de acuerdo con los muros más ideológicos, xenófobos, clasistas y raciales que de concreto armados o alambrados electrificados, sirven para separar a los seres humanos como si fueran animales.

Los muros forman parte de un pasado lejano que se supone superado tras la desaparición de la Unión de Repúblicas Soviéticas, el derribamiento del “Muro de Berlín” que dividió Alemana y el fin de la Guerra Fría, residuos de la Segunda Guerra Mundial que le costó a la humanidad 50 millones de vidas. Pero no ha sido así. La sin razón, la ceguera, las clases sociales amarradas al poder; los que predican la paz, pero hacen las guerras, insisten en la “explotación del hombre por el hombre mismo” a pesar del desarrollo exponencial de la ciencia, la tecnología y la cultura.

En el Perú los ricos han construido un muro de más de diez kilómetros (“el muro de la vergüenza)  que los separa y aísla de los pobres hambrientos y desnudos creados por ellos mismos. En Brasil por igual, otro muro. Las favelas constituyen un problema para las clases pudientes, debido a los altos índice de violencia, delincuencia y criminalidad. Argentina y Paraguay discuten por el levantamiento de un muro de 1,300 metros que separa dos ciudades de ambos pueblos. El “muro de la degradación racial” (muro del odio) que construye desde hace más de diez años Israel en territorio Palestino, es sin duda un absurdo y una vergüenza. El muro, construido hace mucho por Estados Unidos después de haberle robado más de dos millones de kilómetros cuadrados a México, no debió existir nunca. (Hasta la “Muralla China”, que llegó a tener más de 21 mil kilómetros, construida para proteger al coloso de las invasiones,  hoy solo tiene sentido turístico)

No hay más “raza” que la humana, ni más fronteras que las que produce la naturaleza. El país de todos, el que debemos proteger y cuidar celosamente, es el planeta, al que, sin embargo, la torpeza y la incompetencia humana ha ido depredando y destruyendo durante miles de años sin percatarse de que se está aniquilando a sí misma.

El uno por ciento de los humanos tiene todo lo que precisa el 99 por ciento. La desigualdad no puede ser más devastadora. Mil 300 millones de toneladas de alimentos se echan a la basura todos los años, suficiente para alimentar a más de dos mil millones de personas. En América Latina se tiran en los zafacones 127 millones de toneladas de comida, pero tiene más de 47  millones de hambrientos, según las estadísticas de organismos de la ONU. (Brasil,  Argentina, Colombia y México son los países de la región que más alimentos desperdician)

El problema está, pues, en la inequidad, en la pobreza. Hoy día nadie debería tener hambre y no encontrar que comer; hoy día ningún niño debe morir por falta de atención médica, no importa donde haya nacido, cual sea su religión o el color de su piel.

No hay un muro más alto ni más grande, que la pobreza y el hambre que padecen casi mil millones de personas. (Ningún ser humano en el planeta debe acostarse sin comer. Comida hay en los vertederos del mundo)

Haití es un problema por múltiples razones, algunas de ellas de carácter histórico, que han servido para que algunos grupos de dominicanos llamados “nacionalistas”, fomenten el racismo, el odio y la venganza. Haití no es un país, lamentablemente. La comunidad internacional tendrá que buscarle una solución en algún momento. (Un pobre, sin agua, ni comida, desnudo y descalzo, no puede cargar sobre sus hombros a otro pobre en peores condiciones. Morirían los dos)

La República Dominicana es un problema para los propios dominicanos que no han sabido aprovechar las oportunidades para desarrollarse, manteniéndose en el  atraso, creando una sociedad de servicios, (sirvientes y sirvientas), destruyendo su aparato productivo, que se mantiene de pies gracias a un endeudamiento que se torna insuperable. (La deuda es una bomba de tiempo cuya explosión será catastrófica para todos, incluso para los verdaderos dueños del país)

Los muros de concreto no resuelven los problemas, los agudizan. Que nadie me hable de construir un muro. ¡El muro contra los haitianos, ideológico, odio y xenofobia, ya está hecho!

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