Muere el hombre que descubrió la transmisión de la alegría

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El neurocientífico Paul Greengard, en una imagen de su institución. UNIVERSIDAD ROCKEFELLER.

Mientras usted lee esto, en el cerebro de kilo y medio que hay dentro de su cráneo se pone en marcha una complejísima maquinaria formada por 86.000 millones de neuronas, independientes pero comunicadas entre sí gracias a un vaivén de sustancias químicas.

El investigador Santiago Ramón y Cajal llamó “besos” a esas conexiones entre neuronas. El pasado sábado, 13 de abril, murió a los 93 años Paul Greengard, el hombre que descubrió el beso de la alegría.

Greengard, nacido el 11 de diciembre de 1925 en Nueva York, fue un joven sobresaliente en física y, en plena Segunda Guerra Mundial, fue enviado, con solo 17 años, al Instituto Tecnológico de Massachusetts para participar en un equipo que intentaba desarrollar un sistema de alerta temprana para interceptar aviones japoneses kamikazes antes de que se lanzaran contra los buques estadounidenses.

Acabada la guerra, sus colegas se entregaron al desarrollo de bombas atómicas, pero el joven prefirió seguir otro camino. “Pensé que había mejores maneras de pasar mi vida que intentando destruir la humanidad”, afirmó en 2013 en una entrevista en la revista especializada The Journal of Clinical Investigation.

«Pensé que había mejores maneras de pasar mi vida que intentando destruir la humanidad», afirmó Greengard

En su lugar, Greengard se doctoró en Biofísica en 1953 en la Universidad Johns Hopkins y se volcó en el estudio de las sinapsis, esos besos entre neuronas descubiertos por Ramón y Cajal. En la década de 1950, buena parte de la comunidad científica pensaba que esta comunicación cerebral era básicamente eléctrica, pero el médico sueco Arvid Carlsson había observado que una sustancia química, la dopamina, también actuaba como transmisor en el cerebro y estaba relacionada con el control de los movimientos.

Greengard, por su parte, descubrió el mecanismo mediante el cual la dopamina y otras moléculas transmitían su mensaje. Ambos compartieron el Premio Nobel de Medicina de 2000 junto al estadounidense Eric Kandel, que relacionó estos procesos con el aprendizaje y la memoria.

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