Menores en las calles: la irresponsabilidad de padres y autoridades

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LA AUTORA es comunicadora. Reside en Santo Domingo.

Las calles de nuestro país, desde el barrio más vulnerable hasta muchos de los sectores más acomodados, están copados de bares, discotecas, y establecimiento en donde se venden bebidas alcohólicas y casi siempre se exhibe un letrero que dice: «Prohibido la entrada de menores de edad”, o “Prohibida la venta de bebidas alcohólicas a menores de edad”.

Al parecer, el cumplimiento a las  leyes se circunscribe a la colocación de este irrisorio cartel que significa absolutamente nada para los dueños o gerentes de los establecimientos, y menos aún para los mozalbetes que hacen acto de presencia sin ningún tipo de control ni supervisión.

Muchos dirán que la culpa la tienen las autoridades por no hacer cumplir las leyes en ese sentido ni clausurar dichos establecimientos; y yo me pregunto… ¿es cierto eso?

La doble moral que afecta a nuestras sociedades es una de las grandes epidemias que, sin lugar a dudas, para algunos creyentes, son los vaticinios que en  pasajes de la Biblia se recogen. Otros (como mi difunta y amada abuela) dirían que son las profecías de Santa Isabelle.

Cada vez son más frecuentes los mensajes a través de redes sociales y medios de comunicación de gente de todos los estratos sociales que se queja de la falta de autoridad ante el derroche de menores ingiriendo bebidas alcohólicas en bares, discotecas y áreas públicas, sin que las autoridades hagan nada.  Muchos, amparados en esa doble moral, pues no son pocos los que viven exigiendo acción en esta materia, son los primeros, sin embargo, que dejan a sus hijos menores de edad hacer vida nocturna sin supervisar el con quién, dónde y qué están haciendo.

Y yo me pregunto… ¿Ciertamente es el Estado responsable de lo que hagan los hijos e hijas de cada familia? ¿Son las autoridades las llamadas a estar vigilando que en esos establecimientos, exista o no la presencia de jovencitos? ¿Son los Fiscales los culpables o responsables de que tengamos a estos  menudos dando vueltas hasta altas horas de la noche sin ningún tipo de supervisión?.

Muchos me dirán que sí, pero me permito diferir ampliamente de esta forma de pensar.  Los primeros responsables de las acciones de nuestros muchachos, ya sea en la casa, en la escuela o en la calle, somos los padres, nosotros, los que en un alto porcentaje hemos ido dejando que la formación de nuestra prole quede delegada en las personas que nos ayudan con los quehaceres de la casa y en los profesores de las escuelas, que si bien es cierto son los responsables de la formación académica de los alumnos, no menos cierto es que no son los llamados a estar diciéndoles a los estudiantes si deben o no andar en las calles en horas de la noche o si está  correcto o no que ingieran bebidas alcohólicas ni fumen.

Aun así… muchos asumen esa tarea de orientadores en cuanto a responsabilidades, valores y correcto accionar, porque fueron formados en hogares en donde había reglas de juego y también quizás tuvieron unos padres que asumían sus roles a cabalidad. En cierta forma, se sienten ser “padres” de esos estudiantes bajo su tutela.

A pesar de la modernidad, hay puntos en los que jamás debemos transigir en cuanto a la educación, formación y cuidado de nuestros hijos. Una modernidad que nos va arropando y empujando basados en la libertad en la que vivimos que sin darnos cuenta vamos convirtiendo en libertinaje; libertinaje que al final solo trae podredumbre en nuestra sociedad, para la cual vamos formando hombres y mujeres sin concepto del respeto a las leyes y, lo que es peor aún, futuros padres y madres sin ningún tipo de conciencia en cuanto a la responsabilidad ante los hijos.

Se ha perdido el compartir responsabilidades entre los padres del grupo de amigos de nuestros hijos. Andan a altas horas de la noche, muchos conduciendo vehículos de lujos sin edad ni permiso para ello.

Vemos con preocupación cómo los mismos padres los dejan en la puerta frontal de los establecimientos sin detenerse si quiera a ver el ambiente en el cuál van a estar ya que andan apresurados porque, a su vez, deben llegar a otro lugar para compartir con sus amistades. Muchas veces los muchachos retornan a sus hogares en “bola” de otros amigos o simplemente en un taxi.

Cuando suceden hechos lamentables en el trayecto después de dejarlos en esos lugares, tales como intoxicaciones alcohólicas, violaciones sexuales, atracos, uso de sustancias controladas, entre otros… entonces nos quejamos de que “aquí no hay seguridad; en este país no hay autoridades, vivimos en una jungla”.

Y en eso sí, estoy de acuerdo. Vivimos en una jungla en la cual, tenemos el reguero de menores de edad en las calles, con padres que no asumen sus roles.  Cuando las autoridades realizan un operativo y recogen a todos estos mozalbetes, son los primeros en decir que nadie tiene que decirles cómo educan a sus hijos; a dónde éstos pueden ir o no.   Otros tantos más descarados e irresponsables llaman a un general, a un congresista, a un funcionario o a un fiscal para decirles del atropello que se ha cometido contra sus amados hijos, al tenerlos en un mugriento espacio, mezclados con todo tipo de personas y “expuestos” a situaciones denigrantes. En estos casos mi pregunta es ¿»dónde carajo estaba usted mientras su “paquete” estaba por su cuenta en la calle? ¿Hay que poner un fiscal, un profesor o un agente policial en cada casa para asegurarse de que los padres están jugando su rol de acompañar, orientar, educar y formar a sus hijos?.

Esto claro está, no sucede con los hijos de Machepa, los de nuestros barrios. Esos padres no tienen a quién llamar y muchas veces, ya cansados de tanto rollo con sus hijos a quienes no controlan ni pasan a buscar a los destacamentos y fiscalías, ya están acostumbrados y saben que al amanecer deben ser puestos en libertad porque simplemente “son menores de edad”.

El otro punto a tratar en este tema sí va muy directamente ligado al papel de las autoridades, dentro del cual, también la epidemia de la doble moral está enterrando el deber del respeto a las leyes. En un alto porcentaje, esos establecimientos no reciben las sanciones correspondientes más allá de un papel de advertencia (a veces se les acumulan decenas de estos papeles mediante los cuales se les cita para comparecer ante alguna autoridad competente). Una gran mayoría ni siquiera acude, porque resolvieron con la “llamada telefónica” y ahí queda la cosa.

Es así como finalmente caemos en cuenta de que este país va mal, cuando descubrimos que en nuestros barrios y sectores acomodados, los colmadones, car wash, drinks, bares y otros establecimientos están apoyados por esos mismos generales, fiscales, funcionarios, congresistas, o familiares de éstos, cuya influencia les permite operar a sus anchas sin que se puedan clausurar esos establecimientos de forma definitiva porque “los tutumpotes”, están protegidos, convirtiendo todo esto en un círculo vicioso que al parecer no tiene fin.

A eso… hay que ponerle freno.

Si esa es la situación que vivimos en esta “moderna” sociedad con los menores de edad que tienen padres, la otra cara de la moneda es peor aún: la de los que no tienen ni padres ni madres, ni autoridades ni sociedad que responda por ellos. Pero de esa cruda realidad, reflexionaremos en otra entrega.

Mares de bendiciones

@tessiesanchez

 

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