Los  exquisitos

Muy a pesar de que el pueblo dominicano ha perdido la capacidad de asombro, es uno donde prevalecen los suspiros por la banalidad y las ostentaciones. Estamos seguros que otros periodistas han vivido nuestra experiencia.

 Nos explicamos; no han faltado personas que al conocernos pregunten si ése es el periodista que escribe artículos en diarios digitales. Y, la pregunta obedece a que les concita suspicacias el vernos como un dominicano de a pie, que no ostenta nada ni se desplaza en vehículo alguno.

 En realidad somos periodistas del montón; es más, somos una suerte de  “duende” del periodismo; escribimos ocasionalmente tal vez con estilo y temas diferenciados. Como periodistas nos mantenemos aislados. Nos consideramos en pleno ejercicio sólo cuando laboramos en un medio.

 En otras palabras, no pertenecemos al segmento de conspicuos periodistas que un inteligente e ingenioso amigo califica de “exquisitos”. Es decir, vestimos sencillamente, sin variopinto colores ni extravagancia; no andamos ataviados de chaqueta bajo un sol calcinante, y no tenemos posibilidad de viajar constantemente a Europa.

 Visitamos los barrios donde crecimos, y nuestros amigos, contrario a otros, son los de siempre, no los funcionarios que algunos consideran tales por haber departido con ellos en contadas ocasiones.  En suma, no somos consortes de gente enquistadas en el poder.  Porque si alguna vez nos da con decir cosas, no queremos sentirnos comprometidos. Somos coherentes en apuntalar con exactitud, que el estilo es el hombre.

 No somos eclécticos, y todavía no nos ciegan todas las políticas públicas de los que gobiernan. Rechazamos las peñas literarias con gente que se desdobla. Y, si alguna vez obtenemos emolumentos relacionados con el periodismo, de ningún modo provienen de mamandurrias.   

  No estamos parcelados ni seguimos líderes.  También, por principios y una ostensible incapacidad para cabildear, no acostumbramos enviar artículos a todos los medios digitales o de la prensa escrita.  Somos antipáticos e insumergibles. En consecuencia, no tenemos nada de exquisitos, ni disfrutamos de cuestionadas exquisiteces.

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