La probidad

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LA AUTORA es periodista. Reside en Santo Domingo.

 

La probidad en el accionar de una persona, al margen de su  posición social o abolengo, delata en su breve paso por este mundo terrenal  su don de gente que se sobrepone a lo material que no se puede echar en su ataúd para aprovecharlo en el “más allá” cuando llegue su implacable  momento  de ir  a un “paseo” que no tiene retorno.

El mundo luce convulso en sus distintos escenarios, salvo las excepciones propias de toda regla. Los mayores “latigazos”  parecen no tener  cara propia al salpicar los distintos estratos donde la apetencia parece no tener límite.

Los “perdedores” de la vida, que  con una animosidad asombrosa se dejan tirar por caminos enlodados, son usualmente los que llevan las de perder por el dicho implacable de que la soga se rompe por lo más fino.

A pesar de la mugre que corroe al mundo desde sus orígenes, no menos cierto es que son más los que llevan y desean una vida sana, al margen de la maldad, de la envidia, del desasosiego y de la mugre encerrada en el corazón de no pocos.

En el caso particular de la República Dominicana la mayoría de la gente es buena, trabajadora  y quiere vivir en paz con el sudor de su frente.

Lo anterior permite que la mayoría de dominicanos y dominicanas  se abracen, sin querer o queriendo, a lo dicho en Génesis 3:19 “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente,    hasta que vuelvas a la misma tierra     de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres,  y al polvo volverás.»

La honradez se cultiva en la familia, en el hogar y la lleva con usted donde quiera que se encuentre. Hace unos meses un señor, acompañado de su esposa, se encontró con un amigo en un centro comercial y se saludaron de manera efusiva  en reflejo de una sincera amistad.

Cuando el amigo se retiró,  el señor la dijo a su esposa lo siguiente: Ese es fulano (lo citó por su nombre), estuvo al frente de una importante institución y salió como entró. Vive en paz con su familia en su modesto hogar porque no quiso acumular riqueza amañada. No ganó nada, en términos económicos, pero todo el mundo le respeta y admira.

Algunos piensan que ese señor fue “un pendejo”. Él está convencido de que hizo lo correcto porque salió con manos y consciencia limpias, sabedor de que todo bien público es del pueblo, no de nadie en particular.

La probidad o integridad es un fardo pesados para los casquivanos, lo que excluye a quienes han trabajado arduamente para lograr bonanza económica y supongo que espiritual.

El país es un asunto de todos. Sentados como holgazanes y quejándose todo el tiempo no se consigue nada. Trabajando honestamente se puede. Todo depende hasta donde quieras llegar sin apartarte de la probidad y el amor a la familia.

jpm

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