Jueces o canallas

¿Puede vivir una sociedad de espalda a la realidad? ¿En aras de que intereses podemos permitir que un poder del Estado llamado a impartir justicia este secuestrado para responder a determinados intereses?
La sociedad civil, la iglesia, los partidos políticos, la prensa e incluso los sectores perjudicados por la toma de decisiones de determinadas cortes, no han hecho lo suficiente para revertir este despropósito No debe haber tecnicismo alguno que sirva para justificar como actúan algunos jueces.
Han despojado por completo la manta que cubre los ojos de la imagen que simboliza la justicia.
Se han convertido en trogloditas. No reparan en nada. Carecen de pudor y constituyen una vergüenza para la nación. Las altas cortes son una podredumbre que todos soportan a pesar del hedor.
La situación es tal que están alentando la desobediencia civil.
Y, una vez que ocurra, de que valdrán los editoriales, los llamados desde los púlpitos, las exhortaciones del empresariado y de todos los que con su silencio o desdén son cómplices de estos desvaríos.
El último eslabón de esta tragicomedia es la admisión por el Tribunal Superior Electoral de la candidatura presidencial del Partido Revolucionario Dominicano.
Ya antes había ese tribunal aceptado como buena y valida una convención para escoger las autoridades de ese partido que la nación vio carecía de legitimidad pues no solo excluyeron del padrón a decenas de miles de personas que los organizadores consideraban les eran adversos sino que impidieron ejercer el voto al candidato opositor mismo, entre otra violaciones.
¿Cómo puede ser alguien candidato de un partido sin una convocatoria para tales fines que reúna los requisitos exigidos por la ley electoral y los estatutos de la organización misma? ¿Puede ser legítimo un candidato que impida que otros puedan enfrentarle aspirando por esa posición?  Es elemental. No se requieren conocimientos jurídicos, solo algo de sentido común.
Y todo esto pasa ante los ojos del país, con la complacencia de los medios y el silencio colectivo.
La idea es que este pueblo ha demostrado en los últimos años soportarlo todo. Desde inmensos robos del patrimonio nacional, atropellos y engaños hasta la violación de sus derechos ciudadanos.
Todos estos vejámenes van de menor a mayor y crecen cada vez mas. Cuentan que con las dádivas, la fuerza pública y el control mediático nuestros villanos aparentaran siempre ser los salvadores.
La rabia y la impotencia son condenadas, como la de algunos que fueron detenidos al escuchar un mamotreto de sentencia del Tribunal Superior Electoral.
Ahora solo fueron gritos, frases sueltas ante la desvergüenza. Ellos, los jueces, y toda la sociedad deben saber lo que están sembrando y lo que pueden cosechar.
La justicia no debe seguir en manos de canallas.
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