Gobierno de Antonio Guzmán: litigio con familia Aguayo

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

En una ceremonia efectuada el miércoles 13 de agosto de 1980 en la hacienda “El Yunque”, en la sección La Amarga de San Francisco de Macorís, el presidente Silvestre Antonio Guzmán Fernández formalizó la expropiación de ese inmueble para asentar allí a 198 familias campesinas que se unieron a otras tantas que ese mismo día recibieron títulos provisionales de propiedad en 20 mil 668 tareas del vecino proyecto «Santa Ana”, de las cuales 7 mil 114 serían dedicadas al cultivo de arroz y las restantes 13 mil 554 a frutos menores, bajo la orientación del Instituto Agrario Dominicano (IAD).

El evento puso de manifiesto la disposición del mandatario en ejecutar el programa de reforma agraria ofertado durante la campaña electoral de 1978 por su Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y dio un mentís convincente a la calumniosa invención de sus adversarios de que pretendía apropiarse de esa espaciosa estancia y del frecuentado hotel Lina, en la ciudad capital.

La expropiación de esta finca de 13 mil tareas se efectuó siete años después que el IAD recomendara incorporarla a la reforma agraria pese a la reacia postura de la familia Aguayo (propietaria), que desde 1973 reclamaba al Estado un precio justo como indemnización o resarcimiento económico por la vulneración de su derecho a detentar bienes lícitamente adquiridos.

La disposición gubernamental fue acatada durante breve tiempo por el señor Alfonso Aguayo, quien declaró a la prensa que su familia estaba en ánimo de negociar su situación con el gobierno de Guzmán, en base a la normativa jurídica prevaleciente en el país, aunque era doloroso prescindir de las tierras trabajadas con mucho esfuerzo y alta inversión por su finado progenitor Rafael Aguayo.

Esa declaración fue respaldada por el presidente de la Asociación Dominicana de Hacendados y Agricultores, Silvestre Alba de Moya, quien condenó su repartición en parcelas sin que interviniera un tribunal de Justicia que fijara por sentencia un precio justo de compra.

Antonio Guzmán

A juicio del exsecretario de Estado de Agricultura en el gobierno provisional del doctor Héctor Rafael García-Godoy, se había incurrido en “una flagrante violación a las disposiciones constitucionales” con la abrupta adquisición de una finca que había sido la mejor empresa productora de carne de la región del Cibao por su extensión, fertilidad, costosa infraestructura y su ganado de calidad y excelente rendimiento unitario, integrado por centenares de ejemplares de la raza Brahman.

La opinión de Alba de Moya difería, sin embargo, de la externada durante el gobierno del presidente Joaquín Balaguer por técnicos del IAD que recomendaron declarar de utilidad pública e interés social una porción de esas tierras (8 mil 341.24 tareas), originando el decreto No. 4154, del 10 de septiembre de 1973, emitido por el mandatario con la finalidad de impulsar la reforma agraria requerida por cientos de agricultores agrupados en el Movimiento Agrario Reformista (MAR) y en grupos independientes.

El artículo 2 de ese decreto establecía que “en caso de no llegarse a un acuerdo amigable con la propietaria del inmueble (María Rosa León de Aguayo), para su compra de grado a grado por parte del Estado dominicano, el administrador de Bienes Nacionales realizará todos los actos, procedimientos y recursos, tanto ordinarios como extraordinarios, para obtener la expropiación de los terrenos”.

El IAD sostenía que la extensión de dicha finca excedía el límite de cuatro mil tareas establecido por la Ley No. 314 sobre latifundio, promulgada por el propio Balaguer el 12 de abril de 1972, y basó su recomendación en un informe preparado por el doctor Peters Arens, por encargo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que hacía referencia a la conveniencia de incorporar esas tierras a la reforma agraria luego de que se construyera y comenzara a operar el canal Cañabón, que distribuiría las aguas de la presa de Rincón en toda la zona y daría solución definitiva a las dificultades de desagüe.

Todo eso habría de influir en la determinación del gobierno de Guzmán de incorporar la hacienda “El Yunque” a la reforma agraria y en que se lo comunicara personalmente a la familia Aguayo, que a principios de 1980 le solicitó que formara una comisión oficial con su participación, para que «estableciera los linderos del terreno que adquiriría el Estado, mediante “una mensura catastral contradictoria”.

Por eso, la Dirección Nacional del Catastro Nacional procedió a realizar el peritaje en cuestión y concluyó con un informe de su directora, doctora Altagracia Español de Nanita, que indicaba que la finca comprada el 28 de enero de 1954 por el extinto hacendado Rafael Aguayo tenía un valor de un millón 42 mil 655 pesos (cada tarea costaba 125 pesos), y poseía -además del ganado- una siembra de 8 mil 200 tareas de pangola, cien matas de palma, trescientas de roble, trece de naranja dulce, doce de coco, veinte de naranja agria y una gran cerca.

Esa evaluación fue calificada de arbitraria por los afectados, en un comunicado publicado el 11 de agosto de 1980 en los periódicos Listín Diario y El Caribe, con las rúbricas de la señora María Rosa León, Rafael Aguayo León y Alfonso Aguayo León, quienes restaron validez a la expropiación, debido a la disparidad de criterios sobre el avalúo efectuado y por no estar acompañada de una justa indemnización fijada por un tribunal.

Los firmantes advirtieron al presidente que no estaban dispuestos a renunciar a su derecho de posesión, por lo cual se prepararían para exigir en los tribunales una rectificación gubernamental. También, le hicieron llegar las evaluaciones técnicas privadas realizadas sobre el valor la finca, que -según trascendió- podía sobrepasar los cuatro millones de dólares.

IAD implementa colectivización

Para administrar dicho asentamiento se designó -en su primera etapa- al ingeniero francomacorisano Pedro Jaime Tió, egresado del Instituto Superior de Agricultura (ISA) de Santiago, con estudios realizados en Israel sobre sistemas de riego y diez años de experiencia en labores agrarias, resaltada en los últimos meses por su destreza como gerente del IAD en la provincia de Dajabón.

Su primer cometido fue gestionar financiamiento del Banco Agrícola para construir caminos internos, solucionar problemas de drenaje y preparar los terrenos para la siembra de plátanos, habichuelas, sorgo y maíz, teniendo de refuerzo un equipo de profesionales de la planificación, la ingeniería civil y la sociología con la misión de orientar a los parceleros sobre el modelo de gestión que convenía establecer en ese proyecto y en las parcelas confiscadas a los hacendados Joaquín Ortega y Carlos Ramos Domínguez.

Así se fomentó una cultura de autogestión y la instauración de la denominada “empresa campesina” manejada por los propios agricultores, y se impuso un buen nivel organizativo para la conquista de beneficios comunes y la superación del viejo modelo de reforma agraria que fomentaba el individualismo y el minifundio.

La organización de parceleros, en unidades asociativas de producción, tuvo la juiciosa tutela del ingeniero civil Francisco Tomás Rodríguez (Frank), director del IAD y el significativo respaldo del partido blanco, por encajar en su plataforma programática y ser un paliativo para reducir la marginalidad urbana, disminuir la migración campesina hacia las ciudades y solucionar en parte el problema de la desocupación de manos de obra en San Francisco de Macorís y la región nordeste.

El secretario general del PRD, doctor José Francisco Peña Gómez, señaló que esa entidad defendía la reforma agraria que desarrollaba el presidente Guzmán porque coincidía -por su carácter liberal democrático- con la filosofía social de esa agrupación política, inspirada en los exitosos modelos de Japón, Italia, Taiwán, Israel y otros países con notables avances en la protección y control de la propiedad privada en el área rural.

Igualmente consideró que el asentamiento Aguayo aceleraría la industrialización de la región, la creación de pequeños negocios, la transformación de los trabajadores del campo en consumidores y el aumento de su capacidad económica para redimirse del desamparo a que estaban expuestos por la economía informal.

Litigio y tropiezos

Desde su llegada al poder en 1978 el presidente Guzmán se esforzó en aplicar las leyes sobre tenencia tierras y convertir los asentamientos rurales en empresas campesinas productivas; pero ese esfuerzo fue sensiblemente frenado por una sentencia de un tribunal de Montecristi que acogió la impugnación hecha por la familia Aguayo a la expropiación de su hacienda y ordenó al registrador de títulos abstenerse de realizar ningún tipo de transferencia en favor del Estado o en beneficio de terceros, ya que esas tierras estaban registradas con el certificado de título número 73-334, expedido en la oficina de San Francisco de Macorís.

Esa decisión judicial era inaplicable en las condiciones que vivía el país, pero fue un duro golpe a las aspiraciones de los campesinos de conseguir los títulos de propiedad de las parcelas adjudicadas,  porque no obstante ser apelada en el Tribunal Superior de Tierras, integrado por los magistrados Felipe Rodríguez, José Lora Castro y Humberto de Lima, algunos abogados como el doctor Eurípides Roques Román, exconsultor jurídico del secretariado Técnico de la Presidencia y experto en derecho agrario, ofrecieron declaraciones a la prensa asegurando que los documentos que el IAD les había proporcionado eran «totalmente inválidos e ilegales”, es decir, carecían de valor legal alguno por no estar asentados en el registro inmobiliario, de acuerdo con la ley 1542, promulgada el 11 de octubre de 1947.

Esas opiniones desanimaron a los campesinos asentados y desde entonces nada sería igual dentro del proyecto Aguayo, en razón de que comenzaron a tener pérdidas en las cosechas de plátanos, habichuelas y batatas en alrededor de 5 mil 700 tareas, debido a que descuidaron las labores habituales y abandonaron los planes de sembrar sorgo.

Ese cuadro desolador fue descrito de manera contundente por los periodistas Ricardo Rojas y Ramón Velázquez, en un reportaje del diario vespertino Última Hora, publicado en vida del presidente Guzmán, el jueves 11 de febrero de 1982, que daba cuenta de que “miles de tareas, aproximadamente la mitad del proyecto agrario Aguayo, que fuera sede de la hacienda ganadera Aguayo, expropiada a sus dueños por el gobierno y entregada a campesinos con bombos y platillos en agosto de 1980, permanecen ociosas llenas de hierbas y abrojos”.

jpm-am

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Ciudadanos
Ciudadanos
2 dias hace

Que tollo, eso debe corregirse, mi madre.

Lazaro ven
Lazaro ven
3 dias hace

Muy buen articulo Señor del Pilar, la historia fue fasinante, pero ya que usted fue tan acucioso y diligente en esa interesante narracion , me gustaria comprometerlo con una segunda parte, donde nos relate, que sucedio luego de la muerte del Pres Guzman y en que estan esas tierras hoy dia, despues de 45 años de ser incautadas y recuperadas para el bienestar del Campesinado Dominicano y la Agricultura Nacional….Gracias anticipadas.