En los dominios del Hudson
Una aparente calma y apacibilidad caracteriza el lento discurrir del Rio Hudson en frente a la ciudad de New York. Debido al desplazamiento de las mareas, que se remontan aguas arriba desde su desembocadura en el Océano Atlántico, parecería que el caudal hídrico de este emblemático torrente corre hacia el Norte, principalmente en el caño oriental, constituido por la fusión del East River y el Harlem River. Este curioso efecto confunde, por lo general, a quienes visitan por primera vez el territorio de la Gran Manzana y, dentro de la majestuosidad de la urbe y sus pintorescos rascacielos, quedan atrapados en los numerosos enigmas que ésta encierra. En su marcha hacia el ineludible encuentro con el océano, una parte de las aguas asumen un curso propio, dando nacimiento al caudal a que antes nos referimos. Entre éste y el Rio Hudson original, bordean a derecha e izquierda y en todo su recorrido a un territorio alargado, ligeramente estrecho en su porción norte y que luego termina ensanchándose en una extensión que nunca supera los dos kilómetros. Con el nombre de Manhattan le denominaban sus primeros pobladores, que ocuparon por siglos estas latitudes mucho antes de que arribasen a tierras de América las oleadas de conquistadores e inmigrantes que dieron origen a la variada mescolanza de etnias y culturas que hoy en día constituyen el grueso de su población. Como New York, Nueva York –o nuebayol para los dominicanos-, se le denomina de manera más extensiva, incluyendo en este nombre, a los boros –Distritos o ciudades- de Bronx, Brooklyn, Queens y Staten island, demarcaciones que, en su conjunto, constituyen el área metropolitana de la gran ciudad de New York. La observación taciturna y serena de esta portentosa maravilla natural no debe estar exenta de un recorrido por lugares emblemáticos, que han marcado interesantes capítulos en la historia de la ciudad de los rascacielos. Parapetados en encumbrados lugares convertidos en estratégicas atalayas y puestos de defensa y ataque en los puntos más elevados de la isla de Manhattan, los soldados del ejército independentista a las órdenes de George Washington libraron enconadas y heroicas batallas en contra de las huestes inglesas, en momentos en que se ponía a prueba la decisión soberana de los colonos por constituir, por si mismos, una nación independiente y soberana que, a la postre, habría de ser conocida como Estados Unidos de (Norte)América. Fort Washington y Fort Tryon constituyen muestras concretas de los escenarios en que tuvieron lugar esos denodados esfuerzos en la lucha revolucionaria en los que, unas veces gananciosos, otras veces perdedores, los creadores de esta gran nación dispusieron todo su empeño y tesón, para conquistar, luego de ingentes esfuerzos y sacrificios, el ideal en que se habían enfocado. En la misma zona y un poco más al norte se encuentra emplazado el museo The Cloisters (Los Claustros), una dependencia del Museo Metropolitano de Arte, de New York, reconstruído en la década de los 30s a partir de elementos arquitectónicos de diferentes construcciones religiosas europeas de la edad media. En estas instalaciones se exhibe el arte, la arquitectura y diferentes aspectos de la cultura del medioevo en el continente europeo. Atesora, entre otras cosas, una valiosa colección de tapices antiguos dedicados a exponer la leyenda de la figura mitológica del Unicornio, así como un herbario con una vasta colección de plantas empleadas en la preparación de pócimas, brebajes y unturas medicinales, a tono con las artes de la ciencia de la Alquimia, que precedió a la Química moderna. Una imponente vivienda campestre emplazada en las alturas de una colina, a la altura de la calle 160 y Edgecombe Ave. y que se conoce en la actualidad como Mansión Morris-Jumel se constituyó en Cuartel General y residencia del General Washington, en algunas etapas del desarrollo de la guerra emancipadora, y gracias a la confortabilidad del inmueble y su ventajosa posición estratégica, de cara al Rio del Este, el alto mando del ejército liberador pudo orquestar las maniobras tácticas y ofensivas que les permitieron, a la postre, alzarse con la victoria. En los días cálidos en que el sol brilla y enceguece en toda su plenitud al tiempo que reverdece la naturaleza, el espíritu se reanima y la población se vuelca hacia los parques y plazas, en son de parrilladas, actividades deportivas y de recreación. En esas ocasiones, nada más placentero como remontar las diferentes rutas por donde se llega a las orillas del Hudson, a pie o en bicicleta, para apreciar de cerca la amplitud de su cauce y la enormidad del volumen acuoso que acarrea, en ruta hacia el atlántico. Un sinfín de puentes y túneles -e incluso un teleférico- empalman a la isla de Manhattan con los diferentes distritos de la ciudad de New York y el vecino Estado de New Jersey. Un sofisticado servicio de transportación integrado por trenes y autobuses, facilita el desplazamiento ciudadano en todas las direcciones posibles durante las 24 horas del día mientras que diferentes líneas de ferries y taxis brindan sus servicios por la vía acuática. En adición, para quienes pueden darse el lujo y están afectados por las prisas y urgencias de la vida citadina, existe también un servicio de helicópteros que les trasladan en cuestión de minutos a cualquier punto al que se dirijan. Aguas abajo, teniendo como escenario las erizadas siluetas de los rascacielos que cubren casi por entero la parte baja de Manhattan, puede disfrutarse de un vistoso y acogedor paseo marítimo en vistosas embarcaciones que trasladan a los pasajeros surcando las aguas por entre las islas de Ellis, de la Libertad y otras más que se encuentran en la desembocadura del Rio Hudson, como también, en un paseo más provechoso e ilustrativo, circunvalando la isla en su totalidad, lo que nos permite conocer, de primera mano, facetas desconocidas de esta grandiosa isla y el deslumbrante rio que la guarda. Al embarcarnos en este significativo paseo tantas veces anhelado, al son de ritmos folklóricos que conectan con nuestras raíces antillanas, no podemos menos que admirar la valiente travesía llevada a cabo exitosamente por el esforzado y valiente nadador dominicano Marcos Díaz, quien ejecutó en 2007 la hazaña de circunvalar dos veces y en apenas 22 horas todo el perímetro de la isla contando apenas con la fuerza de su voluntad y el deseo de poner el nombre de su país en alto. De igual manera, recordamos con sumo respeto y admiración a Chesley Burnett «Sully»Sullenberger, quien, haciendo acopio de su vasta experiencia y sus múltiples horas de vuelo como piloto aéreo, pudo mantener el control del timón y depositar la aeronave A320 de US Airways en las gélidas aguas del Rio Hudson, salvando con ello la vida de la totalidad de los 153 pasajeros que le acompañaban en aquel histórico vuelo del 15 de Enero de 2009. Estas y otras cosas vienen a mi mente, mientras paladeo una reconfortante bebida al tiempo que el avance de la embarcación en que nos desplazamos levanta burbujas en las aguas cristalinas, al remontar la corriente del imponente Rio Hudson en dirección a las barriadas de Washington Heights e Inwood, lugares en donde una nutrida población hispana, de origen mayormente dominicano, se afana día a día en el trabajo tesonero, levantando con orgullo sus raíces y esforzándose por conquistar mejores condiciones de vida, tanto para el grupo familiar primario como para otros relacionados que quedaron en el lar nativo, abrigando sueños de bienestar que cabalgan, las más de las veces, en las alas de la solidaridad. sergioreyes1306@gmail.comEn los dominios del Hudson

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