El incordio latino

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

 

Una región que no la ha sido trata de integrante y actuar de manera conjunta a través de distintos mecanismos, un paso hacia adelante dos hacia atrás, pero sigue en el intento y algún día se redescubrirá y se hará menos voluble, me refiero a la comunidad de países que se congregan en lo que se denomina América Latina.

El último gran esfuerzo de cohesión se levantó en nombre de unos ideales bolivarianos, nada parecidos a los del libertador, que ni por asomo aludió nunca el concepto de América Latina, tampoco pasó por la cabeza de Hidalgo, ni de San Martin. El Bolívar que se ha relatado en un artilugio populista que ha engrosado el hambre y la miseria, es distinto a la del mantuano que independizó varias naciones, tal y como lo consigna Juan Bosch, por temor a la guerra social.

Su Gran Colombia, no se concibió para traspasar Sudamérica, y por ello los patriotas dominicanos que idearon un proyecto de independencia bajo la sombra a esa confederación, recibieron el desplante por respuesta.

Después de la llegada por estos lares de Cristóbal Colon, América Latina ha sido una mescolanza de proyectos inconclusos de algunas potencias europeas, principalmente España y Francia, que vino a deslindar con el patio del que se convertiría en el imperio global más poderoso que ha conocido la humanidad.

Europa está fraccionada en tres bloques raciales, culturales y religiosos: germánicos o sajones del Norte, una mezcla llamada latinos en el Sur, y eslavos en el Oriente. Los del Norte colonizan a los Estados Unidos y los orientales tienen un solo guía que es Rusia.

Napoleón III, no ningún patriota latinoamericano, decide apoderarse de México para establecerlo como muro de contención a la expansión sajona, y agrupar por el origen lingüístico común y por la condición de católicos romanos a las colonias españolas, francesas, belgas y portuguesas, a los que denominó pueblos latinos de América.

En el orden económico y social que surge después de la segunda guerra mundial se crea la entidad que se suponía llamada a representarla: la Organización de Estados Americanos (OEA), que en la guerra fría no hace otra cosa que representar su papel como instrumento de la política exterior de los Estados Unidos, llegando a justificar agravios tales como el de la segunda intervención norteamericana a la República Dominicana.

Después del derribo del Muro de Berlín y del fracaso de los países socialistas, por unos movimientos que se dieron en la región de formaciones de tradición izquierdista que prendieron en las urnas, unos idealistas descubrieron el denominado socialismo del Siglo XXI, que, bajo el liderazgo y los petrodólares de Hugo Chávez, decidieron crear la Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños (CELAC), que vive y se acaba de reunir en RD, pero debe procurar redefinición.

En el ínterin, sin amenazas verbales, pero con una potencialidad económica amenazante, empezó a despertar un monstruo, no solo porque se convirtió en el político más popular del planeta, sino que por la pujanza de la potencia que encabezó dio origen junto con otras naciones en crecimiento vertiginoso, a un bloque económico y político muy poderoso: el de los países BRICS.

Lo dejaron “avanzar” pero le midieron los pasos y fuera del poder, le están dando para que no se pare, y las empresas que promovió como modelo del desarrollo de su país, han sido humilladas, denunciadas como corruptas y obligadas a pagar altas indemnizaciones.

 

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