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El acoso y/o la violencia persisten en los centros educativos privados
La violencia en los centros educativos alza la falda al sistema, pone en evidencia carencias que vienen desde la raíz misma de una sociedad permeada por la dejadez, la indiferencia o la falta de tiempo para reiterar que los valores siempre están de moda.
Pero como en todos los aspectos de esa y otras cadenas de malestares, cuando llegan las denuncias de acoso entre estudiantes y de atropellos de profesores todas las lanzas apuntan a las escuelas públicas.
¿Será tan difícil de creer que en un colegio haya espacio para burlas, golpes entre compañeros y ataques de los que están para enseñar y guiar?
En el caso de los condiscípulos, en las escuelas estatales las evidencias de maltrato siempre están a flote, no así las agresiones que pudieran cometer los profesores, porque el temor a esos actores es más fuerte en los planteles del Estado.
En los colegios, en cambio, al parecer el cuidado de los docentes a ser denunciados inclina la balanza y quizás evita que incurran en el delito de atentar contra sus alumnos.
No significa que no haya casos, pero hasta en esos espacios surge el temor de los padres a poner al tanto a la dirección para que evitar represalias contra sus hijos, que pudieran reflejarse incluso en las calificaciones.
El Centro Profesional de Psicólogos Unidos plantea en un estudio esa otra cara de la violencia en los centros educativos, la registrada en los establecimientos privados y arroja que más del 37% de los estudiantes sufre acoso, ahora denominado con el anglicismo bullyng.
Como establece la investigación de Luis Bergés y Marisol Ivonne Guzmán, el acoso y/o la violencia persisten como fenómenos poco reconocidos por sus propios actores en el sistema educativo dominicano.
“Actitudes de normalización, el miedo, la minimización y la negación, han sido parte del arsenal de recursos emocionales y conductuales con los cuales ha sido enfrentado este problema silente, rodeado de mitos y distorsiones en su abordaje”, afirman los investigadores.
Esa es la cruda verdad que a fuerza de decir que siempre ha existido, dejamos que siga su curso, porque la hemos vuelto parte de la cotidianidad.
jpm