Crítica de cine: «Room»

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Hay algo muy especial que hace que «Room«, de Lenny Abrahamson («Frank»), sea un drama muy íntimo. Y es que conectamos rápido con la historia de Joy (Brie Larson) y Jack (Jacob Tremblay) porque se encuentran encerrados en una habitación y son prisioneros de algo aterrador, pues detrás de ese hecho se encuentra una revelación muy impactante que la convierte en una experiencia inolvidable.

El caso es que Joy, como madre, debe cuidar a Jack para enseñarle cómo es el mundo en un cuarto de cuatro paredes. Para Jack, quien solo tiene cinco años, la habitación es el único hogar que conoce; y ahí come, juega y aprende con su madre, quien por las noches lo pone a dormir por si viene el viejo Nick (Sean Bridgers). Para ellos la habitación es el mundo entero, cuatro paredes aisladas del mundo exterior.

Esto se debe a que Ma (tal como le dice Jack a su madre, Joy) ha creado una vida para su hijo en ese espacio tan diminuto, y su amor por él es lo único que le permite soportar las condiciones traumáticas por las que ha pasado. Pero como es normal en un niño, la curiosidad de Jack aumenta y Joy sabe que la habitación no podrá mantenerlos juntos por mucho tiempo.

Si pensamos bien, esta película es una exploración tocante de los lazos emocionales que atan a una madre y su hijo ante determinadas circunstancias, principalmente cuando la madre trata de explicarle el mundo a su hijo pero él no lo puede entender. Y es profundamente emocional cuando muestra hasta dónde puede llegar el sacrificio de una madre por su hijo. Además de ser un retrato dramático sobre cómo el aislamiento transforma la imaginación de un niño.

Asimismo te hace sentir claustrofóbico como los personajes, debido a que las actuaciones de Larson y Tremblay son verosímiles. Uno llora y se ríe con ellos. Y esta muchacha, Brie Larson, quien ya habíamos visto en Short Term 12, nos da una actuación tremenda cuando interpreta a una madre desesperada y preocupada por el cuidado de su hijo en un lugar donde todo está confuso. Con cada lágrima que brota de sus ojos sentimos el peso psicológico para conocer su dolor y su horrendo pasado.

Ahora bien, el pequeño actor, Jacob Tremblay, quien tenía solo ocho años cuando se filmó, entrega una interpretación bien creíble que logra que uno sienta lo que Jack siente. Y Abrahamson sabe cómo exprimir las emociones del chico, ya que no hay ni un plano en donde el niño no manifieste el miedo, la ira, la alegría, la confusión ni la ansiedad. Más aún porque el punto de vista siempre lo suple Jack con la voz en off para enfatizar la inocencia del mundillo en el que vive.

Por esa razón, la película nunca dice lo que pasa de verdad: porque Jack propicia la subjetividad. Lo que significa que la omisión dentro de la trama se debe a que el niño desconoce lo que en realidad sucedió, pero al mismo tiempo Abrahamson suelta las pistas implícitas para que el espectador sí sepa lo que sucede. Los planos subjetivos varias veces asumen la posición de Jack. De ese modo se torna más intrínseca cuando omite la tragedia que hay por detrás.

El material está adaptado de la novela de Emma Donoghue. Donoghue también escribe el guion, lo cual explica por qué los diálogos y las acciones de los personajes son tan enriquecedoras. Sin mencionar el punto de giro que cambia el tono de la película en la segunda mitad con la melancolía y la confusión social a la que se enfrenta Joy.

En ese sentido, «Room» puede romperle el corazón a quien sea. Es un drama muy conmovedor que, si bien puede ser intrigante por lo que le pasa a Joy y a Jack, posee un mensaje de denuncia muy desgarrador; ese que nos dice que el mundo puede ser sensible y esperanzador incluso en las situaciones criminales más crueles e inhumanas.

of-am

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