Con los ojos del espejo
Mirarse al espejo forma parte de la cotidianidad de todos los seres humanos, con excepción de aquellos que por causa de algún impedimento físico o fuerza mayor se ven privado de hacerlo.
En algunos casos darse una ojeadita en el espejo se vuelve tan recurrente y en una necesidad tan fuerte que se convierte en una adicción prácticamente incontrolable, principalmente para aquellas o aquellos para los que resulta ser su mejor aliado al momento de cuidar celosamente su figura e imagen.
El espejo constituye sin lugar a dudas un cómplice silente, carente de memoria, que no retiene nada ni a nadie, solo recoge la imagen que se le coloca en su radio de acción, y tal cual la refleja y devuelve, tanto así que veces parece burlarse de quienes lo utilizan, si le dan una sonrisa, el también se sonríe, si lloran o gritan, por igual llora y grita.
Pero este objeto de tanta utilidad solo tiene ojos superficiales que muestran la parte exterior de todo cuanto se le acerca, lo que está a la vista, no profundiza ni escudriña, nada de eso le importa, ni le interesa, pero existe un gran espejo muy diferente, que además de ver, tiene la facultad de hablar, de aconsejar y recriminar; le llaman conciencia.
Ella (la conciencia), siempre nos acompaña en todo lugar y a toda hora, sin que podamos evitarlo, no importa lo que estemos haciendo, si corremos, corre, si volamos vuela, en lo que menos participa es de nuestro sueño, porque se pasa la noche hablando y a cada rato nos despierta para recordarnos nuestros actos, principalmente aquellos que no considera buenos, y entiende como errores o faltas.
La conciencia es nuestro espejo interior, en el que se reflejan y hablan en alta voz nuestros más íntimos secretos, por eso a veces resulta tan doloroso mirarnos en ella, porque nos contemplamos desnudos y sin ambages ni ambigüedades, nos muestra lo bueno y lo malo, las crueldades y virtudes que caracterizan nuestra existencia.
Pero como toda regla tiene su excepción, existen muchos seres humanos que se creen estar exentos y fuera del alcance de la conciencia, o se las ingenian para ignorarla y al parecer nada les perturba, ni les quita el sueño, porque al mirarse en los espejos solo ven el reflejo de todo cuanto han progresado, y ha cambiado su existencia, entre estos seres humanos hay empresarios, deportistas, artistas, periodistas entre otros
De igual forma podemos contar un buen número de políticos que entienden que los altos cargos que ostenta por el favor del pueblo, tienen un carácter sempiterno y se vuelven altaneros, prepotentes y sienten caminar sobre las aguas, olvidando que en la vida todo es pasajero, hasta la propia vida, y llegan a negar sus raíces, su propio yo, porque únicamente se concentran en el encanto que le brinda la ocasión, obviando por completo que tan solo están ante los ojos del espejo, que no los ve por dentro, pero su conciencia algún día lo hará.
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