Año nuevo sin carencia de espíritu

El día 31 de diciembre de 2014, cuando la mayoría de los dominicanos se preparaban con determinación y entusiasmo a celebrar el advenimiento de un año nuevo y los cristianos trataban de desoír los clamores de corrupción y criminalidad que anegaban los periódicos como si fuesen ríos de sangre y, en cambio, oían anhelantes el mensaje de Dios y lo que le esperaba para el 2015. 

Una persona sentada en un banco cabizbajo y preocupado por el porvenir, al verlo compungido se me ocurrió aconsejarle que dejara ese pasado desdichado atrás y que se concentrara únicamente a mirar hacia adelante con esperanza.

 

Ese dia el cielo mostraba su mejor motivo, el azul celeste, un tono fresco que irradiaba una agradable dulzura y, además, da profundidad, fe e inteligencia y nos hace controlar la mente. Como hombre de una gran convicción, le mencioné a la persona apesadumbrada que hallé sentada en aquel asiento frío las palabras del profeta Isaías: «No recordéis las cosas anteriores ni consideréis las cosas del pasado. He aquí, hago algo nuevo, ahora acontece; ¿no lo percibís? Aún en los desiertos haré camino y ríos en el yermo.»

 

«No debe entristecerte»—le dije–«ni dejar que tu alma caiga abatida por el desaliento que te causa la corrupción, la criminalidad y el desempleo; no te preocupes, déjale esas pestes a  Némesis la diosa de la justicia retributiva, la de la venganza y la fortuna». Reconozco que un gran número de dominicanos están últimamente atacados de un gran escepticismo por tanta frustración social. Sin embargo, en Eclesiastés 3: 1-8 dice. «Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo: tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de derribar, y tiempo de edificar, tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentarse, y tiempo de bailar…».

 

«Tu tristeza pasará rápido»—le predije– «como los  vientos secos de Santa Ana que van de sur a norte de California en otoño». «Para qué afligirte»—le aconsejé–«tan tempranamente en el tiempo, sabiendo que Dios no deja a ningunos de sus hijos a la deriva en aguas procelosas ni varados en puertos abandonados». El profeta Jeremías, autor del Libro de las Lamentaciones, escribió en 29:11: «Porque yo sé los planes que tengo para vosotros–declara el Señor–«planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.»

 

Degraciamente, el país está en un tiempo que no se le puede ladrar a las nubes, como los perros del mito de Ganamides, que se le cansaron las gargantas ladrando, según aparece descrito en el poema épico, Tebaida, escrito por el poeta Estacio, dedicado al emperador Domiciano. Son tantos los males que hay ocultos en la política dominicana que me apresuro en decir, que de ella no hay posibilidad de que pueda emerger en algún momento un gobernante que alcance a mitigar la corrupción de Estado, sin ceguera de espíritu y sin llevarle carencias a la sociedad.

 

Partiendo de esta interpretación, me inclino a pensar que los partidos políticos dominicanos están influenciados por la diosa Atea, la de la fatalidad, de la desgracia, de la desventura y el orgullo. La misma que inducida por Hera, usó su influencia sobre Zeus para que éste jurase que el dia que naciera un mortal descendiente suyo, éste seria un gran gobernante. Empero, según la mitología griega, Hera, la esposa de Zeus, al oír la petición de la diosa Atea, previniendo una fatalidad, retrasó el nacimiento de Heracles y provocó el de Euristeo prematuramente, logrando así que éste obtuviera el poder destinado al primero.

 

A pesar de ello, quién en la República Dominicana pudo haber impedido con tiempo, como lo hizo Hera, el nacimiento de tantos gobernantes con ceguera de espíritu y con locura por acumulación de riquezas a costas del Estado, crueles dictadores, falsos demócratas e individuos con pérdida de la razón, ofuscados y con una pasión obturada por el poder.

 

¿Quién ha dormido a la mayoría de dominicanos? El pueblo permanece tan dormido a pesar del ruido, la bachata y la pose gestual de los otros payasos para adultos, que el pueblo no se levanta, como si le hubiesen dado a beber alguna infusión de hierba de valeriana.

 

Le expresé al hombre que encontré sentado cabizbajo y atormentado, «que  los dominicanos no tienen la protección divina del apóstol Pablo, que al ser mordido por una serpiente no sufrió ningún efecto del mal» (Hechos: 28 1-10). Volví sobre este ser humano quien para mi representaba al pueblo dominicano, le ofrecí un aliento a su sufrimiento temporal, ayudándome de lo que aparece en Romanos 12:12: «Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración».

 

Le dije a este triste hombre con silueta de pueblo afligido, la frase que de costumbre oía de mis padres cada vez que se acercaba alguien a la puerta de mi casa con algún sufrimiento o hecho doloroso que mortificaba su alma desanimada: «No hay mal que por bien no venga». Como mis padres creían fervorosamente en el Dios grande del universo, aconsejaban al descaído con esta palabra: «Dios todo lo conoce. Espera en él». 

 

Sin embargo, debo manifestar, que sin auto iniciativa el pueblo dominicano no va poder salir de la encerrona que les ha tendido la diosa Atea a través de los partidos políticos del sistema, por lo que vale la pena traer a este trabajo el proverbio que dice: «Ayúdate que yo te ayudaré».

 

 

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